Juan María Bilbao: «Vamos a renovar nuestra oferta académica para ofrecer cosas distintas a los demás»

Óscar Fraile
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Juan María Bilbao nació en Vitoria hace 57 años y desde el pasado 9 de mayo es el nuevo decano de la Facultad de Derecho

El catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Valladolid (UVa) Juan María Bilbao tomó posesión el pasado 9 de mayo como nuevo decano de la Facultad de Derecho en sustitución de Íñigo Sanz Rubiales. Este vitoriano de 57 años tiene 26 de experiencia como docente (21 en la UVa y cinco en la Universidad de Cantabria) y se marca como objetivo para los próximos cuatro años que esta facultad siga siendo una referencia en la formación a futuros profesionales.

¿Qué puede aportar Juan María Bilbao a la Facultad de Derecho?

En esta facultad, en los últimos años, se ha elegido un decano con un amplio respaldo. Por lo tanto, no podemos hablar de alternancias ni de que yo suponga una ruptura porque la tónica dominante es la continuidad. Esta es una facultad plural en la que tendemos a ponernos de acuerdo con cierta facilidad en la defensa de nuestros intereses. Es cierto que siempre que hay un decano nuevo hay energías nuevas y yo tengo una idea muy clara de renovar y tomar iniciativas para adaptarnos a un entorno muy cambiante. El inmovilismo no es una opción.

¿En qué se van a emplear esas energías renovadas de las que habla? ¿Cuál es el objetivo más importante a medio plazo?

Hay un objetivo fundamental, que es que la enseñanza del derecho en esta Facultad siga siendo una enseñanza de calidad. No somos una academia que da clases, somos un centro de investigación, una escuela de pensamiento crítico. Hay que mejorar la calidad de la enseñanza sobre la base de un profesorado que investiga y está al día. Yo creo que, en buena medida, ya estamos consiguiendo este objetivo, porque nuestros alumnos están ejerciendo funciones muy importante en todos los ámbitos del derecho. Son jueces del Tribunal Supremo, del Constitucional, letrados de administraciones autonómicas, de parlamentos, abogados del Estado, etcétera. Por otro lado, tenemos que diversificar nuestra oferta de grado y de posgrado. Ahora mismo tenemos un grado en Derecho, que es la columna vertebral de la Facultad, pero queremos explorar la posibilidad de ofrecer dobles grados, como el que tenemos en Derecho y Administración de Empresas, que ha sido un éxito desde 2002. Las promociones que están saliendo se cotizan mucho. Pero queremos ver si podemos ofrecer algo distinto a lo que ofrecen otros para atraer a mejores alumnos, no solo de Valladolid, también de regiones cercanas.

¿Habla de una renovación de la oferta basada en las necesidades del mercado?

Por supuesto. Esto no se puede hacer en función de los caprichos del profesorado. Estamos en fase de tormenta de ideas, aunque hay alguna propuesta de un doble grado en derecho y criminología y otros con universidades extranjeras porque no hay mucha oferta en ese sentido. La idea es que alguien pueda dar tres cursos aquí y uno en Alemania, Francia, etcétera. Incluso en universidades de América Latina. Queremos que esta facultad siga siendo una referencia porque tiene mucha historia detrás y pretendemos que tenga futuro. También tenemos interés en repensar el posgrado. Ahora tenemos un máster habilitante, que es necesario para ejercer la abogacía desde el año 2006, pero también tenemos la idea de ofrecer un máster de investigación, que no estaría orientado a ejercer una profesión. También tenemos otro de estudios jurídicos avanzados que no ha funcionado bien, no hemos tenido alumnos suficientes.

En su primer discurso como decano coincidió con el rector de la UVa, Daniel Miguel San José, en criticar las limitaciones que tienen para la renovación del profesorado y el envejecimiento del mismo. ¿Tan grave es el problema?

No es exclusivo de esta facultad, ni de esta universidad. El problema se plantea, sobre todo, en los centros más tradicionales: Medicina y Derecho, y es consecuencia de que en los últimos años se ha bloqueado la renovación del profesorado con una tasa de reposición que ha sido durante años del cero por ciento. Aquí los profesores se jubilaban y se amortizaban las plazas. Durante muchos años no se han incorporado personas jóvenes a los centros, muy especialmente en esta facultad, donde tenemos una media de edad de los profesores de unos 55 años. Esto es insostenible a medio plazo porque va a llegar un momento en el que no se van a poder cubrir las necesidades docentes. Los profesores no se improvisan, necesitan un periodo de formación, de modo que estos relevos hay que planificarlos. Aunque es cierto que los jóvenes que aspiran a tener carrera académica están sobradamente preparados, tienen muchas estancias en el extranjero y una formación espléndida. Hay que tomar medidas ya, porque el problema ya lo tenemos, pero se va a agravar con el paso del tiempo. En los últimos años hemos tenido jubilaciones de profesores muy importantes y eso supone una descapitalización de esta universidad.

