Penélope Cruz, una madre rota por dentro en 'L'Immensità'

D.V.
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La película ofrece un viaje en el tiempo trufado de recuerdos personales en este melodrama sobre las intrincadas redes que conforman los vínculos familiares

Penélope Cruz, una madre rota por dentro en ‘L'Immensità’ - Foto: Miriam Chacn ICAL

La soledad, la incomprensión, el miedo… Son sentimientos que rodean a Adriana (Luana Giuliani), una joven preadolescente en la Roma de los años 70, atenazada por las dudas en torno a su identidad sexual, a la que contemplamos en plano cenital mientras crea una intrincada red que conecta aleatoriamente las antenas del edificio donde vive. Acabada su desesperada tarea, mira al cielo y suplica: "¡Mandadme una señal, un mensaje!". El contraplano que entonces llega es el rostro sereno y cautivador de Clara, su madre, encarnada por Penélope Cruz, y así echa a andar 'L'Immensità', primera película del prestigioso realizador romano Emanuele Crialese en once años. 

'L'Immensità' se estrenó hoy en España tras su tibia acogida en el Festival de Venecia, dentro de la Sección Oficial pero fuera de competición en la 67 Semana Internacional de Cine de Valladolid. En clave de melodrama, el autor de 'Terraferma' empuja al espectador hacia un viaje en el tiempo y en el espacio hacia el territorio de su infancia, salpicado de recuerdos personales que se adivinan como bastante íntimos. 

La familia Borghetti acaba de mudarse a uno de los numerosos edificios recién construidos en la ciudad. Pese a las hermosas vistas de Roma desde el último piso, ya no están tan unidos como antes. Clara y su marido Felice ya no están enamorados, pero son incapaces de separarse. La mujer se refugia de su soledad al cobijo de su estrecha relación con sus tres hijos, pero se adivina en todo momento que está quebrada por dentro, y al borde de la ruptura mental. 

Testigo privilegiado de ello es la hija mayor, Adriana, que a sus once años acaba de aterrizar en un barrio nuevo e intenta amoldarse a una nueva piel, presentándose deliberadamente como un niño (Andrea, se hace llamar) ante los demás chicos del vecindario, entre los que establece un vínculo muy especial con una joven de su edad que sobrevive en un poblado de chabolas cercano. 

El aislamiento al que están sometidas las dos mujeres, madre e hija, es evidente. La primera vive en los rescoldos de un matrimonio fallido, con un marido irascible y violento por el que no siente ya sino repulsión. La segunda, condenada a ser femenina en un colegio segregado por sexos, está convencida de que procede "de otra galaxia" y de que es un ser humano "fallido", al que sus padres "hicieron mal".

Apenas se tienen la una a la otra para sobrevivir en esta historia donde la música ejerce un rol fundamental, como último recurso emocional de ambas para evadirse de la realidad sombría que las rodea. Mientras busca el tono del film, Crialese combina tibios números musicales de estética kistch con instantes de crudeza o violencia que no acaban de resultar demasiado creíbles, algo a lo cual no ayuda demasiado el personaje del padre de familia, un arquetipo que no brinda contrapeso alguno al exceso emocional que desbordan madre e hija.

El misterio en el centro 

En su encuentro con los medios en Valladolid, el director evitó responder a lo que había sucedido desde su último estreno ("lo que ha sucedido ha sido la vida", se limitó a responder a la presentadora), y explicó que la elección de Penélope Cruz como protagonista se debió a que, "mientras escribía el guion, pensaba en una mujer típica, que pudiera ser de ayer, de hoy y de mañana, una mujer de siempre, y Penélope respondía a la perfección a ese arquetipo. Es muy femenina, maternal, y tiene una mirada misteriosa. Para mí el misterio es lo más importante que hay en cada uno de nosotros, no hay por qué desvelarlo todo".

Sobre su método personal de trabajo, señaló que el encuentro con los actores es un instante decisivo para él: "Es el corazón de mi trabajo", destacó antes de subrayar que sería incapaz de dirigir una película sin haberse reunido previamente con ellos "al menos durante dos semanas". En ese periodo, no se limitan ni mucho menos a leer el guion: "Ellos se cuentan la historia, y después cocinamos, comemos, jugamos y nos conocemos... Es fundamental conocerse en la cotidianidad, en la simplicidad, porque eso me permite saber qué lengua tengo que usar con cada uno de ellos luego", destacó. 

Según comentó, los actores infantiles, debutantes todos ellos, no conocían sus líneas de diálogo hasta instantes antes del rodaje de cada toma. "El mismo día se les daba sus líneas de diálogo para memorizar, e iban aprendiendo sobre la marcha", explicó antes de concretar que conoció a Luana Giuliani, que interpreta a Adriana, en una carrera semiprofesional de motocicletas, donde ella compite.

Cuestionado sobre la elección de Raffaella Carrá y Patty Pravo como ejes centrales de los momentos musicales del film, Crialese subrayó que ambas "son dos caras de la misma moneda". "Raffaella encandila a todo el mundo, representa la parte más luminosa del espectáculo, mientras que Patty Bravo es más ambigua y la parte oscura de la luna. Las canciones de las dos forman parte de mi infancia", subrayó.

Además, sobre el tema de Adriano Celentano que presta su título al film, señaló que "explora las posibilidades del lenguaje", un lenguaje que, a juicio del cineasta, necesita reinventarse y exprimir todas sus posibilidades para denominar muchas cosas, especialmente las cuestiones del ser".

Además, reconoció que el film es parte del "álbum de fotos" de su vida. "Necesitamos de nuestra memoria para orientarnos en el presente, y pensé que era el momento de abrir este álbum que va cobrando forma constantemente. Pero soy un director y me gusta representar. No soy amante de la realidad, sino de la verdad, y a veces es más verdadero lo representado que lo que te venden como real. Hay muchas invenciones en la película, no es la crónica de una vida recordada, es una representación visionaria, divertida y dramática de todo lo que me quedó, y contada en 90 minutos", resumió.