Carlos Villar: «Cámara y Universidad deberíamos trabajar juntas más para no crear empleados 'low cost'»

David Aso
-

El próximo 21 de enero cumple dos años al frente de la Cámara de Comercio, ¿qué tal lo lleva?
Pues mucho mejor ahora que en los inicios. Al principio se me hizo extraño acomodarme y entender parte de la idiosincrasia de instituciones semipúblicas como la Cámara, dado que yo no venía de un servicio público como tal. Al final te tienes que rodar, aprender, ver qué equipo tienes... Aunque ya había trabajado en el pasado en la Cámara, cuando estuve un año como empleado llevando la dirección de Comercio Exterior, necesitaba tener una visión más amplia. La adquirí en los primeros meses y ahora ya estoy a pleno rendimiento.
 
Pues le ha tocado una etapa especialmente delicada para la institución...
Siempre he dicho que para que de alguna manera se me brindara esta oportunidad tenía que ser porque la situación fuera complicada. Si no, habría sido difícil que recayera un puesto con tanto renombre en una persona como yo, con 41 años cuando empecé y siendo el director de una empresa (Protos), aunque también venga de una empresa familiar (Bodegas Frutos Villar) de la que soy accionista. Creo que esto ha pasado por mi juventud, porque conocía la Cámara y por el empuje y las ganas que podía echar en un momento así. 
 
Suele dudarse de cuándo empezó la crisis en España, 2007 o 2008, pero las cámaras tienen 2010 marcado en rojo por la ley que eliminó las cuotas obligatorias de las empresas...
El recurso cameral tenía cierto sentido, desde mi punto de vista, porque era una especie de impuesto sobre los beneficios de las empresas: el 90% lo pagaban las multinacionales, y el 99% de los servicios que venían de ese recurso se ofrecía a las pymes, autónomos y pequeños empresarios, así que a nivel social tenía mucho sentido y así ha estado durante muchísimo tiempo. No olvidemos que las cámaras son instituciones con 130 años, la de Valladolid data de 1886. Pero todo tiene un antes y un después, yo no he reclamado nunca la vuelta a los orígenes del recurso cameral, eso pasó, se tomó una decisión concreta y clara y no estoy echando de menos ese momento. Lo que sí que creo que hay que decir bien alto es que, cuando se quitó, había que ver dónde estaba cada Cámara en ese momento. En nuestro caso éramos una Cámara netamente inversora, contábamos con ese recurso cameral para hacer cosas y dar unos servicios a los empresarios, y la supresión nos pilló con el pie cambiado, de la noche a la mañana. Aquí en las cámaras, a diferencia de la minería, por ejemplo, no hubo periodo de transición. 
 
¿Hasta dónde llegaron las consecuencias de este proceso de reconversión, en plantilla y presupuesto?
Pues nos ha pasado un poco como a las empresas. Pasamos de una situación boyante de la economía y con el recurso cameral a una situación de crisis y supresión del recurso cameral. Tuvimos que reestructurarnos, como la mayoría de las empresas, para ajustarnos al momento actual. La Cámara de Comercio tiene ahora un 50% de la estructura que tenía antes del inicio de la crisis y de la supresión del recurso cameral. No olvidemos que la Cámara contaba con unos ocho millones de presupuesto, de los cuales la mitad venía del recurso cameral y la otra mitad de servicios a las empresas. Con la crisis, el recurso cameral se quitó cuando se aprobó esa ley, y con la crisis, los cuatro millones de servicio a las empresas pasaron a dos porque también las empresas demandaban menos servicios, ya que tenían menos dinero para hacer cosas, así que la crisis también nos afectó como prestadores de servicios. 
 
Ahora tienen entonces la mitad de trabajadores (unos 25) y de presupuesto (en torno a cuatro millones) que antes de 2010...
Con el inicio de la crisis empezamos con dos millones y poco, pero desde entonces hemos ido creciendo y ahora estamos con esos cuatro millones. 
 
Luego dentro de lo malo, se supone que la institución tocó fondo y ahora va a más...
Sí, sí. La Cámara está prestando más servicios cada día, crece la prestación y por tanto también la facturación.
 
¿Y las aportaciones voluntarias supondrán una fuente de ingresos a tener en cuenta realmente?
Cada Cámara puede decidir el importe de las aportaciones voluntarias y qué beneficios pueden tener los aportadores. Después, entre esos aportadores elegirán parte de los plenarios. Nosotros tenemos ahora mismo unas 10 o 12 empresas con aportación voluntaria, hemos querido ir sobre todo a las fundamentales, a las que significan mucho en la estructura empresarial de Valladolid: Michelin, Renault, Acor, ciertas bodegas... son las que más recurso cameral ponían ya en su día. 
 
