La huella de una leyenda inmortal

Javier Villahizán (SPC)
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La voz, el talento y la puesta en escena de Freddie Mercury perdura 30 años después de su muerte en la memoria de millones de fans

La huella de una leyenda inmortal

Salir al escenario era la auténtica gasolina de Freddie Mercury. Solo ante miles de personas era cuando el líder de Queen se transformaba en lo que realmente era -o quizá, en lo que realmente no era-, cuando se convertía en un auténtico monstruo del rock. Pura esencia y carisma.

Lo más asombroso es que todo lo hacía con una naturalidad prodigiosa, como si estuviera en simbiosis con la legión de seguidores que unos metros más abajo coreaba sus canciones. Y eso era lo que le hacía convertirse en el rey del rock y en el emperador del espectáculo, de su función.

Claro, su majestad también tenía que tener otras virtudes para salir a la tarima y coleguear con los cientos de fans que esperaban su show. Eran unas capacidades de sobra conocidas: voz, talento al piano, una composición impecable y una puesta en escena ostentosa.

Hace 30 años, el 24 de noviembre de 1991, una bronconeumonía asociada al sida causó su muerte, pero no acalló su voz, más viva que nunca, ni su recuerdo, en temas como Bohemian Rapsody, Somebody to Love, I Want to Break Free, Love of my Life o A King of Magic. El cine también decidió encumbrarle hace tres años con el biopic Bohemian Rhapsody, de Bryan Singer, una celebración del grupo británico, de su música y de su singular cantante.

 

Un legado universal

Tras tres décadas sin Freddie Mercury, el de Zanzíbar sigue congregando a público de diferentes generaciones, clases, géneros, razas, condiciones sexuales y gustos musicales.

Su repertorio musical suena atemporal, porque ha envejecido mejor que el resto de canciones de la época y la energía que transmite Mercury sigue removiendo las emociones más profundas del público. We Are the Champions sirve para una final deportiva pero también para sentirse campeón en la vida, We Will Rock You despierta un eufórico sentido de pertenencia a la comunidad, Bohemian Rhapsody es simplemente una pieza que no se parece a ninguna otra cosa que se haya escuchado.

Sin olvidar los 20 minutos de auténtico éxtasis durante el concierto Live Aid de 1985, donde Mercury levantó literalmente el estadio de Wembley y lo convirtió en su templo, sobre todo durante los minutos eternos en los que mantuvo un duelo vocal con el público.

La música de Queen alcanzó un estado casi sublime al equilibrar fuerza y sensibilidad, pop y rock, lo operístico y lo intimista. Con estos explosivos elementos, el autor de Innuendo sigue conquistando el corazón y el alma del melómano más exigente y del joven enganchado al trap y al reguetón.

De tímido a arrollador

Antes de ser Freddie Mercury fue Farrokh Bulsara, un niño tímido y muy apegado a su madre y a su hermana que nació en la colonia británica de Zanzíbar, en la actual Tanzania. Sus padres, Jer y Bomi, formaban un matrimonio de origen persa y seguidores del profeta Zoroastro. A la corta edad de ocho años decidieron enviar al pequeño a la India para que recibiera una buena educación en casa de sus tíos.

Fue en la etapa asiática cuando ya un inquieto Farrokh empieza a demostrar sus habilidades con la música y exhibe también ciertas aptitudes artísticas y dramáticas. Incluso monta su primera banda, The Hectics, un grupo amateur de rock que prodigaba sus actuaciones en fiestas y bailes.

En 1964, con 18 años, sus padres deciden emigrar al Reino Unido ante el aumento de la violencia y la tensión en África oriental. Bulsara ya no volverá nunca ni a su tierra natal ni a la India.

Ya en suelo británico, la música le seduce por los cuatro costados, primero con Ibex y después con Sour Milk Sea, grupo en el que se convierte en vocalista.

Pero no fue hasta 1971 cuando nace Queen y la arrolladora personalidad de Freddie Mercury, su nuevo nombre artístico, que arrastra a todo el grupo con su rompedora imagen, su subjetiva puesta en escena y su inconfundible vestuario. Había nacido una estrella. El resto pertenece a la historia de Queen.

Su vida dio otro vuelco a finales de los 70 y principios de los 80. Rompió su relación sentimental con Mary Austin, con quien conservaría una buena amistad hasta el día de su muerte, y comenzaron a surgir rumores sobre su cambio de orientación sexual.

En 1986 su deterioro físico era más que evidente, aunque él seguía sin anunciar que tenía sida. Finalmente, moriría en su cama a las 7 de la tarde de una fría tarde londinense del 24 de noviembre de 1991, como consecuencia de una neumonía que no pudo superar. Con solo 45 años, Freddie Mercury se despidió de una vida disfrutada con gran intensidad y con un legado musical que perdurará en las generaciones futuras. 

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