Aburrido y húmedo final

Manuel Illana
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Tarde desapacible en la última de feria suspendida por las fuertes lluvias tras el quinto toro

Habría que echar la vista y la memoria atrás un buen montón de años para recordar una tarde de toros en el coso del Paseo de Zorrilla con el agua como protagonista. Uno recuerda aquella tarde de sábado de feria con Joselito a punto de colgar el vestido de luces, Enrique Ponce y Julián López ‘El Juli’. O aquella otra inolvidable del mano a mano entre Espartaco y Manolo Sánchez. En ambos festejos para nada importó el agua y se celebraron podíamos decir que con normalidad, pero húmeda. La diferencia entre estos dos recuerdos y el de ayer en la plaza es que aquellas dos tardes la plaza estaba hasta arriba con reventa y todo funcionando como mandan los cánones y en la de ayer la plaza ni siquiera estaba cubierta en la mitad de su aforo, y eso que el de ayer, festejo final del abono, era de rejones, con lo que este tipo de corridas han gustado por estas latitudes. Es mucho lo que este mundo está cambiando y uno no se atreve a decir si para bien o para peor.


Diremos para empezar que la corrida tuvo que suspenderse a la muerte del quinto toro porque la tromba de agua caída sobre ruedo y tendidos hacía imposible que los caballos de los rejoneadores pudieran pisar el gran charco de agua que se había convertido el ruedo. Nadie dijo nada y tampoco nadie protestó. El público no veía la hora de abandonar el recinto no solo por la lluvia sino también por lo sosa y aburrida que estaba resultando la corrida de toreo a caballo. Ese público que abandonó los tendidos en busca del refugio de gradas altas y bajas que llegaron a llenarse por completo. Agua, frío y poco más porque la tarde taurinamente hablando dio muy poco de sí, por lo que ayer en Valladolid también se rompió ese tópico que en el mundo del toro siempre ha dicho que esas tardes de agua y larga humedad hacían posible que los toros embistieran más y mejor que en tardes de temperatura y ambiente normal del final de verano. Ni por esas se arregló.


Pablo Hermoso de Mendoza se encontró para empezar con un primer toro que no quería saber nada de nadie. El navarro lo intenta de todas las formas pero su toreo no llega a lucir. Clavó dos rejones de castigo antes del tercio de banderillas en el que montando a Berlín y en zona de chiqueros clava los rehiletes con su facilidad y clase acostumbrada. Es en los medios donde se luce clavando a pitón contrario. Fue montando a Viriato cuando el público comenzó a entrar en ambiente toreando despacio y clavando en su sitio. Las cortas las clavó montando a Pirata. Faena que podía haber sido de premio que no llegó por el mal uso del rejón de muerte. Silencio para el navarro.


De salida colocó dos de castigo en su sitio. El rejoneador y el público disfrutaron en el segundo tercio con Disparate y Dalí como importantes protagonistas. Montando a Pirata brilló en un par de las cortas a dos manos. Otra vez mal con el de muerte aunque el público le obligó a salir al tercio a recibir los aplausos. El toro fue tímidamente aplaudido.

Leonardo Hernández comenzó haciendo las cosas bien y por su sitio en la salida de sus dos toros a los que clavó dos rejones de castigo bien colocados .Quiere hacer las cosas por su sitio en el tercio de banderillas a sus dos toros, dejando llegar y clavando casi siempre al estribo y en los medios. Gustó y se gustó en su primero clavando tres de las cortas al violín entre el regocijo de las gradas. Más de lo mismo o muy parecido en el segundo de su lote, quinto de la tarde, donde volvió a torear sin prisas antes de clavar banderillas largas y cortas dejándose ver y siempre en las cercanías del toro en los cites. Hasta aquí todo bien pero el rejón de muerte le jugó una muy mala pasada en sus dos toros. Al primero lo mató de tres rejones  y tres golpes de verduguillo, al segundo cuatro intentos con el de muerte y dos descabellos escuchando un aviso y viendo como el respetable silenciada su labor. Nos quedamos sin ver al bueno de Leonardo.


Es muy poco lo que podemos decir de Manuel Manzanares en el único toro que mató al que clavó dos rejones de castigo antes de lucirse en banderillas siempre arriba y dejando llegar al toro más entregado que algunos de sus hermanos de camada. Clavó largas y cortas entre aplausos que desaparecieron cuando con el de muerte se entretuvo en unas quince entradas . Escuchó un aviso y su labor fue silenciada. No fue, ni mucho menos la tarde que Manolito Manzanares quería y el público esperaba. Habrá nuevas y más oportunidades, seguro.