La venganza de Junqueras

JAVIER M. FAYA (SPC)
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Tras el serio varapalo recibido el pasado martes por Mas, que insinuó la posibilidad de aliarse con el PSC, el líder de Esquerra frena sus ansias de transparencia en el 'caso Pujol'

El presidente de ERC, Oriol Junqueras, en el Parlament - Foto: EUROPA PRESS

 
El pasado martes, los cimientos mismos de ERCse tambalearon cuando, contra todo pronóstico, el presidente de Cataluña, Artur Mas, les dio calabazas después de que su líder, Oriol Junqueras, aceptara al fin la invitación de CiU para formar parte del Govern y, de este modo, garantizar la consulta del próximo 9 de noviembre. Realmente, ese regalo rechazado era puro veneno porque, de haberlo cogido el convergente, la sedición se hubiera producido al cien por cien. De hecho, el alcalde de San Vicente de las Huertas fue muy explícito:ayudaba para «blindar» la consulta, para asegurarla... porque no se fía un pelo de su socio, al que ha dejado que la crisis y los escándalos lo desgastaran.  
En el seno de Convergencia sentó como un tiro el últimatum dado por sus mejores compañeros de aventura. No se lo esperaban. Los republicanos les habían dado largas continuamente para llevar la pesada carga del poder en tiempos de crisis y ahora la solicitaban, pero no gratis. El precio a pagar era muy alto: nada de medias tintas ni paños calientes en forma de elecciones plebiscitarias. Oconsulta o consulta, saltándose la ley, y la medalla encima se la ponían ellos porque Mas, en su serpeante caminar, en su ambigüedad bien calculada -tuvo un buen maestro en Pujol, que ponía una cara en Barcelona y otra en Madrid durante décadas-, había dado pistas de que estaba dispuesto a renunciar al referéndum porque no quería por nada del mundo un choque de trenes. 
 
¿SIN COMODINES? La partida de póquer del pasado martes entre los dos líderes políticos fue tremenda. Al todo o nada. Quizás pensaba Junqueras que Mas no disponía de comodines, que solo le podía elegir a él o a él, y que, de no hacerlo, se quemaría ante la opinión pública catalana por ser el primero en poner el tren de la independencia en marcha y el último en bajarse. 
Pero sucedió lo imprevisto, que, por primera vez, CiU escuchó los cantos de sirena del PSC. Los socialistas catalanes, que viven una catarsis a ralentí, intentan levantar la cabeza a duras penas y ya la vuelven a hundir tras las dos desertoras que votaron esta semana a favor de la consulta, saltándose por tercera vez la disciplina. Esta vez no serán sancionadas Marina Geli y Núria Ventura. Toda una declaración de intenciones de su jefe, Miquel Iceta, que no quiere correr la misma suerte que su antecesor, Pere Navarro, y no está dispuesto a que su grupo se parta en dos y se disuelva como una pastilla efervescente en un vaso de agua. 
Por eso mismo, no es descartable una alianza entre progresistas y convergentes si al final no hay un referéndum en condiciones, y no de mesitas de playa con cajas de cartón del súper, como las otras pseudoconsultas que se han ido celebrando en los últimos años, especialmente la de diciembre de 2009, que tuvo lugar en 166 municipios con un 70 por ciento de abstención;20 puntos por debajo del referéndum del Estatut de 2006. 
Ycomo Oriol Junqueras le ha visto las orejas al lobo -por mucho que el PSCesté en caída libre, tiene solo dos diputados menos que ERC, 19 por 21-, ha reculado a marchas forzadas. ¿Cómo? Jugando la carta de Jordi Pujol. 
Si hace unas semanas, diversas voces en el seno de CiU le afearon por sumarse al carro de la comisión de investigación por este escándalo -Durán i Lleida entre otros-, ahora parece que vuelve al redil y frena en seco sus ansias de transparencia, algo que le hace ganar puntos con respecto a los políticos socialistas. Pero casi no queda tiempo, ocho semanas... 
En su discurso de media hora en el Debate de Política General en el Parlament, el número uno de Esquerra pasó de puntillas por el tema, mejor dicho, levitó. Al Cap de l’oposició se le vio el plumero y es posible que lo pague muy caro. 
Atrás quedaron duros ataques con frases lapidarias como «Hemos sido víctimas de una verdadera industria de la corrupción, en Catalunya y en el Estado Español» o «Tengo la obligación de poner tanta luz como pueda». 
Ahora se ve Junqueras en una encrucijada después de chupar rueda a los convergentes. Si tapa a CiU, puede que el electorado se desengañe del todo con su partido y se radicalice aún más con CUP y, sobre todo, con Podemos, que promete emociones fuertes. A Mas le interesa agotar la legislatura, y quizás por eso intenta conquistar a base de lengua y religión a la numerosa colonia marroquí -300.000 votos- y a los chavales de 16 años que quiere que voten en la consulta y que puede que lo hagan mejor en 2016 y con la edad reglamentaria. Todo legal, por supuesto.