¿Qué perspectivas laborales pueden tener los alumnos que salgan ahora mismo de esta Facultad?

La carrera de derecho sigue otorgando un título muy demandado. En España más que en otros países. Es verdad que nosotros hemos acusado un descenso del número de alumnos, pero ha sido porque han proliferado las universidades y prácticamente todas ofrecen este título. Hay más de 70 que lo hacen actualmente en España. También ha influido la evolución demográfica y la caída de la natalidad. Pero, como se suele decir tradicionalmente, este título tiene muchas salidas. Las dos fundamentales son el ejercicio de la abogacía y el sector público, a través de una oposición. Luego hay que tener en cuenta el mundo de la empresa privada. Es cierto que hay un cierto desfase entre la formación que reciben los alumnos en esta facultad y la práctica de la profesión, y estamos intentado reducirlo, en la medida de lo posible. El contenido práctico de nuestras enseñanzas es cada vez mayor. Tratamos de explicar a los alumnos el derecho vivo, law in action, que dicen los americanos. Pero también es verdad que la Facultad de Derecho no es un centro de formación profesional que se limita a garantizar ciertas habilidades profesionales, aunque sean importantes. Se trata de formar a los alumnos en un estilo de pensamiento. Enseñarles a razonar y argumentar, que es el estilo jurídico. Y luego hay que tener en cuenta que les inculcamos los valores de la justicia, la libertad, la igualdad, el respeto a la legalidad y la seguridad jurídica.

¿Hasta dónde llega ese descenso de alumnos del que habla?

En los últimos años nos hemos estabilizado en torno a 180 estudiantes. Es el máximo que admitimos, pero decenas que se quedan fuera. Lo que hay es una gran diferencia entre los alumnos que teníamos hace 30 años y los actuales. Aquí hemos llegado a tener más de 4.000.

¿Qué opinión le merecen los grados 3+2 (tres años de grado y dos de máster)? ¿Es partidario de implantarlos, teniendo en cuenta que cada universidad podrá decidir entre el modelo actual o esta alternativa?

La práctica totalidad de las facultades de derecho que han tratado este tema han defendido el modelo actual y han rechazado esta alternativa. Es muy difícil, por no decir imposible, formar a un alumno en derecho en tres años. Es como una broma pesada porque ya tuvimos dificultades en su momento para pasar de cinco a cuatro años. Supuso un esfuerzo enorme reconvertir el plan de estudio para pasar de la licenciatura al grado. Estamos al límite porque cuatro años nos parece insuficiente para formar a buenos juristas. Es verdad que hay universidades privadas, algunas catalanas, que están interesadas en esta fórmula y pueden que exploten esta posibilidad, pero la inmensa mayoría apuesta por el 4+1 actual, y espero que no haya fisuras en este sentido.

¿A qué cree que responde el interés de este grupo minoritario?

No quiero hacer juicios de intenciones, pero me temo que sea puramente comercial. Un grado de tres años siempre puede resultar más atractivo por suponer un menor gasto para las familias. No creo que haya un interés científico.

Hace poco más de un año que finalizó la reforma de la fachada de la Universidad. ¿En qué estado se encuentra este edificio histórico? ¿Son necesarias más intervenciones?

Tengo pendiente una entrevista con el vicerrector de Infraestructuras para hablar sobre este tema. Es un privilegio ocupar este edificio, que es espléndido, una maravilla. Aquí siempre ha estado la Facultad de Derecho, aunque antes había otras, como la de Filosofía. Pero eso también plantea problemas. Por ejemplo, los alumnos se quejan de que no hay enchufes suficientes en las aulas para recargar los ordenadores, que es la herramienta que utiliza la mayoría para tomar notas. Es un problema de cableado, la red no da para más. Ese tipo de cosas las hemos ido haciendo poco a poco, porque es más difícil aquí que en un edificio nuevo. Renovamos las sillas, que eran de muy mala calidad, y el sistema de aire acondicionado, pero siempre respetando las exigencias de un edificio histórico. En líneas generales, ahora mismo estamos en una situación aceptable.

