Verónica Casado apuesta por la Atención Primaria

Ical
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La doctora del centro de salud de Parquesol en Valladolid, reconocida como mejor médica del mundo, reivindica más tiempo para atender a pacientes crónicos y pluripatológicos que requieren "más de seis u ocho minutos"

Admite que aún está en “una nube”. No es para menos. Un año después de ser reconocida como la mejor médica de familia de Europa, Verónica Casado ha conocido hoy que la Wonca (Organización Mundial de la Medina de Familia) la premia como la mejor del mundo. “Es el reconocimiento a una carrera”, señala, aunque de forma humilde anota que “solo” es “una de las miles de personas que han trabajado mucho en diferentes aspectos para mejorar la calidad del sistema, la Atención Primaria y la medicina de familia”. Esta médica de la semFYC alerta de las dificultades de la prestación sanitaria en el medio rural, que se puede corregir, aboga, con fórmulas como la consulta a demanda, pero advierte también de que la sanidad urbana está “fatal”, con déficit de profesionales, algo que conoce bien desde su lugar de trabajo, en el centro de salud del barrio vallisoletano de Parquesol.

A pesar de trabajar en un centro de salud urbano, su compromiso por la medicina siempre ha estado ligado al medio rural. La situación de déficit de profesionales, sobre todo en zonas periféricas, ¿exige un cambio en el modelo?

La dispersión de la población es un hándicap, pero también en el medio urbano estamos fatal. Hay un déficit de profesionales importante, con muchos crónicos, enfermos pluripatológicos que requieren cuidados paliativos a domicilio y no somos suficientes para poder prestar la calidad y tiempo que cada persona se merece. En unos casos por la presión asistencial en el medio urbano y en otros por la dispersión geográfica y la ruralidad. En algunas ciudades no ha médicos y sustitutos suficientes porque no se les ha fidelizado. Formamos un montón de residentes en Castilla y León y se van porque no se les ofrece un buen trabajo. Si no cuidamos la Atención Primaria la calidad que tiene el sistema la podemos llegar a perder.

¿Es partidaria de mantener abiertos consultorios locales en pequeños pueblos con escasos habitantes, o deberían explorarse nuevas fórmulas como la consulta a demanda?

Hay que explorar nuevas fórmulas, porque no es de recibo tener a un médico como loco recorriendo carreteras con la accidentalidad que existe, cuando a lo mejor puedes hacer una atención a demanda, como se hace en Galicia, o centralizarlo en determinados núcleos donde se puede transportar a los pacientes. Y hay otros modelos explorados en otras comunidades autónomas en el medio rural. Tampoco es normal tener un médico de recibo cada 50 habitantes, porque para mantener nuestra competencia necesitamos ver pacientes. Si no ves problemas de salud tu competencia puede disminuir. En Castilla y León tenemos un médico de familia por cada 936 habitantes. Es una barbaridad, pero son medias. En la ciudad los hay con 1.800 y en los pueblos con 50; y eso no se puede tratar de la misma manera.

¿Qué papel debe jugar la medina de familia en el nuevo escenario de la cronicidad?

Absolutamente nuclear. Hemos atendido crónicos toda la vida y pluripatológicos. Pero por la configuración sociodemográfica de la población el problema es mayor. Por eso reivindicamos mucho el tiempo. Un catarro te lo podré resolver en seis u ocho minutos, pero si además acudes al médico porque eres diabético, hipertenso, tienes una cardiopatía isquémica y te acaban de detectar un cáncer, con seis u ocho minutos no hacemos absolutamente nada. Es importante reforzar la atención primaria para dar respuesta al patrón pero también a lo agudo. Estamos formados para poder dar respuesta a la cronicidad de forma extraordinaria, pero con más tiempo y gente.

¿Qué nuevos retos debe asumir la medicina de familia como puerta de entrada al sistema, y qué puede aportar en el objetivo de lograr un modelo más eficiente y más eficaz?

