«La violencia de género es una carrera de fondo»

A. G. Mozo
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Entrevista a la nueva fiscal jefe de Valladolid, Soledad Martín Nájera: «Como ciudadana, me preocupa que un político vaya al banquillo, pero como fiscal me da igual; haré siempre lo que tenga que hacer»

Las flores perfuman la entrevista. No porque Martín Nájera sea tibia en sus respuestas -evita charcos, pero siempre se moja-, sino porque en el despacho de la nueva fiscal jefe de Valladolid permanecen los ramos que recibió en su toma de posesión de hace una semana. Comparten protagonismo con esa banda sonora de la incesante llegada WhatsApp, notificaciones de nuevos correos electrónicos, llamadas al móvil y al fijo... y con los clic del fotógrafo que tan poco gustan a Soledad Martín Nájera: «En mi familia soy la que las hace por no salir», confiesa bromeando, a pesar de su fama de seria. Ella es una de esas fiscales que lo es por vocación, no por tradición familiar o por la búsqueda de una salida profesional: «La función del fiscal es algo que me encanta», explica con entusiasmo. «Yo considero que es una de las funciones más libre y honorable en la Administración de Justicia. Yo no tengo por qué acusar a quien no crea que deba hacerlo. Esta es una labor preciosa». Ahora, además, es el rostro y la voz de la Fiscalía de Valladolid.

¿Cuándo toma la decisión de optar al cargo de fiscal jefe?

Cuando el teniente fiscal (José Carlos Jaramillo) anunció que él no iba a solicitar la plaza, porque si él lo hubiera pedido, yo no lo habría hecho. Aunque ya había solicitado antes alguna otra jefatura, puesto que considero que soy una persona que tiene un perfil adecuado para este tipo de puestos.

¿Cómo ha sido el cambio de ser compañera a ser jefa?

Estamos en ello... Pero creo que no va a haber demasiada disfunción porque nos conocemos todos. Soy una persona muy clara, bastante directa... Otra cosa es que, llegado el momento, tome la decisiones que haya que tomar y que no a todo el mundo le guste; pero es lo que hay.

¿Va a haber cambios dentro del organigrama de la Fiscalía?

Ahora mismo no, porque, además, la Fiscalía de Valladolid afronta una serie de juicios que van a durar bastante tiempo y tenemos que ajustarnos a esa situación. En el mes de septiembre está señalado el juicio de las Comfort Letter; es previsible que también se fije el del PGOU; hay otro procedimiento en trámite de una estafa importante con 65 acusados... Son juicios que absorben a un fiscal, por lo que mi planteamiento es atender a esa situación y que los fiscales que los van a llevar tengan el tiempo que necesiten para afrontar procesos que son complejos. En cualquier caso, los cambios deben hacerse con prudencia y con tiempo, y también ver qué opciones plantean los compañeros, porque siempre piensan más 24 cabezas que una.

¿Tiene la Fiscalía de Valladolid los medios materiales y humanos suficientes?

Hay las mismas carencias que hay en todas las fiscalías de España. La plantilla de fiscales es muy ajustada en Valladolid. Es una plaza que es muy peculiar, porque, pese a que la sede del TSJCyL está en Burgos, Valladolid es la sede de los órganos centrales, lo que significa que, pese a que la Fiscalía de Castilla y León tramite los asuntos de los casos de las salas de lo Social y Contencioso con sede en Valladolid, hay muchos procedimientos que se tramitan en Valladolid porque es la sede de los órganos centrales. Por ello, entre otras cosas, siempre estamos tan ajustados de plantilla. Un equipo que, por otra parte, es magnífico, excepcional tanto en términos jurídicos como personales, porque todo el mundo echa una mano cuando se le necesita.

¿Ya tiene listo el argumentario para pedir más fiscales?

La plantilla está prevista para unos determinados servicios. Si ponen jueces de refuerzo en Social o en los juzgados de Familia, eso es algo que también asume la Fiscalía, aunque sin un fiscal de refuerzo y, que yo sepa, aún no tenemos el don de la ubicuidad; no podemos estar en dos sitios  a la vez, ni asumir siete nuevos señalamientos a la semana.

