El cole de los almuerzos prohibidos

A. G. Mozo
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El CEIP Nuestra Señora del Villar planta cara a las alergias alimentarias con un completo plan de prevención que le lleva, incluso, a decretar la prohibición en el patio de batidos lácteos, yogures y frutos secos

Hay un colegio a unos pocos kilómetros de Valladolid que se ha convertido en el paradigma de la prevención de las alergias alimentarias, un problema creciente en la población infantil y que ha llevado al CEIP Nuestra Señora del Villar a implementar un completo protocolo de actuación que supera con creces lo exigible por la Consejería de Educación de la Junta de Castilla y León. Este cole de Laguna de Duero no centra sus esfuerzos en la actuación que hay que seguir en caso de que un niño sufra una reacción alérgica grave (los shock anafilácticos pueden ser mortales), sino en evitar que entre en contacto con los alimentos que le ponen en peligro. 

Para ello, han creado la figura del ‘alimento prohibido’, que ha desterrado los lácteos y los frutos secos del patio del segundo ciclo de Primaria; tienen la ‘carpeta roja’, en la que aparecen las especificidades de cada alumno y que es de obligada lectura por cada profesor que pisa una clase; y hasta exigen que los menores con alergias graves dejen en el centro dos autoinyectables de adrenalina para garantizarse que pueden reaccionar antes incluso de la llegada de una ambulancia.

Todo empezó hace siete cursos y hoy son ya un ejemplo que para la Asociación Basada en la Lucha de los Alérgicos Alimentarios (Ablaa) de Valladolid debe ser «el modelo a seguir por la Junta para que todos los colegios implanten un protocolo tan completo como el del Nuestra Señora del Villar», tal como destaca Ana Isabel Rodríguez, presidente de Ablaa, quien destaca la tarea de este colegio de Laguna porque «demuestra que se toma en serio un problema que, para los que lo sufren, es vital». «Comenzamos hace siete cursos, porque vino un alumno a Infantil con una alergia grave a la proteína de la leche, de tal modo que el niño, con cualquier contacto con ella, sufría choque anafiláctico», recuerda la directora del Nuestra Señora del Villar, Reyes Andrés. «La madre hizo reuniones con los profesores de Infantil para explicarles bien el tema y, como empezaron a salir más, decidimos protocolizarlo porque se nos podía ir de las manos y se podía tener un fallo; y aquí los fallos son garrafales», añade la directora de este colegio de Laguna.

LA ‘CARPETA ROJA’. Porque ellos solitos, sin ayuda de nadie, fueron los que diseñaron un protocolo que ahora ya funciona con la precisión de un reloj suizo. «Cada profesor que llega al centro se lo tiene que aprender y, aunque muchos ya nos lo sepamos, en cada claustro de septiembre siempre lo leemos en voz alta y dejamos las cosas claras», explica Reyes Andrés. Luego llega el trabajo en cada clase del tutor, «que es el máximo responsable, el que revisa los expedientes de cada uno y, con esa información, elabora la ya famosa ‘carpeta roja’, en la que están puestos todos los alumnos con fotografías, con su nombre y apellidos, con su problema médico si lo tiene, su alergia y, en definitiva, con todas sus especificidades».

«Los profesores que entran en ese aula tienen que saber qué hay en ese aula y todo está apuntado en la ‘carpeta roja’», detalla Andrés, quien enumera que «ahí también están los nombres, direcciones y contactos telefónicos de los padres y una tercera persona, así como si el alumno va al comedor, si es de Madrugadores, si hay algún tipo de restricción para la entrega, si hay problemas de custodias, órdenes de alejamiento...». «Está guardada en un sitio que todos los profesores sabemos, en cada aula, pero no a la vista, y recoge toda la información necesaria para tener controlado lo que hay en esa clase. Cada profesor que entra en ese aula, si va a llevar a cabo alguna actividad que conlleve algún tipo de material susceptible de ser peligroso para los alérgicos, o de alimentos, tiene que consultar esa carpeta para saber si hay niños alérgicos en la clase», apostilla Reyes Andrés.

HASTA LAS TIZAS. Porque en los casos de alergias alimentarias de carácter grave, el problema no está solo en la comida, sino también en ciertos materiales escolares en los que se ha detectado la presencia de proteínas de la leche y, por tanto, también provocan reacciones, para lo cual, el CEIPNuestra Señora del Villar también cuenta con tizas anti alergia. «Como las normales llevan la proteína de la leche, en las aulas a las que va las personas alérgicas, tenemos unas especiales, lo mismo que ocurre con algunas marcas de témperas y pinturas», detalla.

Pero con el material controlado y con el servicio de comedor con los menús adaptados a los diferentes tipos de alergias (igual que ocurre en todos los centros públicos de la región), el momento crítico está en el momento del almuerzo. «Aquí se ha actuado en el caso de alergias graves, de las que ponen en riesgo la vida de un niño, y se ha decidido prohibir ese tipo de alimentos en todos los cursos que coinciden en el mismo patio», argumenta Reyes Andrés. La dirección envía a todas las familias afectadas una circular explicando los alimentos que están prohibidos y los alumnos, cuando van a salir al patio con el almuerzo, tienen que enseñar al profesor qué es lo que llevan; «si alguno lleva un alimento prohibido, se les manda guardar en la mochila», apunta la directora. «Actualmente solo hay alimentos prohibidos en el patio de tercero a sexto de Primaria. Se trata de los lácteos y sus derivados; los productos con chocolate que se pueda derretir, porque también está ahí la proteína de la leche;  y los frutos secos. Es que no puede haber batidos ni untables de queso porque se cae y salpica a la persona alérgica y entra en estado de shock anafiláctico».

La medida está ponderada «en función de la gravedad de cada alergia», concreta Reyes Andrés, de tal modo que «si tiene a las frutas de pelo, como el melocotón, eso no se prohíbe porque solo se le ponen los dedos rojos si lo toca; se tiene cuidado y fuera».

CON EL APOYO DE LAS FAMILIAS. El estricto protocolo de actuación ante alergias alimentarias cuenta, según la directora, con el apoyo de la mayoría de las familias. «Diría que el 98% cumple, se ponen en el lugar del otro y hace caso de todas las restricciones, pero sí tenemos excepciones, gente a la que, de vez en cuando, hay que llamarle para recordarle que no se puede llevar tal cosa. Las familias se tienen que dar cuenta que la responsabilidad no es solo del colegio, sino también de la familia que lleva un alimento prohibido; igual es gente que no lo piensa, que no se da cuenta de los riesgos que conlleva un alimento. A veces los propios niños están más concienciados que las familias y entregan el almuerzo prohibido».