Pues en España hay cámaras que todavía están esperando voluntarios...
Nosotros tenemos unos 100.000 euros de aportaciones de cuotas voluntarias y la verdad es que hemos empezado hace cuatro días, porque no quisimos ponernos a ello hasta saber que todas las empresas estaban obligadas a permanecer adscritas a las cámaras.
 
El próximo año se supone que será en el que se celebren ya por fin elecciones, aunque todavía no las ha convocado el Gobierno.
Espero que sí se celebren ya, pero no porque yo me vaya a presentar o no, sino porque lo sano es que las haya cuando toca, cada cuatro años, y ahora llevamos más de uno y medio de retraso porque debían haberse celebrado en abril de 2014. Me gustaría que las hubiera para que el empresariado pueda elegir la representación que quiere.
 
¿Entonces no ha decidido todavía si se presentará?
No quiero tomar la decisión mientras no llegue el momento realmente, sólo cuando se convoquen las elecciones.
 
¿Habrá muchos cambios en la estructura de la Cámara todavía?, ¿menos vocales en el Pleno?
Con la adaptación al nuevo régimen de interior de las cámaras habrá menos vocales. Ahora hay 52 y se ajustarán a una proporción de un plenario por cada 1.000 empresas, así que creo que serán 42.
Una vez que el Gobierno anuncie la convocatoria habrá un año por delante de margen para celebrarlas.
 
¿En el caso de la Cámara de Valladolid cuál es la idea, celebrarlas cuanto antes o sin prisa?
Aquí tiraremos más por celebrarlas lo antes posible. Pero sí que es cierto que no estamos de acuerdo con cómo se está planteando desde la Junta la composición del nuevo Pleno. Nosotros pensamos que la industria es muy importante para generar servicios, ya que muchos servicios se apuntalan sobre la industria. Y así lo ha querido hasta ahora la Cámara de Valladolid. De hecho, un 40% de los plenarios pertenecen hoy en día al sector industrial, y en la nueva propuesta de la Junta se quedaría en un 20% solamente, con lo que nosotros no estamos de acuerdo y así se lo hemos transmitido. No quiero decir con esto que vayamos a dilatar en el tiempo ni poner palos en las ruedas para que la convocatoria de elecciones sea lo más tarde. Intentaremos que sean cuanto antes para que el empresario pueda hablar de quiénes quieren que les representen.
 
Con la crisis, las comparaciones entre patronales y cámaras y el debate sobre posibles duplicidades ha sido habitual, ¿cree que realmente son complementarias?, ¿cómo ve esa relación?
Mi relación personal es muy buena con ellos, que eso quede claro. Y yo creo que desde mi punto de vista son totalmente complementarias: cada uno hacemos una labor mejor porque estamos acostumbrados a hacerla y tenemos técnicos más cualificados para ello. Yo por ejemplo soy el presidente de la Asociación de Bodegueros de Valladolid, estoy integrado en la patronal para negociar los convenios laborales, y lo hacen muy bien; ni hacemos eso desde la Cámara de Comercio ni lo pretendo. En cambio, para temas de internacional yo siempre, desde hace 20 años, he salido al exterior con la Cámara, que es donde hay técnicos mejor cualificados. Las cámaras son además la segunda entidad formativa de España, y sus másteres tienen más de un 70 por ciento de inserción laboral real. Así que yo creo que cada uno sabe hacer bien unas cosas, no sobra nadie.
 
Luego entonces las considera complementarias... 
Claro que sí, totalmente. Y además no olvidemos que las cámaras nos debemos a todas las empresas y autónomos, nadie es más ni menos que nadie, porque todos están adscritos a las Cámaras de forma obligatoria, pero ahora sin aportación obligatoria. Además, las cámaras somos corporaciones de derecho público y las patronales son empresas privadas que, evidentemente, se deben más a los que paguen sus cuotas. 
 
Para la Cámara, con o sin crisis, las iniciativas orientadas al fomento de la internacionalización siguen siendo prioritarias.
Por supuesto que sí, es de las cosas que mejor hacemos y por eso seguimos en ello. Por ejemplo tenemos un plan con la Diputación por el que hemos orientado a 500 empresas. Lo primero que hay que hacer es decirle a la empresa si tiene capacidad exportadora o no, si su producto es exportable, y después decirle cómo tiene que hacer. Para desarrollar este tipo de proyectos tenemos que traer fondos europeos y alcanzar acuerdos de confinanciación con el Ayuntamiento o la Diputación, por ejemplo, o con una empresa privada. Y con la Diputación cerramos ese acuerdo de internacionalización.
 
