El piñón como alternativa

S. Gallo (Ical)
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Un programa de mejora genética desarrollado en los últimos 30 años permite obtener injertos de los mejores ejemplares de pino piñonero de Castilla y León para particulares que opten por esta actividad

El piñón puede convertirse, no tardando demasiado, en una alternativa agrícola más en los campos de Castilla y León. Y hacerlo con rentabilidades muy positivas siempre que la actividad se lleve a cabo con dedicación y con las técnicas adecuadas. De hecho, se estima que los rendimientos podrían multiplicarse hasta por diez “trabajándolo y dedicándose a ello” respecto a los resultados obtenidos actualmente en el monte, que rondan los 200 kilos por hectárea y año en los pinares adultos de la Meseta norte, territorio que comprende a las provincias de Valladolid, Segovia y Ávila, mayoritariamente.

Ello será posible gracias a los resultados del programa de mejora genética desarrollado por la Junta de Castilla y León y la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), que está a punto de finalizar después de 30 años de trabajo, y que ha permitido la selección de los 15 mejores ejemplares de pino piñonero -cinco controlados y diez cualificados- para obtener una colección de injertos con los que se espera “dar el salto” a los viveros, algo que podría ser una realidad en otoño de 2019, y de ahí al campo de la mano de agricultores que apuesten por este sector. Actualmente, la media de producción de los pinares adultos en la Meseta norte es de 200 kilos por hectárea y año, una producción “muy baja”, aunque hay que tener en cuenta que el pino piñonero es un tipo de árbol mediterráneo al que les gusta el mar y un ambiente con la influencia suave del mar, por lo que vivir en el interior de la Meseta “de forma natural” le supone “un esfuerzo muy grande”, de ahí que no se le pueda pedir una rentabilidad mayor. “Demasiado que lo produce y que está con vigor, además de que está respondiendo bien a los escenarios actuales del cambio climático”, explicó a Ical el jefe de la Sección Territorial de Gestión Forestal del Servicio Territorial de Medio Ambiente de Valladolid, y director del programa de mejora genética del pino piñonero, Javier Gordo.

Se calcula que a partir de los injertos obtenidos de los árboles seleccionados el rendimiento del árbol podrá multiplicarse hasta por diez con respecto al obtenido en el monte. “Aunque se multiplicara por cinco”, lo que supondría llegar a la obtención de unos mil kilos en una plantación normal, las ganancias serían “muy importantes”, reconoció Gordo, quien lanzó un mensaje “alentador” después de muchos años trabajando en una materia que deja atrás “un recorrido muy grande” a la vez que “sólido”, con un importante apoyo técnico y científico.

Sin embargo, Gordo advierte de que el pino piñonero es una especie que tiene un carácter vecero, es decir, genera unas cosechas irregulares, a lo que hay que sumar que la piña permanece tres años en el árbol hasta que da fruto, tiempo en el que “pueden pasar muchas cosas” en una zona como la Meseta castellana, motivos que podrían haber sido los causantes de que el pino piñonero no haya alcanzado mayor protagonismo hasta ahora. “Esa es una de las grandes dificultades por las que el pino piñonero no tiene un cultivo como el manzano o el almendro, por ejemplo”, estimó Gordo.

Con este proyecto, lo que se busca a partir de ahora es que la especie pueda cultivarse “fuera del monte” y de los pinares ya existentes, para establecerse también en plantaciones de carácter productivo, que técnicamente podrían denominarse sistemas agroforestales, ante la posibilidad de que la piña pueda combinarse con otros cultivos agrícolas. Esto ofrecería al agricultor o selvicultor “otra alternativa”, además de que los consumos de agua serían mucho menores que en la agricultura tradicional -porque el pino no requiere de mucho agua ni de mucha alimentación- y se obtendría una rentabilidad económica “alta”.

Los orígenes. La utilización del injerto en el pino piñonero en España está documentada desde hace más de 200 años, cuando el científico y botánico Antonio José de Cavanilles se adentró en esta práctica en la zona de levante en el siglo XVIII. En Castilla La Vieja, fue la necesidad de buscar soluciones a la crisis del campo lo que llevó a Federico Baudín en 1965 a estudiar la posibilidad de mejorar la producción del fruto del pino piñonero.

El objetivo de Baudín ya fue la extensión de este árbol mediante injertos de individuos con una buena producción de piña, para mejorar las rentabilidades y poder pasar de un promedio de 1,2 kilos de piña por árbol en los pinares naturales a 20 kilos de piña por árbol en plantaciones injertadas, en un plazo máximo de 20 años. En ese sentido, el tamaño menor de los árboles favorecería la recolección del fruto y reduciría los costes para este fin.

