Tambores de guerra en Yemen

Agencias / Saná
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Arabia Saudí bombardea por segundo día consecutivo objetivos de los rebeldes huthis en defensa del exiliado presidente Mansur Hadi, que hoy asistirá a una cumbre en Egipto

 
Aviones de combate de la coalición liderada por Arabia Saudí volvieron ayer a bombardear posiciones de los rebeldes huthis en Yemen. Uno de los objetivos de los cazas de Riad fue el palacio presidencial en la capital del país, Saná, controlada por milicianos del movimiento chiita, así como zonas controladas por los insurgentes en el norte del territorio. 
Residentes locales afirmaron que los ataques aéreos se habían centrado en las bases de la Guardia Republicana, leal al anterior presidente, Ali Abdulá Salé, principal aliado de los milicianos huthis, en torno a Saná. La ofensiva se inició al amanecer y también tuvo como objetivo una instalación militar que albergaba misiles. 
Los bombardeos golpearon una base aérea en la región de Marib, al noroeste de la capital, y destruyeron una estación de radar a tan solo cinco kilómetro de las explotaciones petrolíferas de Safer, tal y como informó la población local. La región de Marib no está controlada por los milicianos huthis, pero cuenta con presencia de fuerzas leales a Salé. 
Las ofensiva también se centró en la zona de Saada, una provincia septentrional y principal bastión de los huthis, según indicaron fuentes tribales. 
Esta es la segunda jornada de ataques liderados por el vecino Arabia Saudi, que busca hacer retroceder a los rebeldes chiitas de su extensión en el sur de la península arábiga y respaldar la autoridad del presidente, Abdo Rabbu Mansur Hadi, que se encuentra en Arabia Saudí y que hoy viajará a Sharm el Sheij, en Egipto, para la cumbre de la Liga Árabe.
La intervención saudí supone una escalada militar en la crisis de Yemen, convertida en un tablero geoestratégico con los intereses de los países de la zona representados en ambas partes. Por una parte, los chiitas huthis, que son defendidos por Irán, mientras que los yemeníes sunitas, que apoyan a Hadi, son respaldados por las monarquías del golfo. 
Irán denunció la repentina ofensiva contra los huthis y exigió el cese de las operaciones dirigidas por Arabia Saudí. Así, el ministro de Asuntos Exteriores iraní, Mohammed Yawad Zarif, advirtió de los destructivos efectos para la región que podría tener la intervención saudí. «Estimaciones estratégicas erróneas y ambiciones desproporcionadas de algunos países podrían tener consecuencias devastadoras para la región».       
 
EL PAPEL DE EEUU. Los analistas internacionales coinciden en que los saudíes y sus aliados no tienen la sensación de que Estados Unidos u otra potencia puedan estabilizar la situación, y «por eso tienen que activarse ellos», señala David Rothkopf, responsable de la revista Foreign Policy. 
Sin embargo, EEUU ya presta un efectivo apoyo a Arabia Saudí, un importante aliado en la región. Los militares de Washington brindan ayuda logística y suministran información de sus servicios secretos. También en el frente diplomático pueden contar con el respaldo del Gobierno de Obama. «Entendemos y apoyamos los pasos tomados», indicó un portavoz del Departamento de Estado. Esta actitud permite a Riad ganar un amplio respaldo internacional. 
Pero no deja de ser una intervención militar sumamente arriesgada, pues solo con los ataques aéreos no se va a poder controla la caótica situación en Yemen, ya que a Riad le falta un aliado fuerte en el país, según señala Frederic Wehrey, del think tank estadounidense Carnegie. Y tampoco con una invasión de tropas terrestres se podría ganar una guerra en Yemen, el país más pobre de la península Arábiga, donde no solo tendrían que hacer frente a los huthis, sino también a los clanes sunitas y a una potente rama de la red terrorista Al Qaeda, así como a otros grupos.