Los ciclistas quieren más

A. G. Mozo
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Aficionados, profesionales y familiares de víctimas de la bici exigen un endurecimiento de las penas para los causantes de accidentes. El colectivo apuesta también por ahondar en el «respeto mutuo» en la carretera y por fomentar un trabajo educativo

El día que un camionero despistado por un mensaje de WhatsApp mató a Jesús Negro en la VA-30, Gregorio estaba dando clase. En la vida de este maestro no había más bicis que las de su inolvidable hermano, ni más clases que las que impartía en su colegio. Hoy tiene 46 años, ya lleva dos saliendo a rodar cada fin de semana y dedica gran parte de su tiempo libre, además de a liderar la asociación en memoria de Jesús, a dar charlas formativas de seguridad vial en centros educativos de esta provincia; 1.500 niños han pasado por sus manos y la de su equipo. «Cuando te pasan estas cosas lo que menos quieres es batallar, lo que quieres es meterte en un sitio oscuro y lamerte tus heridas, para pasar el luto, pero yo, una vez que pasó esto, empecé muy pronto a guerrear», explica Goyo Negro.

«Empecé a coger la bici después de lo de mi hermano, como forma de sentirme unido a él, pero solo uso la de montaña, la de carretera no me atrevo; ya hemos tenido bastante en la familia», admite el presidente de la asociación de Amigos de Jesús Negro, desde la que tratan no solo de recordar la figura de Jesús, sino también de «reivindicar un cambio en el Código Penal» y fomentar que haya «más educación en el colegio», sin olvidarse de la solidaridad: «Los beneficios que obtenemos en la marcha BTT que organizamos en su memoria -la mayor de Castilla y León-, los donamos a la planta de Pediatría del Hospital Clínico, en donde trabajaba mi hermano».

#PorUnaLeyJusta. Esta es una de las asociaciones que integran la plataforma #PorUnaLeyJusta, que lleva casi dos años peleando en los despachos políticos para que los partidos al fin impulsen una reforma del Código Penal que eleve el castigo a los conductores que ebrios, drogados o despistados se lleven por delante la vida de un ciclista, un peatón o un motorista, los llamados usuarios vulnerables. Hay avances, pero quieren más, quien hechos, que todo se plasme en leyes. Negro es muy escéptico con los políticos porque «hace año y medio parecía que PP y Cs lo iban a liderar y ahora parece que solo el PSOE se lo está tomando en serio». Para ello, desde Valladolid, él se ha encomendado a Óscar Puente, que «se ha comprometido a impulsarlo en su partido», tal como recuerda Negro: «Los políticos son gente de poco fiar, pero he de reconocer que salí muy contento de la reunión con el alcalde de Valladolid. Eso sí, veremos si el año próximo, cuando hagamos la marcha al monolito, si le tengo que hacer un reproche o dar un abrazo. Salí con sensaciones muy buenas de la reunión».

«Tenemos un Código Penal muy blando. Nos parece irrisorio que una persona vaya drogada o ebria o, como pasó en el caso de Jesús, mirando el WhatsApp, que mate a otra y que solo se enfrente a penas de dos a cuatro años», reflexiona el hermano del fallecido en 2016 en la VA-30. «Nuestro caso se juzga por el actual Código Penal, pero peleamos el cambio, porque no queremos ver indefenso a ningún otro usuario de la vía; por ello, hay que endurecer los artículos 142 y 195».

#PorUnaLeyJusta quiere que el homicidio por imprudencia acabe siempre en juicio penal, más allá de la calificación de la gravedad de la imprudencia (leve, menos grave y grave); y que el delito de la omisión del deber de socorro se aplique con independencia de que el resultado sea la muerte, para castigar a todos esos conductores que se dan a la fuga.

Todos los que forman parte del colectivo de la bici tienen claro que, junto a la educación, no hay otra que llegar a esa reforma del Código Penal que endurezca las condenas: «Se está pidiendo que el que delinque, al menos, tenga un castigo», explica el presidente de la Federación de Ciclismo de Castilla y León, Roberto Coca, quien cree que «en este país, delinquir, en este aspecto del tráfico y la seguridad vial, sale prácticamente gratis».

