El Sovaldi me cambió la vida

Óscar Fraile
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Los dos miembros de la Plataforma de Afectados por la Hepatitis C que reciben este tratamiento dicen que su evolución ha sido «espectacular»

Los afectados por hepatitis C están en pie de guerra. Desde que comenzaran a comercializarse nuevos medicamentos que implican una sustancial mejora en sus condiciones de vida, incluso la curación, han salido a la calle para exigir que este tratamiento, excepcionalmente caro, llegue a todos.


De momento solo lo hace a los que se encuentran en una situación más complicada. Los que están en la fase cuatro de la enfermedad. Dos de estas personas son Elisa Blanco y Rodolfo Álvarez, los únicos enfermos de la Plataforma de Afectados por la Hepatitis C de Valladolid que tienen la suerte de poder medicarse con el casi milagroso Sovaldi, la marca comercial que está detrás del principio activo sofosbuvir. Bien es cierto que el consejero de Sanidad afirmó hace poco más de dos semanas que en Valladolid 70 personas ya lo estaba recibiendo.


Pues bien, en las primeras semanas de tratamiento, tanto Blanco como Álvarez ha podido comprobar por qué el Sovaldi ha supuesto una revolución. A Elisa le recetaron este medicamento el 2 de enero después de haber estado tomando Interferón y Ribavirina. Aparte de ser menos efectivo, los antiguos tratamiento dejaban unos terribles efectos secundarios. «Al principio no me encontraba mal, pero con el tiempo bajaron las defensas y se me hincharon las piernas y el vientre», recuerda. Fue una época complicada. «Tuve depresión, muchos días llorando, adelgazando y con muy mal carácter», asegura. Eso, además de tener «muy mal el estómago, como si estuviera embarazada».


Pero todo cambió desde ese 2 de enero. «Me lo recetó un hepatólogo del Río Hortega y en diez días el virus estaba casi neutralizado», explica. No obstante, el tratamiento tiene que seguir durante tres meses con dos pastillas diarias en la comida y la cena. Un tratamiento menos agresivo que las inyecciones que se tenía que poner antes. «El Sovaldi me ha cambiado del todo, me siento otra persona», dice, aunque también toma Simeprevir, otro medicamento revolucionario. Elisa, recién jubilada a sus 65 años, se enteró de que tenía hepatitis C a finales de 2013, cuando fue a hacerse unos análisis después de haber adelgazado mucho. Además, está en la fase cuatro, la más complicada, con una cirrosis hepática severa.


El caso de Rodolfo Álvarez es muy similar, si bien a él le diagnosticaron la enfermedad en 1994 después de detectar las transaminasas muy altas en un control rutinario. Pero puede que haya convivido con la hepatitis C durante casi toda su vida, sin saberlo.  «Posiblemente esté infectado desde niño, cuando me hicieron una trasfusión», sospecha.


Ahora, con 60 años, recuerda el anterior tratamiento. «Al final me lo suspendieron porque no era muy efectivo», recuerda. Como Elisa, también se encuentra en la fase cuatro, con cirrosis. Después de suspender ese tratamiento, en 2013, le volvieron a poner otro, también con Interferón y Ribavirina y «un tercer medicamento», pero el resultado fue el mismo. «A los dos meses me lo quitaron porque no me hacía nada».


Y así llegó el 26 de diciembre, el día que comenzó el tratamiento con Sovaldi, aunque le siguieron suministrando Ribavirina para potenciar sus efectos. «El primero no tiene efectos secundarios, pero el segundo sí, porque hace que bajen los leucocitos y provoca anemia», explica. Pero eso no es nada para lo que ha tenido que pasar. Ahora hay mucha esperanza, que no es un medicamento, pero ayuda a curar. «En marzo me tienen que decir si se ha neutralizado el virus, pero la mejoría ha sido notable, tras el primer análisis ya me dijeron que había bajado la carga viral», dice. Conscientes de su suerte, Rodolfo y Elisa piensan en sus compañeros. Piden que el Sovaldi «llegue a todos», que no se deje de suministrar por dinero. «La salud es lo primero». No se cansan de recordarlo.