¿Por dónde debe ir ahora la estrategia en comercio exterior?
Yo tengo claro que una de las pocas cosas buenas que tiene la crisis es que muchas empresas, al caer el consumo interno o doméstico, se vieron obligadas a intentar vender fuera para seguir viviendo. Se vio entre 1991 y 1993, cuando se empezó a exportar; años después, con la crisis de las ‘puntocom’; y en esta última crisis también se ha vuelto a notar claramente. ¿Entonces cuál es nuestro cometido? Pues hacer empresas fuertes y enseñarlas a exportar, o acompañarlas en el camino antes de que venga una nueva crisis para que no tengan que hacer todo deprisa y corriendo, que es cuando peor se hacen las cosas. La mejor manera de exportar bien es cuando te va bien en el mercado doméstico y puedes sentar las bases de un crecimiento futuro fuera. Pero para bien o para mal, las empresas con capacidad exportadora tienen que salir fuera de nuestras fronteras, es la única manera de diversificar riesgos y crecer en tamaño, que también es fundamental.
 
¿Cuáles son los sectores con más potencial en internacionalización?
Aquí lo hemos visto claramente y se hablado mucho de que el sector de la gastronomía y la agrolimentación es muy potente, claramente exportable y además con valor añadido, porque somos una región cualitativa: no vendemos sólo cantidad, también calidad, y lo intentamos de una manera marquista, creando valor. Yo creo que al sector agroalimentario hay que darle la potencia suficiente para que salga, y luego hay muchos sectores industriales que seguramente necesiten más tamaño para poder tener esa competitividad y esa salida al exterior, aunque no sea el agroalimentario ni la automoción.
 
La formación es evidentemente otro pilar de la Cámara, sobre todo por los másteres de la Escuela de Negocios, que cuentan con un alto grado de inserción laboral. Un sustento que se supone que va a seguir siéndolo, ¿no?
 
De hecho, una de las principales vías de ingresos era ya ésta incluso cuando teníamos el recurso cameral. La mayor parte de nuestra formación siempre ha sido cobrada, y por lo tanto tenemos que ofrecer una calidad muy alta. Nunca nos hemos conformado con recibir una subvención y formar gente con ella sin más, siempre hemos buscado dar calidad y una orientación hacia el mercado laboral para seguir teniendo alumnos que siguieran queriendo formarse con nosotros. Nosotros sí que vemos las necesidades de las empresas, estamos muy pegados a ellas y planteamos la formación en función de las necesidades del receptor, del que quiere contratar. Por eso después es fácil que haya un alto grado de inserción laboral. Nuestros másteres de hace 20 años no son los de hace 10 ni los de ahora, y nuestros cursos de hoy tampoco son los de hace cinco. Un curso de costes, por ejemplo, fue importante cuando vino el problema de la crisis porque había que ser muy eficiente, y había que ser un experto en costes en tu propia empresa para ello. Ese curso no lo teníamos hace diez años, cuando todo se vendía fácil, pero nosotros vamos adaptando nuestra formación a las necesidades de las empresas. Es la única manera, y si la Universidad lo hiciera así también, la gente estudiaría para un buen puesto de trabajo. 
 
¿Cree que persiste entonces la disonancia entre la oferta de la Universidad y la demanda del empresario?, ¿y en la Cámara no?
La Universidad es muy burocrática, es un elefante que se mueve muy despacio, y la Cámara no tiene esto, se puede mover y cambiar cada año para ajustarse a lo que entienda que demandan las empresas, así que tenemos a mucha gente haciendo prácticas en ellas. Tenemos acuerdos con la mayoría de las empresas de tamaño medio o grande de esta provincia, les preguntamos y te dicen ‘quiero gente experta en logística, en compras o en lo que sea’. Somos muy activos y dinámicos, enseguida cambiamos de rumbo si es necesario, nos adaptamos fácilmente, a diferencia de la Universidad, a la que le cuesta mucho más adaptarse.
 
Cámara y Universidad son en esto competencia directa.
Claro que sí, las cámaras somos la segunda entidad formativa de España, tras las universidades. Somos competencia directa, pero no deberíamos. Tendríamos que trabajar más juntos, decirles por dónde están mirando las empresas para poder hacer másteres conjuntos.Ya tenemos alguno con la UVa y con la UEMC, y tendríamos que focalizar y trabajar más la formación de manera conjunta, para no convertir a aquellos que se forman en empleados low cost. Que estén bien formados y sean competitivos, que generen productividad y, evidentemente, que se les pueda pagar más.
 
