La OEA estudia expulsar a Caracas de la organización

Efe
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El presidente del organismo, Luis Almagro, se ampara en la Carta Democrática para pedir el cese del país caribeño, porque se ha producido una alteración de su orden constitucional

 
Luis Almagro cumplió ayer un año al frente de la Organización de Estados Americanos (OEA) en pleno choque con uno de sus miembros de más peso, Venezuela, y a punto de dar un paso sin precedentes al aplicarle la Carta Democrática.
Cuando Almagro llegó a la OEA, en los pasillos del organismo se hablaba de un «aura positiva»: tomaba las riendas el excanciller del popular y respetado expresidente uruguayo José Mujica. Hoy en esas mismas estancias solo se escucha una cosa: la Carta Democrática. Todo apunta a que Almagro se convertirá, la semana próxima, en el primer secretario general en aplicar este instrumento a un Estado miembro, Caracas, contra la voluntad de su Gobierno.
La Carta Democrática es un recurso muy sensible no solo porque su última consecuencia es la suspensión de un país de la OEA sino porque hasta ahora siempre se ha aplicado por solicitud o al menos con autorización del país afectado, salvo en el golpe de Estado de Honduras de 2009 por no haber Ejecutivo legítimo en el poder.
Almagro se ampara en la potestad que le otorga el artículo 20 del documento, que autoriza al secretario general o a cualquier Estado miembro a pedir la convocatoria inmediata del Consejo Permanente cuando en un país del ente «se produzca una alteración del orden constitucional que afecte a su orden democrático».
El titular de la OEA es una de las voces internacionales más críticas con el Gobierno del presidente Nicolás Maduro, a quien ha pedido que libere a los «presos políticos», que respete las decisiones de la mayoría opositora en la Asamblea Nacional y que permita la convocatoria del referendo revocatorio contra él que promueve la oposición. 
Las acusaciones del Gabinete de Caracas contra Almagro comenzaron meses antes, el 27 de julio de 2015, cuando el secretario recibió en la sede de la OEA al dirigente opositor Henrique Capriles, una visita que dinamitó un anunciado viaje suyo a Venezuela y el trabajo cauto de sus primeros meses en el cargo para lograr tender puentes con el país caribeño.
Las duras acusaciones que se han prodigado el Gobierno de Maduro y Almagro los últimos 12 meses contrastan con el tono de armonía con el que este último fue elegido el año pasado por casi total unanimidad como nuevo líder de la OEA. «Sabemos que con usted (en referencia a Almagro) podemos marcar una nueva época en esta organización, donde los pilares fundamentales de la misma, como los derechos humanos, no evidencien una utilización política ni un doble estándar en su aplicación. Donde la democracia sepa realmente considerar, descifrar y respetar la voluntad de nuestros electores y nuestros pueblos», comentaba, el pasado 18 de marzo, la canciller venezolana, Delcy Rodríguez.
Sin embargo, el 5 de mayo Rodríguez acusaba a Almagro de urdir «bajas maniobras» para contribuir a una «campaña internacional» promovida por EEUU con el objetivo de llevar a cabo una intervención en Venezuela.
Ayer mismo, el embajador del país latinoamericano ante la organización, Bernardo Álvarez, le acusó de actuar de manera «ilegal» e «irresponsable» y de estar haciendo una «telenovela por entregas» sobre la Carta Democrática y Venezuela para lograr «una altísima exposición mediática».