Triunfo peligroso

AGENCIAS
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Tsipras ha jugado fuerte sus cartas y ha vencido; los helenos le han dado su apoyo en contra del plan de reformas de los acreedores, pero la victoria es una hoja de doble filo

En la disputa con los acreedores internacionales, el primer ministro griego, Alexis Tsipras, apostó todo a una sola ficha, peleó duro contra viento y marea y al final ganó el primer asalto: logró el apoyo de una amplia mayoría de los ciudadanos griegos, que con sus votos gritaron no a las propuestas de más ajustes de los acreedores a cambio de más fondos.
«No hay que subestimar lo que un pueblo es capaz de hacer cuando se siente humillado», declaró el premier antes del referéndum celebrado ayer en Grecia. 
El jefe de la Coalición de Izquierda Radical (Syriza) logró poner a la mayor parte de los ciudadanos helenos de su lado y con su rechazo a la propuesta europea le dieron un importante espaldarazo en las negociaciones con los acreedores, que exigen amplias reformas y recortes para entregar nuevas ayudas al país. 
«¿Quién tiene la frescura de exigir que miles de griegos deban sentir frío?», sostuvo en un discurso desafiante en el Parlamento, cuando los acreedores criticaron las medidas adoptadas unilateralmente por su Gobierno de disponer de 200 millones de euros para las personas indigentes. 
Después de la fuerte disputa con la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), la consulta no solamente se presentaba como una herramienta para votar a favor o en contra de las medidas de austeridad, sino también como un voto de confianza para la política del nuevo Ejecutivo en Atenas. 
El Gabinete de Tsipras, que integra una coalición con el partido populista de derecha Anel, convocó al referéndum por sorpresa el pasado 27 de junio tras una ruptura de las conversaciones entre Atenas y sus acreedores y para que los ciudadanos griegos decidieran el rumbo que se debía seguir en la eurozona. La decisión también llevaba el riesgo aparejado de que la mayoría le diese la espalda a él y a sus políticas, lo que implicaría, casi con absoluta probabilidad, la salida del primer ministro del Ejecutivo, aunque él no lo adelantó. 
Quien sí dio un paso adelante en ese sentido hace unos días en ese sentido fue el ministro de Economía heleno, Yanus Varoufakis, quien anunció su inmediata dimisión si los ciudadanos apoyan el plan de recortes de la antigua troika.
Tras poco más de una semana de campaña, en la que las encuestas vaticinaban un ajustado resultado que en las horas previas a la consulta se decantaba a favor del sí, los griegos dieron la vuelta a los sondeos y ahora, con el no en el bolsillo, Tsipras ha ganado fuerza en el pulso. No obstante, los observadores ya especulan cómo resolverá ahora Atenas la dura disputa con los acreedores y cómo salvará al altamente endeudado país de la bancarrota. 
En el plano interno, Tsipras casi no ha hecho avances desde su victoria electoral el pasado enero. Uno de cada cuatro griegos está sin empleo, los ingresos del Gobierno se reducen drásticamente y no hay crecimiento a la vista para un país que se debilita cada día más.
Atenas está como congelada y a la espera de lo que sucederá en los próximos días. Mientras, muchos ciudadanos han ido sacando poco a poco sus ahorros de los bancos, que por ahora están cerrados, aunque el Ejecutivo ha prometido que volverán a abrir sus puertas hoy mismo o mañana como tarde.
 
Cansados de promesas. Tsipras comenzó su carrera política en los años 90 como líder de las protestas de escolares. Rápidamente, el joven ascendió hasta situarse al frente de los antiguos «eurocomunistas» y en el año 2004 fue elegido líder al frente de Syriza. 
Los vaivenes y tormentas de la crisis financiera griega llevaron al político en enero de 2015 donde nadie lo esperaba: La esperanza de la izquierda griega terminó con el eterno intercambio de Gobierno entre conservadores y socialistas. Muchos griegos estaban cansados de las promesas de los viejos partidos gobernantes que habían llevado al país al abismo y decidieron auparlo a lo más alto y convertirlo en primer ministro. No era un político al uso y sus formas no han cambiado. Obsesionado por cumplir su programa electoral caiga quien caiga, ha llevado a Grecia a una situación muy complicada, aunque, gracias al referéndum que se celebró ayer, puede presumir de verse amparado por la mayoría de los ciudadanos.
Para muchos ciudadanos helenos, el primer ministro sigue siendo un misterio. «Él tiene muchas caras. No lo puedo clasificar», señala un psicólogo en la ciudad portuaria griega de Tesalónica. 
El estilo de Tsipras es inconfundible: siempre en camisa y con sonrisa compradora. El político de 40 años nunca usa corbata, aunque aseguró que comenzará a hacerlo cuando haya conseguido una quita de deuda para su país.