Argüello, contra las respuestas "low cost" a la Iglesia

D. V.
-

"En la Iglesia a veces nos conformamos con respuestas 'low cost', que son las que el mundo quiere como lavadora y ajuste de sus basuras y desajustes", afirmó en la misa crismal el arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal

Argüello, contra las respuestas "low cost" a la Iglesia

"En la Iglesia a veces nos conformamos con respuestas 'low cost', que son las que el mundo quiere como lavadora y ajuste de sus basuras y desajustes. Eso sí, sin cuestionar el Poder establecido", declaraba el arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello, durante la misa crismal de este Jueves Santo que pronunció en la catedral de Valladolid. Llamó a los fieles a "dar un paso adelante" y destacó que "no hay crisis de llamada", lo cual consideró que "sería una blasfemia pensarlo", pero sí "crisis de respuesta" y, "sobre todo, un gran déficit de verdadero deseo por parte de todos nosotros".

Su discurso íntegro fue el siguiente:

Hermanos obispos, presbíteros, diáconos, laicos, matrimonios, cofrades, consagrados, Pueblo santo de Dios:

Los dones de la Pascua se anticipan en esta Eucaristía singular y única en el año litúrgico. En esta Misa crismal del Año jubilar os invito, en la Pascua que esta tarde comenzamos, pero cuyos frutos ya recogemos, a contemplar la herida del costado para descubrir en el Corazón de Jesús el tesoro escondido de amor que se derrama sobre nosotros.

Cuando el Señor ya ha expirado, uno de los soldados, en un gesto de ensañamiento, le traspasa el costado derecho con una lanza y, de un modo misterioso, el costado abierto se convierte en una fuente de la que mana sangre y agua. Este hecho permite entender, a aquellos que miren al Traspasado con ojos de fe y de amor, el significado profundo de lo que sucede en el Gólgota: Dios ha respondido a este acto de crueldad y, en definitiva, al pecado del mundo, revelando de nuevo su voluntad de salvación. A pesar de las apariencias, el misterio de la Cruz no es un acontecimiento de muerte, sino fuente de vida. En la sangre y el agua que brotan del costado traspasado se revela el sentido profundo de toda la existencia de Cristo, que ha llegado a su plenitud en el momento de su muerte, donde ya se nos muestran las gracias que brotan de su Corazón, y que se derraman sobre toda la humanidad.

Como dice la Escritura, "de sus entrañas manarán ríos de agua viva"; "dijo esto refiriéndose al Espíritu que habían de recibir los que creyesen en Él. Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado" (Jn 7, 37-39). El episodio de la lanzada contiene un mensaje teológico: por medio de la muerte de Cristo y gracias a ella, nosotros recibimos el don del Espíritu Santo y, con Él, todos los dones que nos vienen del Corazón herido en la Cruz: el perdón de los pecados, la vida nueva de los hijos de Dios, la comunidad de los discípulos en la que nos insertamos por el bautismo, la Eucaristía que nos une al Señor, su misma misión…

Gracia y paz a vosotros de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos ama, y nos ha librado de nuestros pecados con su sangre, y nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios, su Padre. A él, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

Reino y sacerdocio son inseparables. Reinaré, dijo Jesús al P. Hoyos, y su reinado se extiende en la medida en la que crece un pueblo sacerdotal que ama ofreciendo la vida en sacrificio y reparación.

Los óleos que bendeciremos y el crisma que consagraremos para poder celebrar los sacramentos de la Iglesia, son cauce por donde el tesoro escondido se distribuye y se derrama sobre la iglesia y el mundo.

Su promesa, "reinaré", se realiza en nosotros para extender su reinado. Somos ungidos, cristianos, ungidos, ordenados para edificar un pueblo todo el sacerdotal.

Somos sacerdotes, del Señor, para vivir la caridad, esa nueva y sorprendente forma de amar que rompe la lógica mercantil de la correspondencia.

Somos ministros de nuestro Dios para anunciar el Evangelio según la vocación en la que hemos sido llamados. Todos discípulos, todos misioneros.

Enviados a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos y anunciar el evangelio de la gracia. La libertad, la luz de la verdad y una nueva forma de ser amados y de amar: la gracia. Es necesario descubrir las antiguas y nuevas cadenas que privan de libertad y quizá, de manera especial, ofrecer luz a los ojos del corazón y de la razón que ayude a tomar conciencia de que la libertad si no se fundamenta en la verdad y no se orienta al amor y al bien, se desorienta y es fácilmente manipulable por propuestas tentadoras que esclavizan. Hemos de mostrar el atractivo de la gracia que hace posible acoger, compartir y ofrecer la vida como don. Cuando la libertad se desvincula de la verdad y el bien se tambalea y suele equivocarse.

