Los otros «bochornos»

Juanjo Fernández
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La ministra de Fomento culpa a Zapatero de los reiterados incumplientos de plazos · La Autovía del Duero, el soterramiento y el Campus de la Justicia llevan proyectados desde hace más de una década

Una de las primeras visitas de obra en 2007, con Cecilio Vadillo y Miguel Alejo.

Que en los tiempos que corren se pueda inaugurar una carretera, aunque sea con retraso de cuatro años, es para celebrarlo. Entre muchas otras razones, porque ya no habrá más incumplientos de plazos. Los 12.000 conductores que de media cada día atraviesan la N-601 entre Valladolid y León pueden usar desde ayer el tramo de autovía que une la capital vallisoletana con Villanubla, infraestructura que se ha hecho de rogar más de seis años desde que se puso la primera piedra. Para la que también hubo foto oficial, por cierto. Teniendo en cuenta que esos 16,7 kilómetros que salvan la célebre y peligrosa curva de Villanubla se han construido a una velocidad de tres kilómetros por año, los 90 que restan por hacer hasta la leonesa Santas Martas podrían estar concluidos en 2043. Agárrense que siguen las otras curvas.


Tiene gran parte de razón la ministra de Fomento, Ana Pastor, cuando culpa como ayer lo hizo a los gobiernos de Zapatero de los «bochornosos» retrasos de la autovía a Villanubla. Hace seis años aún había dineros y buenas intenciones pero al final escaseaban las realidades y las máquinas excavadoras. Sin embargo, tanto o más se puede reprochar a los sucesivos gobiernos de Aznar, Zapatero y Rajoy si el debate gira sobre la inexistente Autovía del Duero -que cuando Álvarez Cascos era ministro de Fomento ya aparecía en los Presupuestos Generales- o el cacareado Campus de la Justicia, que como le gusta decir al alcalde de Valladolid, tan crítico siempre con las previsiones inversoras de cualquier gobierno menos el suyo, desde hace más de una década «sigue durmiendo el sueño de los justos». Por poner dos ejemplos, los más exasperantes para los vallisoletanos junto al soterramiento de las vías del tren, cuyas partidas inversoras en las cuentas del Estado parecen el Guadiana. Este año, sí; este año, no. Sin explicaciones. Por eso los periodistas estamos obligados a preguntar por ello, aunque incomode.


Lo cierto es que, como incidió ayer Ana Pastor, con la que está cayendo ahora mismo, no se le puede pedir a nadie que gaste el dinero que no se tiene, pero sí se le puede exigir que no prometa lo que no se va a hacer. Dentro de este cúmulo de compromisos rotos, anunciar hace veinte días que se podría abrir al tráfico la autovía cuando estuvieran las obras terminadas sin necesidad de esperar a la foto oficial resulta hasta anecdótico. Porque realmente, asqueados de plazos incumplidos y promesas rotas, hoy los ciudadanos preferimos un baño de realismo. Pero de los de verdad, no de los que hay que descubrir entre líneas entre los perennes quebrantos agazapados en los Presupuestos Generales del Estado.