El Papa Francisco, primer latinoamericano en asumir el Pontificado de la Iglesia Católica en la Historia, volverá hoy a su subcontinente natal en el marco de una gira de una semana que lo llevará por los territorios de Ecuador, Bolivia y Paraguay. 

Francisco, crítico de la injusticia social, el consumismo, el daño a la ecología y las exclusiones, llega en un momento en que Sudamérica sigue siendo un importante granero de vocaciones y de fe, a pesar de que, recientemente, este área ha sufrido un descenso de fieles frente a las corrientes evangélicas. 

Será la segunda vez que el argentino llegue al continente como Santo Padre. La primera fue en 2013, cuando, poco después de empezar el Pontificado, realizó una tumultuosa visita a Brasil. 

Esta vez, los elegidos son países que, en palabras del portavoz del Vaticano, Francisco Lombardi, «no están en las posiciones más altas del mundo en términos de importancia geopolítica». 

Ecuador será la primera parada. Allí, visitará hasta el próximo martes Quito y Guayaquil y tendrá reuniones con varias personas, incluido el presidente Rafael Correa.

«El Santo Padre viene para anunciarnos a Jesucristo», recordó el presidente de la Conferencia Episcospal ecuatoriana, David de la Torre, tras instar al país a «la reflexión y la humildad». El religioso también señaló que «su visita puede generar un rebrote de fe y de paz», al tiempo que resaltó que la visita del Papa es apostólica.

Desde Ecuador, Bergoglio seguirá rumbo a Bolivia, otro país que en los últimos años ha optado por un modelo de izquierdas. Entre el miércoles y el viernes, estará en La Paz y Santa Cruz de la Sierra, donde participará en ceremonias litúrgicas y conversará, entre otros, con el presidente Evo Morales. Por último, la gira finalizará en Paraguay.

El Pontífice volverá a América en septiembre, cuando visite Cuba y Estados Unidos.

 

Ratzinger. Por otra parte, Benedicto XVI pronunció ayer su primer discurso como Papa Emérito, en el que tuvo palabras de gratitud y amor hacia Juan Pablo II. En una alocución dirigida a las autoridades académicas de la Pontificia Universidad Juan Pablo II de Cracovia y de la Academia de la Música de la misma ciudad polaca, que le invistieron como doctor Honoris Causa, reivindicó la figura de su predecesor que definió como «el gran santo».