Desde la primavera de 2014 a la de 2016, el virus del Ébola, que causa fiebre hemorrágica, mató a más de 11.000 personas y contagió a más de 28.000 en África Occidental, además de provocar la alarma de Europa y América por algunos casos importados con una enfermedad cuya mortalidad era del 90 por ciento hasta que llegaron los primeros tratamientos específicos.
«El riesgo ahora es mucho más bajo porque las alertas se detectan antes» y se activan los protocolos de emergencia regionales. «Un solo caso de ébola ya es una epidemia», asegura Miriam Alía, la responsable de vacunas y respuesta a brotes epidémicos de Médicos sin Fronteras (MSF). Sin embargo, el cambio climático, la deforestación y la globalización son una amenaza para que los brotes afecten más a las ciudades donde se concentra mayor población.
La sanitaria ha trabajado sobre el terreno en varias epidemias de ébola. Las últimas se han producido en República Democrática del Congo en 2018-2019 y en Uganda en 2022.
La vacunación, una clave para frenar la expansión de las epidemias. - Foto: EFE«No es una enfermedad que se pueda erradicar porque el reservorio es animal», se transmite al hombre a través de animales y luego pasa por los fluidos de persona a persona, recuerda.
Alía afirma: «Riesgo de brotes hay. ¿Qué sean tan grandes como en 2014? No, si se sigue trabajando con la misma premura. ¿Qué haya brotes largos? Sí, si se producen en zonas con otras crisis humanitarias o inseguridad que dificulten las actividades de prevención».
Vacunas y antivirales
Los tratamientos de vacunas y de antivirales contra el ébola, junto a las acciones de prevención, detección y control, han reducido la mortalidad a un 50 por ciento.
La epidemia de 2014 y el miedo de los países europeos y americanos abrió la puerta a los primeros fármacos específicos contra este virus. Ahora existen dos vacunas, contra el serotipo Zaire, el más agresivo, y dos antivirales.
«La vacunación es reactiva al brote, para prevenir la transmisión», aunque se ha observado que en personas ya contagiadas también reduce la mortalidad, y para hacer vacunación preventiva al personal sanitario en países de riesgo, explica la enfermera.
Una de las profilaxis está gestionada por el Grupo Internacional de Coordinación para el Suministro de Vacunas que cuenta con un stock que envía cuando un país declara un brote.
Una segunda vacuna, también contra la variante Zaire, no es eficaz en epidemias al ser complicada su administración de dos dosis con un intervalo de 72 días, pero sí podría utilizarse de forma preventiva para determinados grupos, como los sanitarios, en zonas de riesgo, señala la representante de esta ONG.
También hay dos antivirales para el tratamiento de la enfermedad activa. Pero su distribución no está gestionada por organismos internacionales, a pesar de que las compañías farmacéuticas han recibido 800 millones de dólares para su desarrollo, además de contar con la participación en los ensayos clínicos de los pacientes de los países africanos afectados, según MSF.
«Esos países tienen que tener acceso a los tratamientos de forma automática, por su contribución» en la investigación de esos antivirales, apunta la sanitaria.
Por eso MSF demanda la creación de una reserva internacional de emergencia que garantice que los tratamientos siempre puedan suministrarse en un corto plazo de tiempo a cualquier persona que lo necesite y no haya que depender «de la buena voluntad de las farmacéuticas» y cuya custodia ejerce un banco de bioseguridad de Estados Unidos.
«Hay que poner medidas de control en las primeras fases de la investigación para que el dinero público que se invierte en investigación revierta en los pacientes y no se utilice con ánimo de lucro por parte de las compañías», reclama Miriam Alía.
En recuperación
Sierra Leona, Liberia y Guinea Conakry, 10 años después del tsunami ébola, todavía se están recuperando de la devastación que provocó este virus.
«A los 42 días sin casos comienza la fase de reconstrucción» y así ha pasado en esos países donde se destruyó el sistema de salud, donde murieron muchos de sus sanitarios y donde se dejaron de atender otros problemas ya que el ébola lo arrasa todo y por eso llegaron otras enfermedades epidémicas como el sarampión o la COVID-19.
Además de formar al personal en medidas de prevención y control, hay que reconstruir la percepción que la población tiene del sistema de salud: «Hay una destrucción de la confianza porque tienen miedo de volver a centros hospitalarios con el estigma del ébola».