¿Cuántos fiscales más necesita?

Mínimo dos o tres más, porque, además, hay especialidades con mayor problemática. Ahora mismo, criminalidad informática lo estoy llevando solo yo, pero sí debería haber otro fiscal junto a mí.

¿Con qué se queda de la anterior fiscal jefe, Ester Pérez?

Ha hecho una labor impagable en el liderazgo del programa piloto de la Fiscalía Digital. El esfuerzo a la hora de organizar en cuanto a qué tiene que hacer cada operador, el detectar y comunicar problemas, las reuniones por videoconferencia, las presenciales... ha sido todo un esfuerzo enorme.

¿Cómo va esa digitalización?

En la comunicación con el juzgado hay fallos importantes, porque no distingue materias ni urgencia, por ejemplo. Las causas con preso nos preocupan, puesto que tendrían que estar destacadas y no lo están, a pesar de que la ley nos dice que tienen que ser despachadas de la manera más inmediata posible. A nosotros nos gustaría que ayudase en nuestro trabajo, en lugar de que nos lo complique.

¿Usted cree que el futuro pasa por la asunción de la instrucción por parte de los fiscales?

Llegará un momento en el que la instrucción la asuma el fiscal y, de hecho, ahora mismo, en la orden europea de investigación, el fiscal es el único destinatario. Pero yo no quiero la instrucción de cualquier manera. Será un proceso lento, ya que habría que ajustar plantillas. Ahora mismo no podemos asumir la instrucción con la plantilla que tenemos.

La anterior fiscal jefe provincial llevaba directamente ciertos casos, como el de La Perla Negra o el de los Samaniego, ¿usted piensa en repetir ese modelo?

Yo tengo intención de asumir los delitos de odio; los procedimientos en materia de contratación pública, junto a Ana Valle; y, en general, los asuntos más comprometidos, si bien será siempre con otro fiscal, porque yo me puedo poner mala o incluso puedo querer vacaciones de vez en cuando... Los que ahora están en trámite, no, aunque sí que realizaré las funciones propias del fiscal jefe, de supervisión. El de La Perla Negra lo asumirá Ana Valle, mientras que el caso Samaniego sí lo acabará Ester Pérez.

Estos, junto al del PGOU o al de las Comfort Letter, serán (tras el caso Arroyo) los primeros procesos de corrupción política, sentando en el banquillo, en algún caso, a un exalcalde como Javier León de la Riva. ¿Son procesos más delicados por su repercusión mediática?

El término delicado aplicado a un asunto depende de la perspectiva, porque para nosotros es mucho más delicado un asunto en el que está incluida la intimidad o que afecte a derechos fundamentales, por ejemplo. Y eso sí nos preocupa más que un caso de corrupción, aunque mediáticamente sea muy relevante. La Fiscalía va a sentar en el banquillo a quien sea siempre que haya pruebas. Como ciudadana, me preocupa que un político vaya al banquillo, pero como fiscal me da igual; haré siempre lo que tenga que hacer.

¿Hay herramientas (materiales, medios humanos, leyes...) para luchar contra el incremento de casos de corrupción?

Sí. En los últimos años, ha habido una amplitud de la legislación en esta materia.

¿La especialización está lograda de manera plena en este ámbito de la corrupción?

El caso de las Eólicas, por ejemplo, está asumido por un fiscal de la Fiscalía Anticorrupción. Este es un campo que lo suele asumir el fiscal jefe, en cualquier caso.

 

¿El futuro de las fiscalías pasa por la especialización?

Y el presente. Ahora mismo ya hay en materia de violencia de género, de criminalidad informática, de menores, de seguridad vial, de medio ambiente, de siniestralidad laboral, de civil, de social, de delitos económicos, de extranjería y trata de seres humanos, de vigilancia penitenciaria... Está ya bastante cubierto yo creo.

Usted ha sido fiscal delegada tanto de violencia de género como de criminalidad informática, ¿cómo ha evolucionado la lucha en estos campos?

