Las dos pizarras de Rubi

D.V.
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El Real Valladolid ha dado un paso más en su crecimiento como equipo y se ha demostrado que ya es capaz de alternar sobre la marcha los dos sistemas: 4-2-3-1 y 4-3-3

Las dos pizarras de Rubi - Foto: El Día de Valladolid

El Real Valladolid vive uno de sus momentos más dulces de la era Rubi. El equipo ha recuperado su identidad, vuelve tener a tiro de piedra los puestos de ascenso (es tercero, con el Betis a dos puntos y Las Palmas, a tres) la afición vive ilusionada por la gran imagen que se dejó, con Jonathan Pereira de estrella, en Mallorca.

Los blanquivioleta firmaron un magnífico inicio de temporada, con solo una derrota (en Lugo, que es, precisamente, el próximo rival) en las trece primeras jornadas. Luego llegó la que ha sido, hasta ahora, la peor racha de la liga, con una victoria en cuatro jornadas, que alejaron al Real Valladolid de la cabeza de la tabla. Y, después, en la jornada 18 (era la última de 2014) llegó la reconciliación con aquella exhibición (7-0) frente al Barcelona B.

Fue el punto de inflexión en la trayectoria pucelana. La goleada llegó acompañada de un cambio de sistema que hacía muchos años que no se veía en el José Zorrilla, con un equipo abonado al 4-2-3-1 en su historia reciente: Mendilibar, Djukic, JIM...

De la necesidad... virtud. Rubi, que había jugado toda la temporada con un mediapunta y un delantero, hizo de la necesidad virtud. Con Roger lesionado, no había mucho más gol entre las huestes pucelanas que el de Óscar González. El entrenador catalán se inventó un 4-3-3 inédito por estos lares en el que daba una libertad casi absoluta al ‘10’, dejándole exento de toda responsabilidad defensiva y entregándole el carril central del ataque; Óscar podía subir, bajar, ir en corto o en largo, pasar o rematar... era un hombre libre. Como también se daba más libertad de movimientos a los dos extremos, Jeffren y Mojica, a los que, además, se les reducían sus obligaciones defensivas. Eran tres delanteros a los que el entrenador decidía proteger con un trivote de escuderos formado por André Leao, el capitán Álvaro Rubio y Timor, un tridente de medios centro que combinaba trabajo y calidad. El nuevo Valladolid se completaba con la defensa de siempre (Chica, Rueda, Valiente y Peña) y con Javi Varas bajo palos.

Y el plan no pudo salir mejor ante un inocente Barcelona B, que se llevó siete goles de Zorrilla (dos de ellos de Óscar), y, ya en 2015, en el primer partido del año, en Zaragoza, donde también ganó con relativa facilidad, con otros dos goles de Óscar.

El 4-3-3 se tuvo que abandonar a la semana siguiente, contra el Alavés, por la sanción de André Leao. De inicio, Rubi volvía al 4-2-3-1, con Pereira en punta, pero cuando el equipo vitoriano más apretaba, el técnico dio entrada a Sastre y recuperaba el 4-3-3. Y llegaba la puntilla. Y otra victoria. Yla ‘autodemostración’ de que se estaba creciendo como equipo y que era capaz de alternar sobre la marcha dos sistemas.

El bache de Llagostera. La racha parecía ya imparable. Y más cuando se avecinaba la visita al penúltimo, la Llagostera. Pero el ambiente, el terreno de juego, el campo, el viento y un sinfín de elementos más se alinearon en contra de los vallisoletanos que sucumbían sin paliativos. Con Leao ya operativo, Rubi volvía al 4-3-3 del día del Barcelona B y de Zaragoza, con la única variante de Óscar Díaz en el puesto de Óscar González, lesionado esa jornada. Pero en Palamós nada fue igual.
Rubi decidió entonces volver a dar la vuelta a su pizarra de cara a la visita al Iberostar Stadi de Palma de Mallorca. Allí recuperó el 4-2-3-1 y encontró en el gallego Jonathan Pereira al delantero ideal. Lo que no terminó que cuajar dos semanas antes, frente al Alavés, daba un resultado idílico ante los bermellones, con el ‘24’ haciendo el primer hat trick de su carrera y con un equipo arrollador que le endosó una manita al Mallorca.

Este domingo llega el Lugo al José Zorrilla. ¿Volverá Rubi a girar su pizarra?