Todos los años se suceden las novatas entre los alumnos de esta Facultad, incluso en el entorno del edificio histórico. ¿Le preocupa este tema?

Me preocupa mucho, y lo dije en la intervención de la Junta de Facultad cuando presenté mi candidatura. Apelé directamente a los alumnos. Les dije que me habían causado muy buena impresión sus representantes, pero les pedí, a cambio de tratar de atender todas sus demandas, que me ayudaran a evitar esta práctica bochornosa y deplorable. Es una forma de bullying, de acoso. Les trasladé que, si algo me molesta, es cualquier forma de abuso del fuerte sobre el débil.

¿No se puede hacer nada más que apelar a la concienciación de los alumnos?

El año pasado algunos estudiantes de Segundo sacaron a los de Primero de clase y se los llevaron por ahí. Perturbaron el orden y yo les advertí de que ejercería mi autoridad, incluso con acciones disciplinarias. Yo confío en la función preventiva de este tipo de apelaciones porque entiendo que la mayoría de los alumnos es sensible a este tema. Pero ejerceré las acciones disciplinarias con personas de esta facultad que tengan la tentación de hacer estas cosas. Es un asunto que tiene un componente moral importante y que me voy a tomar muy en serio.

¿Qué opinión le merece la labor del anterior decano, Íñigo Sanz?

En la toma de posesión ya hice público mi reconocimiento y gratitud al equipo anterior. A todos los decanos anteriores. Hice expresa alusión a Andrés Domínguez y a Íñigo Sanz, pero también recuerdo a Luis Velasco, a Paloma Biglino, etcétera. Todas las personas que se han prestado a ocupar este cargo lo han hecho muy bien, no tengo ningún reproche. Esto exige mucha dedicación y es un honor, pero no una prebenda.

El consejero de Educación, Fernando Rey, se ha referido a usted como uno de los mejores constitucionalistas del país. ¿Qué opina de la corriente favorable a la reforma constitucional?

Hace tiempo que se debería haber abordado. Tenemos una Constitución muy buena, la mejor posible en 1978. Pero el tiempo pasa y la Constitución lo acusa. No es de recibo que no aparezca prácticamente ninguna mención a la Unión Europea, solo desde la reforma express, o que no estén las comunidades autónomas reflejadas como tales. En muchos puntos necesita una revisión. Los grandes países del mundo, los que nos pueden servir como referencia, reforman sus constituciones con una frecuencia anual o bianual, precisamente para defenderla.

¿No son los mecanismos para reformarla excesivamente rígidos?

Tenemos una Constitución bastante rígida. El procedimiento de reforma de los grandes principios es una carrera de obstáculos. Pero también hemos visto que, cuando ha interesado a las grandes fuerzas políticas, se ha hecho una reforma en 30 días. El problema es más de voluntad política que de procedimiento. Tenemos unos representantes que solo actúan con una perspectiva de corto plazo, en base al rédito electoral, y las cuestiones institucionales nunca están en su agenda. Por ejemplo, está el tema sangrante de la discriminación de la mujer en la sucesión de la corona. Todas las monarquías europeas, sin excepción, han cambiado la preferencia del varón y nosotros no, pese a que hay un acuerdo unánime en la sociedad española. ¿Cómo es posible que no se haga esto? Yo creo que en la próxima legislatura se va a tener que abordar sí o sí, y espero que haya un consenso amplio, aunque no sea fácil en temas como la organización territorial. Pero en 1978 era mucho más complicado hacer una constitución para todos y se hizo. En condiciones mucho más difíciles y posiciones políticas mucho más polarizadas.

¿Qué le pediría en el ámbito académico al nuevo Gobierno que surja del 26-J?

Confío en que dejemos atrás una época de cambios legislativos permanentes, en la que llegaba un Gobierno y aprobaba una ley de educación sin contar con los demás. Es una práctica muy perniciosa y ahora estamos viendo las consecuencias de una ley que no contaba con ese consenso. Uno de los problemas que tenemos en este país es la legislación en caliente. Constantemente estamos cambiando normas, a veces sin esperar a ver el rendimiento de las anteriores, para responder a determinadas alarmas sociales o trasladar el mensaje de que se está trabajando en algún tema.