Rockwell cierra la competición con 'Little Feet', una oda a la infancia y a la magia de la niñez

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El realizador norteamericano Alexandre Rockwell puso ayer punto y final a la competición por las Espigas de la 59ª edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid. El director, que saltó a la fama en 1992 tras ser premiado en Sundance por ‘En la sopa’, y que tres años más tarde participó junto a Quentin Tarantino en la película colectiva ‘Four Rooms’, presentó hoy en la Seminci ‘Little Feet’, una oda en blanco y negro a la magia de la niñez protagonizada por sus propios hijos, Nico y Lana.

La película cuenta la historia de una pareja de niños que vive en Los Ángeles, y que decide emprender un viaja hacia el río, hacia el mar, hacia la liberación. Lana es la mayor, Nico es el pequeño, y ella se ve obligada por las circunstancias de la vida a cuidar y proteger también al pequeño como al padre de ambos, un hombre ausente, incapaz de enfrentarse a la vida desde que su esposa perdió la vida en circunstancias desconocidas para el espectador.

El film arranca con dos preguntas en off: “¿Cómo murió mamá?” y “¿Dónde estará?”. Con el mundo por descubrir, inconscientes aún de la existencia de límites y fronteras, los dos pequeños afrontan su cotidiana existencia como una aventura diaria. Construida a partir de pequeños momentos, de instantes y miradas, la película describe la vida cuando los significados de la vida y la muerte aún no son tan nítidos, cuando lo único necesario para sobrevivir es una navaja multiusos suiza, cuando todo está por descubrir.

“La película surgió de la vida que yo tenía entonces. Frecuentemente me imagino como una mosca en la pared; cuando mis hijos susurraban yo quería ser esa mosca. Me quedaba al otro lado de la puerta y esperaba. Siempre me pareció que el idioma de los niños es poesía pura, y el desafío para mí era introducirme con una cámara en este mundo de la poesía infantil”, explicó.

En su búsqueda de la pureza y de imágenes frescas, explicó que “o eres o actúas”. Respondiendo a la pregunta de cómo reaccionaron sus hijos ante la presencia de un intruso como la cámara, explicó que “a los niños siempre hay que darles un poco de estímulo, les prometíamos una piruleta o un juguete, pero todo tenía que ser muy real”. “Fue una experiencia maravillosa”, resumió.

Reconciliado con su oficio tras este proyecto, Rockwell recalcó que “rodar en celuloide es muy caro ahora, pero esta película, para mí, demuestra que la gente es quien hace películas, no las hace el dinero. Las ideas son más importantes que el dinero”. Además, reconoció la influencia de cineastas como Jean Vigo (‘L’Atalante’ es una de las obras homenajeadas directamente, en clave urbana y sin río), John Cassavettes, Federico Fellini o Werner Herzog. “Entiendo a los directores de cine como una familia, una especie de fraternidad. Siempre pienso que mi idea del paraíso es compartir una mesa con directores de cine, pero siempre estoy al lado de gente distinta. No sé muy bien al lado de quién me gustaría sentarme”, desgranó.

Volviendo sobre Herzog, destacó que el realizador alemán es “un tipo muy serio en su búsqueda de imágenes vírgenes”. “Actualmente, vemos tantas imágenes trilladas, como folletos turísticos, revistas… Cuando observas los primeros dibujos de los niños, son como obras de genios de la pintura, como Picasso. Quería encontrar esa frescura también, crear imágenes como las que harían mis hijos. Quería aportar una imagen fresca, nueva, que además tuviera un aspecto primitivo, antiguo. Una imagen fresca es efímera, no permanece. Hay que atraparla. Con el digital puedes repetir infinitamente las tomas y no hay un momento puro ahí. Cuando trabajas con celuloide, hay que esperar y callar, como en la selva. Hay que observar hasta que aparece el pájaro y luego atraparlo”, explicó.

El realizador norteamericano destacó que “es muy importante que la gente sea dueña del arte y que los dueños del arte no sean los empresarios”. En ese sentido, aplaudió la aparición de plataformas como Kickstarter, a través de la cual financió parcialmente ‘Little Feet’. “La palabra independiente suena muy bien, pero la verdad es que todos dependemos de algo, la pregunta es hasta qué punto estás dispuesto a depender de personas que quieran cambiar tu visión. Si eres David Lynch no hay problema porque si te dan dinero ya saben que estás loco. A través de Kickstarter, la idea es comprar la entrada antes de que la película esté hecha, así la gente está eligiendo qué película quiere ver y la están apoyando. Yo hice películas en los 90, con apoyo de varios países, y cuando perdí la posibilidad de encontrar financiación por la crisis, tenía pocas alternativas: hacer una película para personas que no quieren que haga la película que yo quiero, atracar un banco, vender a mis hijos… En ese momento apareció el ‘crowfunding’ y ha alentado mis esperanzas en el cine”, resumió.