Las primeras pruebas las desarrolló Baudín en 1965 en el pinar de Antequera, por ser un lugar próximo a Valladolid, lo que facilitaba el acceso para el riego, y donde se consiguió un éxito del ocho por ciento. Esta técnica del injertado se consolidó en los años 70, con 23.000 injertos practicados, y programas de multiplicación por injerto que se aplicaron en España y Portugal sobre repoblaciones ya establecidas. En concreto, se eligieron patrones de pino piñonero en Valladolid, Madrid, Badajoz y en la zona de Alcácer do Sal (Portugal), y de pino carrasco en Castellón y Murcia.

Pero la muerte del ingeniero de montes en un accidente de tráfico, interrumpió los trabajos que estaba desarrollando, y los mejores clones obtenidos hasta el momento solo fueron replicados dos décadas más tarde en una parcela en Tordesillas (Valladolid).

En los años 90 se retomó la actividad, con dos líneas de trabajo “complementarias pero claramente diferenciadas”: el papel del pino piñonero como árbol productor de semillas de calidad para la repoblación forestal, para lo que se definieron zonas llamadas masas o roales selectos, en las provincias de Valladolid, Segovia, Ávila, y en los valles del Tiétar y del Alberche; y una línea que es la de las posibilidades que ofrece esta especie como productor de un fruto seco “de gran calidad” y que tiene un valor económico “muy elevado”.

Se empezaron a estudiar los pinos, para lo que se requieren periodos de entre seis y ocho años dada la irregularidad de la especie, para ver si la superioridad de los ejemplares se debe a sus genes o a que se encuentra en un enclave adecuado. Tras este estudio, se seleccionaron 135 árboles en la Meseta Norte (Valladolid, Ávila y Segovia). El siguiente paso fue testarlos en los denominados bancos clonales, donde se separa una parte del árbol llamada púa que se injerta en una planta pequeña, donde se aprecia su comportamiento y, a partir de un análisis estadístico, se determina qué ejemplares son los mejores.

Más tarde la selección de pinos piñoneros se redujo a 35, que se instalaron en un banco clonal en Quintanilla de Onésimo (Valladolid), y siete años más tarde se ubicó una selección en Tordesillas, que también se replicó en Madrid. El resultado de ese estudio es lo que ha permitido llegar a la situación actual, con cinco ejemplares controlados, considerados los mejores de la Meseta norte, y que tienen unas condiciones “más restrictivas” que otros diez pinos seleccionados, y considerados cualificados, en la Comunidad de Madrid .

Cómodo en Castilla y León. El pino piñonero no requiere de condiciones del suelo “muy exigentes” aunque no le agradan los suelos “excesivamente pesados”, porque son especies que no requieren mucho alimento ni agua, por lo que en la mayor parte de los territorios de la Meseta norte “podría tener cabida”. Con la tendencia del cambio climático, el pino piñonero está demostrando un buen comportamiento hacia el norte de la Comunidad, a zonas como Mayorga (Valladolid) o Sahagún (León), que tradicionalmente no han constituido su enclave natural.

Habitualmente, el pino piñonero ha estado presente en un área delimitado por la línea del río Duero hacia el sur, aunque esta tendencia está ampliándose hacia el norte de la Comunidad, un aspecto positivo porque permite ahorrar y economizar agua. “Potencialmente en Castilla y León el territorio es amplio, y en provincias como Palencia, Burgos o León es posible su asentamiento, porque en el interior de la Meseta la especie está cómoda”, incidió Gordo.

Futuro optimista. Una planta injertada tiene un coste aproximado de nueve euros por unidad para ofrecer un árbol “de calidad” y que el usuario pueda tener unas garantías “de futuro”. Desde la administración todavía no se está en condiciones de facilitar ese material “con garantías y papeles” que acrediten el carácter ‘vip’ de esos árboles.

Pero el futuro del fin último de este programa está cada día más cerca, con el fin de poder extender el cultivo y que este pueda combinarse con otros productos como la cebada o la alfalfa, es decir, unos sistemas mixtos, que están “cada vez más demandados” en Europa. Es cierto que los factores ambientales de Castilla y León pueden mermar las cosechas por la dureza del clima, pero más que el frío del invierno, los principales inconvenientes son la aridez y la escasez de precipitaciones, aspectos que pueden solucionarse mediante el riego, aunque siempre es determinante la elección del terreno.

Para conseguir sacar adelante este proyecto ha sido determinante el equipo que ha participado en él, con personal de la Junta de Castilla y León, la Universidad Politécnica de Madrid, el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria (INIA) y del Ministerio de Agricultura de forma directa. Además, han colaborado ayuntamientos, propietarios particulares, los piñeros se han encargado de los trabajos de selección, empresas que se han centrado en el mantenimiento de los dispositivos experimentales, la Asociación Forestal de Galicia (Asfoga), la Diputación de Valladolid, el Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (Itacyl) y los viveristas, que trabajan en la perfeccionamiento del sistema. amos hecho nada.

 

 

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