No somos la puerta de entrada al sistema; somos el sistema, el recibidor, el salón, los dormitorios… porque la gente se queda con nosotros. Si atendemos casi 400 millones de consultas en Atención Primaria, son 36 millones los que derivamos a segundo nivel, porque el resto se resuelve en el primero. Es un gran reto. No obstante, estamos construyendo mal la casa. Si lo comparas con los ‘castell’ de Cataluña, cuanto más potente sea la base, más posibilidad hay de sujetarse. Si a esa base le quitas recursos o personas, el castillo entero se cae. Una Atención Primaria provoca que la secundaria y terciaria funciona mejor. Ahora estamos descapitalizando parte de la Primaria y con una financiación bastante escasa afectará a todo el sistema. La crisis nos ha dado de lleno, principalmente a la Primaria.

¿Existe alguna fórmula mágica para reducir costes pero mejorar la asistencia?

Si. Apostar por la Atención Primaria porque es la que ha demostrado en todos los estudios internacionales que es la otorga más eficiencia. Si yo lo resuelvo en el primer nivel será más barato que en el resto, algo demostrado por activa, pasiva y perifrástica. El más caro es la urgencia. Invertir en Atención Primaria es ahorrar mucho a medio y largo plazo y conseguir un sistema más resolutivo. ¿Qué es más importante, atender a una persona que tiene cáncer de pulmón, que lo es, o trabajar desde un inicio para prevenir el tabaquismo y que esa persona no fume y no desarrolle el cáncer? Pues evidentemente las dos, pero quien hace la segunda: la Atención Primaria. Si tengo tiempo para hacerlo puedo conseguir que muchos fumadores lo dejen a lo largo de un año. Y eso es muy importante para el sistema.

¿La medicina de familia sigue siendo poco atractiva para los residentes? ¿Cómo debe evolucionar la especialidad para que aumenten los estudiantes de esta especialidad, más aún ante la fuerte avalancha de jubilaciones que ya está sufriendo el sistema?

Ahora el reto está en mejorar las condiciones laborales de la profesión para que los estudiantes quieran ser médicos de familia. Nosotros tenemos residentes con muy buenos números, vocaciones y especialistas en personas, no ceñirse a un hígado o un corazón, sino a la globalidad. Además, desde hace cuatro años estamos presentes en las facultades de Medicina con asignatura obligatoria. Si nos conocen hay más posibilidades de que nos elijan. La disciplina les encanta pero hay que cuidarla un poco más para que sea más interesante.

En su centro desarrolla un proyecto sobre la educación para la salud en la adolescencia. ¿Son sanos nuestros adolescentes? ¿deben redoblarse esfuerzos desde la escuela y las familias sobre dieta sana, ejercicio…?

Se deben multiplicar esfuerzos. Por ejemplo, el consumo de alcohol cada vez es mayor y más pronto. Y después las redes sociales, que ayudan en muchas cosas pero también pueden ser una fuente de peligros si no se utilizan bien. También hay que estar alerta de la facilidad que existe para el juego o las apuestas, que es una enfermedad. Son importantes y hay que trabajarla con los adolescentes. Al principio es una persona sana que no suele tener problemas, pero está sometida a propuestas de estilo de vida que no son nada sanos; hay que promover el ejercicio, la dieta, hábitos saludables y trabajar con ellos. Y es una población muy receptiva, pero se juega con la presión del grupo, que es muy potente.

¿Qué le aconsejaría a aquellos que no están a favor del calendario de vacunación?

Pues que estudien un poco. Entiendo que exista algún movimiento o que alguna vacuna no ha podido ser lo más eficiente posible, pero las vacunas, junto con los antibióticos, han sido los grandes elementos del nivel de salud del momento actual. ¡Cuidado con esas cosas que se dicen! No tiene ningún blindaje científico lo que se oye del autismo y otras cosas. Y las que están en funcionamiento hay que respetarlas, sobre todo las que forman parte del calendario obligatorio. Enfermedades ya erradicadas y que creemos desterradas, como la polio, pueden volver a aparecer, y sobre todo en un mundo tan globalizado.