«Un accidente es un accidente, y lo puede tener cualquiera, pero otra cosa distinta es cuando una persona conduce bajo los efectos de drogas o alcohol, y eso sí que hay que endurecerlo pero muchísimo más, porque eso ya no es un accidente», apunta Manuel Pérez, presidente del Club Ciclista Parquesol, el más numeroso, de carácter aficionado, de Valladolid, quien defiende que las penas se endurezcan «no solo cuando hay ciclistas de por medio, sino en cualquier tipo de accidente en que se dé positivo».

Riesgo diario. El día que Negro fue arrollado por aquel camionero portugués en la Ronda, Anna Pujol también había salido a entrenar. Su condición de profesional le exige salidas diarias, una rutina que va de la mano al riesgo con el que ha de convivir esta ciclista, hermana e hija de profesionales también: «Es raro el día en que sales tres horas sin ningún percance. Atravesar la ciudad para coger una carretera, ya es sufrir el riesgo de ver cómo los coches te pasan a menos de un metro», explica Pujol, quien cree que «falta mucha educación vial» porque «hay gente que todavía no sabe que sí se puede pisar la línea continua y que debe dejar un hueco porque, además, con aire es super peligroso».

Ella también ve una parte de la solución en esa ansiada reforma penal -«si un accidente tuviese una pena mucho más grave, la gente sí se concienciaría», sostiene-, pero también pone el acento en la parte educativa: «Queda muchísimo por hacer, hay que saber cómo se debe comportar uno con las bicis en la carretera. Lo peor es que hay gente que te increpa y dice que no puedes ir de dos en dos, cosa que es mentira y que se debiese saber; o que tienes que ir por el arcén, pero si no está en condiciones de rodar por ahí, pues que no es obligatorio. Quizá al sacar el carné de conducir habría que profundizar en esto...».

Anna Pujol no se olvida del peor susto que ha vivido entrenando, en la carretera que va de La Pedraja a Aldeamayor (sin arcén): «Íbamos 30 personas en grupeta, había mucha niebla y venía un camión de frente adelantando a otro ciclista, que iba en sentido contrario, tuvimos que frenar, hubo caídas, el camión se puso a dos ruedas y milagrosamente volcó hacia fuera de la carretera, sin llegar a pillar a nadie, a pesar de que el chico que iba a mi lado cayó con la cabeza en medio de la carretera; si llega a volcar para dentro, nos mata a todos».

El riesgo está latente siempre, tal como admite el presidente del Club Ciclista Parquesol: «Salimos por carretera porque no lo pensamos, si lo hiciésemos, quizá no saldríamos nunca. Pero es un deporte que nos gusta y eso es lo que nos mueve, por encima del peligro que corres», explica Manuel Pérez Maldonado, quien lidera un grupo de setenta aficionados a la bici: «En nuestro club salimos todos los domingos unas 30 personas de media, pero lo hacemos con vehículo de apoyo, por lo que vamos bastante seguros».

Los demás días, «hay de todo», según apunta este aficionado, que cree que el secreto debe estar en el «respeto mutuo»: «Sí te encuentras con conductores que dejan metro y medio, pero otros casi te pasan por encima. Se debiesen hacer más campañas informativas para los conductores, porque yo me saqué el carné hace un montón de años y jamás me he reciclado, y como yo, todo el mundo».

NI las rutas seguras. Roberto Coca, presidente de la federación regional, también apuesta por la educación porque «es lo único que puede cambiar a las personas». «Los ciclistas salimos cada fin de semana, por cualquier carretera, y los accidentes son muy pocos, pero los que hay son nefastos. La DGT lo ha intentado, limitando el tráfico determinados días y horas, en ciertas carreteras -las llamadas Rutas Ciclistas Seguras, de las que hay cinco, con casi 140 kilómetros en Valladolid-, fijando reducciones de la velocidad máxima, pero que no termina de ser una solución muy buena; sí, apoya el movimiento, pero no es la panacea», concluye.

 


 

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