Otra clave en la actividad de la Cámara es el fomento del emprendimiento, ¿baraja más iniciativas en esa línea?
Es otro de los pilares de la Cámara. Se podría decir que tenemos cinco: internacionalización y formación, de los que ya hemos hablado; y emprendimiento, empleo y mediación y arbitraje. Sobre el emprendimiento, hacemos toda la cadena de valor, cosa que actualmente no hace ninguna institución. Tenemos la primera Ventanilla Única Empresarial que se puso en marcha en España (1999), donde cualquiera puede abrir una empresa en un día, o con todos los organismos públicos alrededor de ella, y en este tiempo se han abierto unas 5.500. También está la opción de la Oficina de Iniciativas Empresariales, que valora tu proyecto antes de pasar a la Ventanilla para ver si es viable económicamente: si alguien tiene una buena idea pero no sabe nada de economía o de hacer un plan de negocio, se le ayuda para que no se estrelle antes de abrir su empresa. Y en tercer lugar está el vivero de empresas, para ayudar a quien no tiene capacidad financiera a tener su propio local y su estructura, ya que muchas son microempresas que se crean de la nada. En el vivero de Valladolid hay 29 empresas actualmente y diez en el de Medina del Campo.Se les da un sitio físico a un precio muy económico para que puedan dar sus primeros pasos, y todo esto va focalizado al emprendimiento. Así que con estos tres pasos (oficina, ventanilla y vivero) cubrimos al emprendedor en cada fase. 
 
¿Se atreve a indicar un nicho de negocio para el emprendedor?
Es un tema complicado porque lo que la gente busca cada día cambia mucho. Al final lo que sí que hay que tener claro es focalizar siempre hacia aquello que ya está buscando el cliente, ver qué necesidad actual no está satisfecha, en lugar de intentar crear primero la necesidad para luego satisfacerla. Muchas de las nuevas iniciativas se estropean porque tú tienes la gran idea pero resulta que no crea valor al consumidor, y entonces lo que hay que hacer primero es ver al consumidor, no tu idea, y ver lo que le falta. Así, casi seguro que funciona.
 
Y el otro pilar es el empleo...
También la mediación y el arbitraje es un tema que se debe potenciar. De hecho, el Estado español así lo quiere porque todos los juzgados están hipersaturados, y las cámaras pueden ser buenas mediadoras. Además, la de Valladolid se ha juntado con los colegios profesionales y todos están de acuerdo en llevar una iniciativa conjunta para el tema de mediación y arbitraje, que va a empezar a funcionar ya. Y en cuanto al empleo, con estas crisis es el pilar más importante. Abogamos por que todo lo que se haga en esta línea sea con compromiso de inserción, porque está muy bien que metamos mucho dinero para dar formación, asesoramiento a los jóvenes o a los parados de larga duración, pero yo creo que ese dinero tiene que justificarse con un porcentaje ‘x’ de inserción laboral. Porque si no, mucho de esto se va a quedar en la ambigüedad y la arbitrariedad.
 
Hace algo menos de un mes, en un acto con el alcalde, Óscar Puente, anticipaba un próximo acuerdo con el Ayuntamiento de la capital para crear 85 empleos para el colectivo juvenil.
Dentro de los fondos europeos que tenemos, una de las líneas es la del plan de garantía juvenil. Lo gestionan ministerios o comunidades y una parte nos llega también a nosotros para que lo desarrollemos. Y ahí hay asesoramiento, orientación, formación... pero obligación de inserción. Es en esto donde las cámaras son buenas y no por ser mejor que nadie, simplemente por conocer lo que quieren las empresas, por eso podemos orientarles en función de lo que quieren. Uno de los grandes activos de la Cámara es conocer al pequeño y mediano empresario de la provincia. El organismo superior administrativamente, la Junta, suele conocer al ramillete de empresarios de las grandes y medianas grandes, mientras que nosotros somos los que llegamos a las medianas y medianas pequeñas. Sabemos quién es el director general, o el de recursos humanos, qué necesitan y qué no. A la Cámara te puede venir Carretillas Mayor diciendo que tiene que contratar 50 carretilleros nuevos porque ha firmado un contrato nuevo con Renault, por ejemplo, y entonces hacemos un curso de orientación y formación específico porque sabemos que les van a contratar.
 
¿En cuánto tiempo son capaces de montar un curso así?
En nada, somos muy dinámicos, igual tardamos en tener formada a la gente un mes o menos cuando se dan casos así. A eso dedicamos parte del plan de garantía juvenil, y para ello contamos con la colaboración del Ayuntamiento y la Diputación.