¿Virtud o problema?

Óscar Fraile
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Rodrigo, Carmen y Javier son socios de la asociación de superdotados Mensa · La soledad, los discretos resultados académicos e incluso los problemas con la autoridad marcaron su etapa escolar

La etapa escolar de Carmen Sánchez no fue como la de la mayoría de los niños. Cuando estaba en Primero de Educación General Básica (EGB), y después de someterse a una prueba en su colegio, su entorno familiar y académico se planteó promocionar a la niña directamente a Segundo curso. ¿La razón? El resultado de esa pruebas de aptitudes estaba muy por encima del resto de sus compañeros.


Finalmente se tomó la decisión de mantener a Carmen en el curso que le correspondía. Una gran noticia para ella si se tiene en cuenta que solo el hecho de haber sacado esos resultados le supuso aislarse del resto de los niños. Una promoción a destiempo podría haber sido peor.


A sus 39 años, esta filóloga y programadora de aplicaciones móviles, además de estudiante de Psicología y Criminología, es socia de Mensa, una asociación de personas de alto cociente intelectual (CI) a la que pertencen poco más de 160 personas en España.


Una característica que estas personas no suelen airear a los cuatro vientos. Más bien se diría que la esconden, agachan la cabeza cuando hablan de ella, porque resulta muy complicado hacerlo sin que el resto de interlocutores te cuelguen la etiqueta de pedante.


Y este sambenito se multiplica por mil en el colegio, con niños que no entienden de mesura, que todavía están por moldear. La crueldad allí alcanza sus más altas cotas para convertir una virtud en una pesada carga. «Yo crecí señalada, no jugaba con nadie y pasaba mucho tiempo sola», recuerda.


Rodrigo Jesús Lozano y Javier González, compañeros de Carmen en la asociación, también creen que fue un acierto no promocionarla. «Hubiera sido una condena de muerte en el patio del colegio», bromea Rodrigo. «Te hubiera costado muchas collejas», agrega Javier. Ambos son informáticos y, al igual que Carmen, no destacaron en el instituto precisamente por sus resultados académicos. El hecho de que en su edad más temprana no se gestionaran sus capacidades de una forma correcta fue una piedra en el camino.

 

Muchos de estos alumnos se aburren en clase porque no entienden por qué el profesor tiene que repetir tantas veces algo que ellos han asimilado a la primera. Esto les hace desconectar y, por ende, empeorar sus resultados. Como consecuencia, les resulta muy difícil adquirir unos hábitos de estudio y eso es casi letal a medio plazo. «En el instituto no tenía ningún tipo de hábito de trabajo, el Bachillerato fue una auténtica pena», recuerda Rodrigo. «Yo de pequeña tuve buenos resultados, pero después eran mediocres», agrega Carmen. Por su parte, Javier también incide en que sus notas tampoco eran nada del otro mundo. Aprobaba, sí, pero sin muchos alardes, porque le costaba muy poco hacerlo y no tenía motivación para buscar algo más allá. «Siempre he sido muy vago, nunca me ha gustado esforzarme, quizá influya el hecho de ser el menor de siete hermanos», explica. Sus profesores se lo repetían como un mantra, pero nunca consiguieron que clavara los codos. «En el momento que me enfrentaba a clases que se basaban en memorizar datos lo pasaba muy mal, pero con las lecciones que se basaban en el razonamiento no tenía ningún problema», señala.

 


Los tres entraron en Mensa para estar en contacto con más personas que tuvieran sus mismas inquietudes y que hubiera atravesado por los mismos problemas. En una de las varias asociaciones que hay en España, y limita el acceso a las personas cuyo CI alcance «un valor igual o superior al percentil 98 de la población general en un test de inteligencia correctamente administrado y supervisado».

 

Aunque el valor del CI es diferente en función de la escala que se utilice, en Mensa se puede acceder con un CI «igual o superior a 131 en la escala de Wechsler, 133 en la escala de Stanford-Binet o 149 en la escala de Cattell». Y hay dos vías para entrar en Mensa: mediante una prueba supervisada por la propia asociación o aportando un certificado emitido por un psicólogo colegiado.


Mensa, asociación fundada en Inglaterra en 1946, se marca tres objetivos: «Identificar y promover la inteligencia en beneficio de la humanidad, impulsar la investigación sobre la naturaleza, las características y los usos de la inteligencia y proporcionar a sus socios un entorno social e intelectual-estimulante».

 

Rodrigo hizo esa prueba por pura curiosidad. «Toda la vida te han dicho que eres muy listo y me dije, pues bueno, vamos a ver qué pasa». Y lo que pasó es que entró. «Yo lo hice por confirmarlo», señala Carmen, después de la prueba que le hicieron cuando era pequeña. «A lo mejor suena muy feo lo que digo, pero las relaciones sociales con la gente que no era como yo, a veces para mí no eran suficiente, y pensé que en algún sitio tenía que haber gente como yo», explica. «Yo también lo hice por curiosidad, y no sé si ese día tuve suerte», concluye Javier.