Solidaridad en Sierra Leona

Luis Amo
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Cooperantes, médicos, misioneros o enfermeros vallisoletanos abundan en el país africano para ayudar a sus habitantes • Desde aquí les llegan alimentos, mobiliario, medicina o ropa

Familia y amigos de Isata Conteh portan el féretro con la equipación del Valladolid. - Foto: Picasa

El miedo y la ignorancia marcan la vida en Sierra Leona. José Luis Garayoa, misionero de la orden Agustinos Recoletos, resume así la actual situación de ciudades como Freetown, la capital del país africano donde precisamente la solidaridad vallisoletana se cuenta por casi todas sus esquinas. Cooperantes, misioneros, médicos y enfermeros que tienen una característica común: voluntarios para intentar salvar el máximo número de vidas. Todos reconocen que Sierra Leona les ha marcado hasta el punto de que sienten un flechazo que les ha robado el corazón, pero un amor y una entrega por y para los demás en la que Valladolid siempre está muy presente: porque ellos son nacidos o pacidos en la capital o provincia, pero sobre todo se sienten agradecidos al alma vallisoletano.


Son tiempos duros aquí por la pandemia del ébola, pero no especialmente mucho más que otros, explica Garayoa, con mitad de corazón navarro y mitad vallisoletano, al señalar que «es ahora, cuando las circunstancias han hecho que aparezca en los medios por el simple hecho de vivir cerca de un virus que está de moda y que amenaza con saltar la frontera de la pobreza. Y es que los misioneros somos mediáticos únicamente cuando Santa Bárbara truena». Este misionero recuerda cuándo fue secuestrado en 1998 en Sierra Leona y, tras pasar una época por el Colegio de San Agustín, regresó a encontrarse con sus hermanos, con los más desfavorecidos. Así, lleva diez años, «actuando como bombero», precisa, es decir, «apagando emergencias en una zona donde la mortalidad en el parto es la más alta del mundo, y donde 4 de cada 10 niños no cumplirá los 5 años».


Su último palo, cuando un rayo procedente de una tormenta eléctrica acabó con la vida de una muchacha de 14 años, Isata Conteh, de la misma aldea en que trabaja este padre. José Luis fue quien ofició su funeral hace una semana, aunque ahora trasciende la imagen del entierro: familia y amigos portan el féretro ataviados con una antigua equipación del Real Valladolid. Camiseta y pantalón con la que, como hacen en muchos partidos de fútbol, procesiones y otras actividades, quisieron despedir a la joven.


Pero... ¿Cómo han llegado hasta Sierra Leona ésta y decenas más de anteriores equipaciones del pucela? Pues gracias a la campaña que, año a año, coincidiendo con las navidades y hasta febrero, organiza el Colegio de San Agustín de Valladolid. Su director, Tomás Sanz, así lo explicó ayer a este periódico, que cada mes de marzo envían un contenedor lleno de material escolar, ropas, alimentación, medicinas e incluso mobiliario. Y, precisamente, en el cargamento de 2008, el Real Valladolid quiso donar decenas de equipaciones para el tercer mundo. La aldea es muy colaboradora y todos se entregan a la causa a los demás, siendo además muy dispuestos con los misioneros, por lo que José Luis les entregó la indumentaria que ayer recuperaron su actualidad en un país azotado por el ébola, el hambre y la desnutrición.