La previa de la operación especial de tráfico de Semana Santa llegó aderezada por el anuncio de la puesta en marcha de las llamadas ‘patrullas integrales’ de la Guardia Civil. El ya exdirector de la DGT, Gregorio Serrano, junto al también exministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, presentaban entonces las «pioneras» motos destinadas a las agrupaciones de Tráfico, con unos ‘miniradares’ como el elemento estrella de esas nuevas maletas. Se presumía de su modernidad, de su versatilidad, de que podían ir sobre trípode o adheridas al guardarraíl de cualquier carretera, de que ya no haría falta la presencia de los equipos de radar móvil en todos los controles... pero la realidad es que, más de tres meses después, y con la Operación Verano de Tráfico ya en marcha, en Valladolid no hay ni rastro de los ‘miniradares’.

Las nuevas motos sí llegaron en tiempo y forma con el resto de los elementos que las convertían -a los agentes que las pilotan, para ser más exactos- en aquellas ‘patrullas integrales’, capaces de vigilar las carreteras de forma autónoma. La gran novedad -a la espera de que lleguen los radares- es que cada uno de los guardias lleva dentro de su nueva maleta tanto un lector de drogas portátil como un etilómetro, artefactos en ambos casos capaces de hacer pruebas válidas sin tener que esperar al Equipo de Atestados. Antes, solo portaban un etilómetro conocido como ‘evidencial’ que les daba un resultado aproximado, pero nunca podía servir de prueba para denunciar a un conductor por ir ebrio. Con las drogas, ni siquiera eso, siempre debían dar aviso a los agentes de Atestados.

La tercera gran novedad de las patrullas integrales eran estos radares anunciados a bombo y platillo pero que apenas han llegado a unas pocas ciudades. Son los llamados Velolaser y que se transportan en las motos dentro de esas nuevas maletas y que pueden ser utilizados por los motoristas en cualquier momento, montado en un trípode o bien acoplado a un guardarraíl.