Fernando Aller

DESDE EL ALA OESTE

Fernando Aller

Periodista


La nieve, desde aquí

15/01/2021

Isabel Ayuso nos restriega a los españoles alejados de Madrid que en la comunidad autónoma que preside los españoles pagan menos impuestos, las empresas obtienen más beneficios y el círculo virtuoso sigue con más riqueza y más empresas. Es una realidad indiscutible en la que colabora la diáspora de miles de jóvenes que abandonan regiones como Castilla y León, que se han formado con recursos de esta tierra, y que contribuyen con su esfuerzo a la depredación del talento y del esfuerzo ajenos que practican las comunidades ricas, no solo Madrid. La asimetría practicada en la recaudación de impuestos, propiciando el progresivo distanciamiento entre comunidades pobres y ricas, entre zonas de aglomeraciones y esos territorios últimamente definidos como la España vaciada, acaso tenga justificación en el mundo capitalista que nos ha tocado vivir, pero se nos antoja inmoral desde una perspectiva humanista, la que cabría atribuir al concepto de solidaridad, exigible por derecho entre quienes formamos parte de una misma comunidad, de un mismo país.
Es lo que hay. De acuerdo. Pero por eso mismo resulta injustificable que la presidenta de Madrid y su escudero el alcalde, Martínez-Almeida, pretendan añadir escarnio a la esquilmación al pretender para Madrid la declaración de zona catastrófica como consecuencia de los daños provocados por el temporal. Razón tiene el secretario de los socialistas de Castilla y León, Luis Tudanca, al reclamar la reparación de daños con carácter retroactivo por los temporales de frío, nieve y agua sufridos por las provincias de Castilla y León. 
No se trata de minusvalorar ni el daño ni el sufrimiento de otros, pero hay que convenir que a todas luces se sobredimensiona por la única razón de que en Madrid están los medios de comunicación que se atribuyen el calificativo de nacionales, cuando la realidad es que desconocen y ningunean todo aquello que no irradia Madrid. El sesgo informativo de la nevada no cabe achacarlo en este caso a los políticos, sino a la comodidad de los periodistas, reconfortados en la comodidad de haber descubierto la palabra insólito, machaconamente reiterada, para magnificar un episodio natural.