El policía disfrazado de asesino

A. G. Mozo
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José Manuel, un policía zaragozano, viajó hasta Valladolid para acabar con el marido de su amante · Fingió ser un ladrón para abordarle, quitarle 30 euros y darle dos cuchilladas en el corazón

El 21 de noviembre de 2011, José Manuel, un policía zaragozano de 57 años, se quitó para siempre el uniforme que había lucido con orgullo durante tanto tiempo y lo cambió por un disfraz de asesino calculador y sin escrúpulos. Fue el mismo día en el que el corazón de adueñó de su cabeza, se desplazó a Valladolid, se ocultó detrás de una cobarde capucha y mató de dos cuchilladas al marido de su amante. Móvil «pasional», dijo la sentencia que le condenó a 18 años de prisión por un delito de asesinato con la agravante de... disfraz. Fue el día en el que el policía se convirtió en asesino.

 

Fue el amor furtivo y puntocom con una vieja amiga vallisoletana lo que le convirtió en un criminal. Él y Blanca, cincuentones ambos, se conocían de la adolescencia y en el año 2009 se ‘reencontraron’ en el inframundo internet. En aquel verano ya eran «novios» -tal como reconocieron ambos en el juicio que se celebró en el mes de mayo de 2014- y quedaban en hoteles de distintas localidades y hablaban a diario a través de un teléfono «no oficial» y vía mensajes o correos electrónicos...
 

Discusión telefónica. En 2011 la cosa se fue enfriando, pero José Manuel no acabó de encajar que aquello era el final, según aseguró Blanca en el juicio por la muerte de su esposo. La situación entre ambos se fue volviendo tan tóxica que seis días antes del crimen, hasta tuvo que mediar el marido de Blanca Rosa, conocedor del affaire, y hablar por teléfono con el policía aragonés. Rufino y José Manuel discutieron. Mucho. Era 15 de noviembre de 2011.

 

El domingo siguiente, durante su servicio como policía nacional en el dispositivo de seguridad de las elecciones generales del 20-N, masculló la ‘solución’ al problema que -según su cabeza- le impedía continuar con su relación con la mujer vallisoletana, con la mujer de Rufino.

 

Tras la maratoniana jornada electoral, se subió a su coche y se fue a Valladolid. Varios testigos le sitúan en las inmediaciones de la calle Nicasio Pérez -la víctima y su amante vivían en el número 7 de la céntrica vía- a las 7.20 horas. Como si fuese un cazador, José Manuel aguardaba su presa.
 

Robo de 30 euros. Ya con el disfraz de asesino y paseando por la zona, masculló el crimen. El plan era atacar a Rufino, capataz agrícola, cuando fuese a trabajar. Lo haría al subirse al coche, que lo tenía aparcado en la acera de enfrente, en la misma calle. No habría lugar a la discusión. Ni a la compasión. Fingiría, además, que todo era obra de un ladrón, de un toxicómano capaz de matar para conseguir un botín tan ridículo como 30 euros.

 

A las 8.05 horas, la puerta del portal número 7 se abrió y salió Rufino. Ajeno al macabro plan de José Manuel se dirigió a su Toyota Yaris por el lado de la acera y abrió la puerta del copiloto para dejar en el asiento su riñonera. Fue en ese momento cuando se topó de frente con la ruindad del amante de su mujer. Encapuchado, le dio dos cuchilladas en el corazón que acabaron con su vida en el acto. Mientras, el policía nacional, con su disfraz de asesino, corría por la calle en busca de su coche. Había empezado la segunda parte del plan de José Manuel. Evitar por todos los medios el arresto.

 

Y lo consiguió durante algo más de ocho meses, pero la brillante investigación que hizo el Grupo de Homicidios de la Brigada de Policía Judicial de Valladolid dio sus frutos a finales de julio de 2012.
Las pruebas le situaban como el único sospechoso. Tenía móvil (el pasional) y todas las pruebas jugaban en su contra. Los testigos le situaron en la zona aquel día y él lo justificó diciendo que había ido para cortar con Blanca, pero que se fue al ver a lo lejos todo el dispositivo policial desplegado en la zona tras el crimen.
 

La foto del radar. Lo que no pudo explicar José Manuel es que fuese ‘fotografiado’ por un radar en la N-122, a la altura de Tudela apenas veinte minutos después del crimen. Una multa por exceso de velocidad le situó huyendo de Valladolid. Y el jurado popular que le condenó en mayo de 2014 le envió a prisión. 18 años de cárcel por delito de asesinato... con la agravante de disfraz.