Alas 9.30 horas ya prende el fuego en uno de los tres hornos del Mannix, uno de los grandes embajadores de Campaspero. La localidad vallisoletana es conocida por su piedra caliza, y por algunos negocios, pero, sobre todo, por tener uno de los templos del lechazo asado en la provincia, el restaurante Mannix.
Es viernes y Marco Antonio García se esmera en que todo esté preparado en sus hornos para cuando lleguen los primeros comensales. Lleva años asando. Aprendió de su padre, Eusebio, y de su propia experiencia. Sabe de lo que habla: «El fuego arranca a las 9.30 o 9.45. Tras dos horas de combustión de leña, cuando está en brasas, metemos el lechazo. Si es sábado, el primero de los hornos lo encendemos a las 9.30, el segundo, a las 10.30 y el tercero, a las 11.30». Y explica el secreto: «Agua y sal, y lechazo churro de la comarca».
Pero hay más secretos. Como el oído del propio Marco. «Puedo percibir, en función del número de cuartos, si el horno va bien, flojo o alto. Lo oigo y sé si va bien o no», reconoce. Luego, en cerca de dos horas y media, el manjar estaría ya listo.
El Mannix es sinónimo de lechazo asado, aunque hay mucho más. Abrió sus puertas de la mano de Eusebio y Rosaura el 20 de junio de 1981. Aunque la tradición de asadores viene de mucho más atrás. De los padres, abuelos y bisabuelos de Eusebio. Y de los padres y abuelos de Rosaura. Hoy, son los hijos de Eusebio y Rosaura Marco y María del Carmen los que llevan las riendas del negocio. «Mis padres tenían un local más pequeño, que era carnicería abajo y asador, la Tía Irene. Y mi abuelo paterno, otro que cerró en 1985, el Tío Eusebio. Aquí quién tenía carnicería, también asaba», añade Marco Antonio explicando esa tradición familiar. De hecho, por su rama materna incluso su bisabuelo llegó a tener una especie de empresa de catering, «llevando a casas paellas y lechazo asado para eventos». Aunque fue su abuelo Eusebio el que impulsó el tema de los asadores.
El Mannix se abrió porque el local de la Tía Irene se quedaba ya pequeño para bodas o eventos. Así en 1981, en la calle Felipe II de Campaspero levantó la verja este establecimiento. «¿El nombre? Había una serie de un detective gringo, Mike Connors. Y el detective se llamaba Mannix. Mi hermano mayor, Andrés, salía a la calle con una pistola de mentiras diciendo que era Mannix. De ahí viene», explica Marco Antonio. Y hasta hoy.
Y hoy es uno de los restaurantes más visitados por turistas nacionales e internacionales, por su cercanía con Valladolid o Madrid, y con la Ribera del Duero: «Viene gente de México, luego de Estados Unidos, Perú, Venezuela, Colombia... pero es gente que viene a España de vacaciones, viene a ver la Ribera de Duero». Y aquí se encuentra, principalmente, lechazo asado, además de «entrantes vanguardistas y postres de lujo».
El lechazo les llega del ganadero directamente, clasificándolos ellos en el matadero, para el propio restaurante o para su carnicería -«antes el que tenía carnicería tenía horno», recuerda Marco-.
Aunque también hay oferta para el que no le gusta el lechazo: «Hay chuleta de ternera o bacalao. También productos de temporada, como guisantes o alcachofas; más adelante setas. Y productos para vegetarianos y celiacos».
Mollejas fritas, riñones a la parrilla, jamón, anchoas... y producto de temporada se encuentran en una carta más amplia, que se completa con carta de postres muy variada: «Innovadores, como trampantojos, además de los clásicos, arroz con lecha, flan y tarta de queso». Junto al lechazo (el cuarto sale por 50 euros), no puede faltar un Ribera de Duero o incluso un cava.
Con una capacidad para 150 personas, el Mannix abre todos los días excepto el lunes (si es festivo o puente también se abre). Siempre, y solo, para comer, de 14.00 a 16.00 horas (comedor y cocina), aunque recuerdan que tienen el teléfono activo de 9.00 hasta las 20.00. Marco asa en esos tres hornos, con una capacidad para 105 cuartos, aunque en cocina hay otras tres personas, su hermana, su sobrina Alicia (en repostería), entre ellas.