En la criminalidad informática hay cada vez mayor conciencia para dar respuesta a un fenómeno que es tan emergente como este, por el incremento del uso de las nuevas tecnologías. Si cada vez se compra más por internet, hay más asuntos en los que se engaña a gente. Si nos comunicamos más por el móvil o las redes sociales, pues ya no se discute en persona, sino que todo nos lo decimos por WhatsApp. Es un terreno abonado para que las grandes organizaciones criminales cometan ilícitos. Y también para que los pedófilos tengan más medios para acceder a ello.

 

¿Le preocupan especialmente las relaciones entre menores a través de medio digitales que acaban en delitos como el ‘ciberacoso’ o el sexting?

Es algo que nos preocupa mucho, por lo que supone. De un lado, que algo que en la educación no está funcionando; de otro, que todos cuando hemos sido adolescentes, hemos cometido muchos errores, pero ahora las consecuencias son mucho más graves. Se hacen daño a sí mismos y al de al lado.

Usted fue la primera fiscal delegada en violencia de género en Valladolid y después estuvo en Madrid en la Fiscalía General del Estado, en la Sala de Violencia sobre la Mujer, ¿cómo ha evolucionado todo a lo largo de estos 13 años con la Ley Integral?  

En el caso de violencia sobre la mujer, recuerdo que los principios fueron duros, porque hubo que ir afinando criterios de interpretación y organizando el servicio. Con el tiempo se ha logrado una aplicación más igualitaria y que haya cada vez más conciencia de que sí se puede luchar contra una situación de ese tipo.

¿Hay más casos o se denuncia más?

Yo creo que la mujer es cada vez más consciente de lo que no tiene que aguantar, pero la violencia de género es una carrera de fondo, no un esprint. No es fácil para alguien que ha asumido ciertos roles, que ha mantenido una relación tantos años, ser consciente de que eso no es sano... y aún siendo consciente, más difícil todavía es romper con ello, porque es un planteamiento de vida futura distinta, pues muchas veces hay un entorno familiar muy complicado, con niños, con medios económicos limitados... y porque uno cree al otro eso de que va a cambiar. Hay mayor visibilización de la violencia de género y también han ayudado mucho los medios de comunicación, con un tratamiento más adecuado de la información. 

Usted fue fiscal en el juicio por el crimen de Benita del Valle, por ejemplo, ¿los casos de violencia de género han sido los más duros de llevar a lo largo de su carrera?

A mí el que me llegó al corazón fue uno de violencia doméstica. Aquel de la muerte de los dos niños en Parquesol, a manos de su madre, que luego se suicidó en prisión una semana antes del juicio. Ese me llegó muy dentro... hay otras veces que entiendes, bueno, que nunca lo entiendes, pero que puedes llegar a entenderlo, a través de una reacción, pero en este caso no me cabía en la cabeza. Yo soy una convencida de que el que mata a otro no está loco, salvo excepciones, porque todos cuando nos ponen en el límite sí podemos llegar a hacer algo que no es bueno, porque aquí no se juzga a la persona, sino que juzgamos hechos. Pero es que en este caso, a la hora de representarte la situación, porque yo soy mucho de visualizar, es complicado, porque son niños, son sus hijos...Nadie puede llegar a entender que pase algo así».

¿Qué falló en el caso de la pequeña Sara Feraru, del pasado verano?

Yo entonces no llevaba violencia de género ni tema de protección de menores, pero yo creo que fue un problema de tiempo. Pero está muy claro que siempre se puede llegar a mejorar. Y se ha mejorado.

¿Hubo descoordinación entre las administraciones?

No fue por descoordinación. Es que el primer parte llegó, pero es que ahí no se hablaba nada de agresión sexual. Llegó y se tramitó como se tenía que tramitar. Y no llegamos, pero la cosa es que tenemos que llegar. Ese primer parte del día 11 de julio era un parte muy normal de lesiones que se tramitó como había que hacerlo, porque en ese parte no se denotaba que hubiese una situación especial de riesgo. De hecho, el mecanismo se puso en marcha hasta el punto de que ese mismo día (el de la agresión) iba la Gerencia a llevarse a la niña porque la madre no había estado colaborando. No llegamos, pero el sistema, en general, no funcionó mal.