Nosotros, bautizados, confirmados, eucaristizados, ordenados, UNGIDOS, cristianos.

Hermanos laicos, os corresponde extender el reino de verdad, justicia y paz y hacerlo viviendo sacerdotalmente, es decir, ejerciendo la caridad social y política.

Por el bautismo, la confirmación y la Eucaristía, todos sois responsables de la comunión y misión de la Iglesia. Dad un paso adelante para colaborar en la catequesis, liturgia y caridad organizada de la Iglesia. Algunos quizás podáis ser llamados para ser instituidos en los ministerios de lector, acólito o catequista. Participad en la cercanía a mayores, solos o enfermos.

Sed testigos en casa y en la calle de la libre libertad, de la caridad verdadera y de la verdad caritativa en todas vuestras relaciones y ambientes, para ofrecer una propuesta de vida superadora del relativismo ético, del individualismo compasivo y de tantos enfrentamientos identitarios. Sed cauce de diálogo y encuentro, humilde manifestación de la alegría y la esperanza que brotan de de beber de la copa que llena el manantial que fluye del Corazón de Cristo. Llevad el consuelo y la promoción que surge de la genuina caridad a quien experimenta la enfermedad o el empobrecimiento. Para todo ello, precisáis pertenecer a una comunidad cristiana donde vuestro corazón se forme de manera permanente.

Queridos ministros ordenados, hemos sido expropiados, pobres, célibes, obedientes para orar por el pueblo encomendado y estar enteramente disponibles para ser ministros de la Palabra y del Sacramento, para caminar al lado de los laicos ofreciendo la escucha, el perdón y el discernimiento, para sentaros con ellos en la mesa de la Eucaristía como humilde mediación sacramental para la inmediatez de la Presencia que parte el Pan y lava los pies. Os encarezco lo que ya he recordado este curso:

El dedicar tiempo diario, mensual y anual al silencio y la oración es una acción apostólica necesaria, el mejor servicio al pueblo encomendado. Vivir la fraternidad es una acción apostólica necesaria. Trabajar en equipo pastoral es una acción apostólica necesaria. "Padre que sean uno para que el mundo crea", dice Jesús en su oración sacerdotal de entrega de la vida.

Sois, conmigo, un presbiterio y junto a los diáconos tenemos la solicitud pastoral de toda la diócesis. La imprescindible conversión pastoral que precisamos reclama nuestra conversión a la fraternidad misionera.

Hermanos llamados a la especial consagración, gracias por vuestra presencia en la Diocesis. Sed para toda una permanente escuela de oración, vida fraterna y servicio a los pobres.

Juntos, estamos llamados y enviados en comunión misionera. Esta Misa crismal resalta también nuestras prioridades pastorales:

Anunciar el Amor del Corazón de Jesús.

Ser colaboradores del Espíritu en la Iniciación cristiana que realiza en el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. Os emplazo a poner en práctica juntos nuestro Directorio de los Sacramentos de Iniciación cristiana.

Cultivar la Comunión Misionera en los Consejos pastorales.

Alentar la vida asociada y comunitaria, en asociaciones, cofradías y movimientos.

Llevar consuelo y fortaleza a enfermos de alma y cuerpo.

Y de una manera especial, invocar al Espíritu para proponernos unos a otros la vida como vocación. El Señor nos llama a todos y siempre. No hay crisis de llamada, sería una blasfemia pensarlo, hay crisis de respuesta, pero, sobre todo, hay un gran déficit de verdadero deseo por parte de todos nosotros, influidos por la cultura dominante, de ministros de la Eucaristía y del Perdón, de matrimonios abiertos a la vida, de consagrados que nos interpelen con su estilo de vida y de militantes cristianos dispuestos a dar la vida en el combate espiritual en favor de la verdad, la justicia y la paz. También en la Iglesia a veces nos conformamos con respuestas "low cost", que son las que el mundo quiere como lavadora y ajuste de sus basuras y desajustes. Eso sí, sin cuestionar el Poder establecido

Hermanos y amigos: os invito a entrar en el Misterio Pascual de Jesucristo y a ponernos bajo la Cruz para ser regenerados por la sangre, el agua y el Espíritu que brotan del Corazón de Cristo. Mirando al Traspasado quedamos sanados de nuestras dolencias y pecados y atraídos por la belleza de un Amor inédito y transfigurador.

Alegre y Santa Pascua.