Entusiasmado de vivir

Paco Alcántara
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Eduardo Arranz, investigador

Pasión. Es el término que envuelve el discurso de Eduardo Arranz. «Nada importante puede llevarse a cabo sin entusiasmo». Lo apunta para describir la cartografía de su vida y hacer buena la reflexión de Iona Heath, «hallar sentido en el relato de una vida es un acto de creación». El de este inmunólogo, el más importante investigador de la enfermedad celiaca en España, pasa por ilusionarse con lo que hace. Lo expresa moviendo los brazos para recoger toda la energía posible de la estancia en la que nos encontramos. También, para hacerme ver que somos seres en busca de significado, lanzados a un universo que, intrínsecamente, carece de significado.


Casi no pregunto. Escucho y, no sé por qué, comprendo que sólo aquellos que se reconocen vivos y tienen la certeza de su muerte pueden lograr una existencia tranquila y sabia.


«Un buen paliativo que nos consuela de tanto pavor cotidiano es la literatura», sugiere este científico apasionado de la novela americana para quien, cuando se sumerge en un buen relato, no existe nada más.


Puede que conciba el mundo como lo describe Philip Roth, un lugar donde no hay redención, más allá del afecto y los momentos de fugaz felicidad que nos autorizamos a vivir. «Guardo las cicatrices justas, creo que es importante no tener rencor y despreocuparse de lo que hacen y dicen otros», me cuenta el que fundó y presidió la Sociedad Española de Enfermedad Celíaca y, actualmente, es responsable del Grupo de Investigación ‘Inmunología de las mucosas y alergia’ en el Instituto de Biología y Genética Molecular.


Pero, Eduardo Arranz también es un apasionado de la música y comenta, casi exaltado, lo que disfrutó al escuchar Las Sonatas del Rosario, de Biber, esta semana, en la Sala de Cámara del Auditorio Miguel Delibes. Descubrir, estudiar, leer, pasear, escuchar música. Un maridaje alquímico para llevar una vida en paz, junto a su pareja en un pueblo cercano a Valladolid.


Este investigador de aires británicos odia la maledicencia y se muestra orgullo de saber encauzar la energía de otros investigadores para un fin común. En su caso, mejorar la vida de los celíacos. De ahí la importancia de relativizar los éxitos, y apreciar los pequeños momentos. Una caminata con sus perros por el valle del Esgueva. Una charla con su compañera junto a la chimenea. La cita semanal con su viejo profesor, Alfredo Blanco Quirós, para hablar de mil asuntos diferentes, y la investigación.


Jamás se sintió médico de consulta. Lo intentó como facultativo en pueblos como Bercero y Villafuerte. Pero, «me llevaba los problemas de los pacientes a casa». Sin embargo, se fascinó cuando pudo observar los entresijos de la mucosa intestinal a través de un microscopio. Realizó la tesis doctoral en celíaca y trabajó siete años en Edimburgo con una de las mejores especialistas del mundo, Anne Ferguson. «Solo ves lo que conoces, pero, si quieres conocer más te tiene que meter a fondo», cuenta mientras asumo que un científico es una persona que se hace preguntas, que mira a su alrededor, intenta responder cuestiones importantes y contribuir con soluciones.


Hay que imaginarse a Eduardo Arranz pasando muchas horas en su laboratorio de la Facultad de Medicina de Valladolid. Realizando pruebas para conocer cómo se comporta el intestino. Analizando las causas y los efectos, para definir qué moléculas y células intervienen en las dolencias intestinales y bloquear las que originan las enfermedades.

No es difícil, que al acabar lo jornada, camino de su casa, vuelva a decir a quien quiera escucharle: estoy vivo, me puedo entusiasmar.