¿No se debió intervenir mucho antes?

En estos temas hay que mantener cierta prudencia. No siempre que se dé un tortazo a un niño, que es algo absolutamente inadecuado, significa que se le va a terminar agrediendo sexualmente. Invadir todo el espacio familiar no siempre es bueno; intervenir sí, pero no de una forma agresiva. No llegamos y teníamos que haber llegado, pero eso no significa que el sistema no funcione.

 

En Valladolid, uno de los grandes problemas que tiene la Justicia es la dispersión de sedes, ¿de qué modo lo padece la Fiscalía que tiene que estar en todas ellas?

En primer lugar por el hecho de que parte de nuestras dependencias, la Fiscalía de Menores está en el paseo del Hospital Militar, muy lejos de la calle Angustias para un eficaz aprovechamiento de todos los recursos, y por el necesario y continuo desplazamiento de los fiscales de menores entre una y otra sede. La Fiscalía de Valladolid lo sufre especialmente, debido a que debe intervenir en todas las jurisdicciones, tanto a efectos de comunicación con los órganos judiciales como de asistencia a vistas u otro tipo de diligencias; el desplazamiento a las sedes de Nicolás Salmerón, de la calle San José, así como al mismo Juzgado de Menores supone tiempo y, por lo tanto, desaprovechamiento de recursos.

¿Le gusta el Campus de la Justicia en el entorno de la plaza de San Pablo, con el antiguo colegio El Salvador o prefería el anterior proyecto de la parcela de Girón?

Creo que es más operativo el del centro porque el ciudadano tiene más medios de transporte para acercarse y realizar las gestiones necesarias.

¿La Administración de Justicia sigue siendo la gran olvidada del sistema español?

Sí. Sobre todo porque yo creo que no puede haber justicias de cinco velocidades. No puede ser que la Justicia transferida a Galicia, por poner un ejemplo, vaya a ritmo distinto a la Justicia del territorio Ministerio, con independencia de que en todos los sitios los jueces sean independientes y todos los fiscales dependamos de quien dependemos, que es del fiscal general del Estado. Pero es que los medios con los que cuentan unos y otros sí son muy distintos.

¿A usted le ha tocado alguna vez perder su independencia?

No. Somos dependientes en la medida de que hay una relación de jerarquía impuesta a través de la unidad del Ministerio Fiscal, que es único en toda España y que hace que todos nos rijamos por las mismas directrices. El problema de la independencia del Ministerio Fiscal se articula a efectos de la cúpula, no a efectos del ‘fiscalito’ de a pie, ese puede ser el reproche porque se debe establecer un sistema diferente. Pero el fiscal, sin duda, tiene que seguir rigiéndose por el principio de unidad de acción. Y la única forma de garantizarlo es hacerlo a través del principio de jerarquía tanto vertical como horizontal, es decir, también en todas y cada una de las especialidades. Por otro lado, yo tengo mecanismos en mi Estatuto para que si me dan una orden que yo entiendo que no es ajustada, para poder decir que no estoy de acuerdo, pedir una junta de fiscales y en el caso de que la junta de fiscales diera la razón al jefe, verme yo eximida de la tramitación de ese asunto.

Entonces sí hay independencia en la Fiscalía...

Es que la jerarquía no significa que se vaya a hacer lo que quiera yo por ser la jefa provincial. Lo que significa es que yo garantizo los criterios, después se discuten las cosas, otro fiscal puede tener los suyos y luego todo se habla y se contrasta, y yo puedo cambiar mi criterio, si se me convence. Es que esto no es el Ejército.

¿En el proceso de Cataluña cree que se ha actuado con absoluta independencia?

Sí. Seguro.

¿Usted no cree que un fiscal pueda actuar dirigido por un Gobierno determinado?

No. Y menos cuando hablamos de unos fiscales del Tribunal Supremo, por supuesto. Fiscales a los que conozco personalmente y cuya profesionalidad está fuera de cualquier duda. Si pensaran otra cosa no solo lo dirían, sino que convocarían la junta de fiscales de Sala.