Una jornada muy desigual

César Combarros (Ical)
-

Análisis de las películas a concurso en la tercera jornada de la Seminci

Una jornada muy desigual - Foto: Helen Sloan

Entre aplausos y pateos. En esos dos extremos se movió ayer la sección oficial de la 59ª edición de la Seminci. La jornada comenzó con la proyección de ‘La señorita Julia’  de Liv Ullmann, una adaptación del texto que el dramaturgo sueco August Strindberg escribió en 1888, para poner sobre las tablas un triángulo amoroso diseñado para sacar a relucir la miseria humana, centrándose en la lucha de clases, la perversión de los sentimientos, el amor, el dolor, el odio y la rabia, analizando a modo de un sabio entomólogo las relaciones humanas y la inevitable guerra de sexos, que cosechó numerosos aplausos.

«Lo pasé bien nada más empezar a trabajar en la adaptación, no solo por lo que Strindberg había escrito, sino por razones que me importaban personalmente, como mostrarse o permanecer invisible, dar una imagen que no corresponde exactamente con la realidad, que nos amen por nosotros mismos y no por lo que ven en nosotros, la relación entre los sexos, las crisis», relató ayer la directora.

Por su parte, el realizador alemán Dietrich Brüggemann presentó un ensayo sobre la culpa y los riesgos de los fanatismos religiosos en ‘Camino de la cruz’ su cuarto largometraje, que hace viajar a los espectadores de la Seminci hasta sus orígenes, cuando el festival se centraba exclusivamente en el cine religioso. Con una cámara impasible, que sólo se mueve en tres momentos cruciales del film, la película describe el calvario de María, una niña de catorce años, que vive asfixiada por su entorno. El film se divide en catorce episodios, que se corresponden con los catorce pasos del Viacrucis cristiano, que acompañan e ilustran la evolución de la propia protagonista.

Pateos y protestas. El joven realizador belga Gust Van den Berghe regresó ayer al festival, cuatro años después de participar en Punto de Encuentro con ‘El pequeño niño Jesús de Flandes’, su ópera prima, para participar en la competición de la Sección Oficial con ‘Lucifer’, su tercer largometraje y la coda final a un tríptico sobre “la pérdida natural de la inocencia” cuya segunda entrega fue, en 2011, ‘Blue bird’. La recepción a su película no pudo ser más desfavorable, ya que el público abandonó parcialmente la sala antes del final, y quienes se quedaron lo hicieron para dedicarle silbidos y sonoros pateos tras el desenlace.

La película se filmó en México, cerca del Paricutín, el volcán más joven del mundo, y la radicalidad estética de su apuesta pasa por la utilización exclusiva del Tondoscope, un formato desarrollado por su director de fotografía, Hans Bruch Jr., para plasmar en imágenes la concepción filosófica que el realizador tenía de su historia.