Las alergias alimentarias también van a clase

A. G. MOZO
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La Junta delega en los centros educativos el diseño de protocolos específicos de prevención de alergias alimentarias para los casos más graves. Las asociaciones de afectados demandan un plan de actuación unificado bajo el paraguas de la Consejería

Toma de muestras para una prueba de alergia. - Foto: J. TAJES

Una simple salpicadura de un batido en la cara de Carla (nombre ficticio) le desencadena un choque anafiláctico por el que podría morir si no recibe asistencia médica. Su alergia alimentaria es de las más graves, pero no es una excepción en el epicentro de este creciente problema de salud que lleva cada año al diagnóstico de un millar de nuevos casos en Valladolid; muchos de ellos, en niños. Esta situación es la que ha llevado a la Asociación Basada en la Lucha de los Alérgicos Alimentarios (Ablaa) a iniciar una cruzada para tratar de conseguir que la Junta de Castilla y León lo afronte en los colegios, a través de un protocolo de actuación unificado y que concentre sus esfuerzos en la prevención y no solo en la reacción, como ocurre hasta ahora.

El único plan escrito que tiene la Consejería de Educación es de 2004 y se enmarca en un documento de 26 páginas titulado ‘Protocolos de actuación ante Urgencias Sanitarias en los centros de Castilla y León’, en el que una de ellas se dedica a las reacciones alérgicas; a todas, no solo a las alimentarias: fármacos, picaduras de insectos, ambientales... Se define en qué consisten, cómo se pueden manifestar (anafilaxia, angioedema, urticaria...) y cuáles son los primeros auxilios que se pueden ejecutar mientras llega una ambulancia y/o los padres. En el somero apartado dedicado a las precauciones no se dedica ni una línea a las alergias alimentarias, ya que solo se habla de picaduras y de la oruga procesionaria del pino.

Esta situación ha desembocado en que, como denuncian desde Ablaa, los protocolos de actuación y prevención en esta materia estén en manos de cada colegio y que los menores alérgicos dependan de «la sensibilidad de cada colegio» para adoptar las medidas oportunas. «Pedimos un protocolo preventivo, para niños con alergias extremas sobre todo, y no dejarlo en manos de cada centro, de cada director, de cada profesor...», tal como explica la vicepresidenta de Ablaa, Estela Ruiz. «Debe haber un protocolo elaborado por la Junta, que esto no dependa de la voluntad de cada colegio», enfatiza.

Para ello, entablaron contacto con la Consejería de Educación en enero, «pero lo hablado, que iba en la línea de afrontar el asunto, ha quedado en papel mojado», según denuncian. Esta misma semana, se han reunido con los responsables del área de Seguridad Alimentaria y de la Escuela de Pacientes de la Consejería de Sanidad y ahí se les ha mostrado su «apoyo» y su «idea de trabajar en ese protocolo junto a Educación». «La reunión que se tuvo en enero con responsables de Educación también fue positiva y no se ha hecho nada», lamenta la presidenta, Ana Isabel Rodríguez.

CASOS «MUY EXCEPCIONALES». A la espera de que ese prometido trabajo interconsejerías fructifique, desde Educación se recuerda que ese tipo de casos de alergias tan graves son «muy excepcionales» y que, por ello, ahí lo que se hace es «personalizarlo en cada centro educativo». «El protocolo que se pone en marcha se circunscribe a cada colegio y a cada alumno con alergia en esos supuestos extremos, siempre de acuerdo con los padres. Ahí la Consejería no se entromete», detallan fuentes de Educación a El Día de Valladolid.

Una política que censuran desde Ablaa hasta el punto de que ellos han dado el paso de diseñar un protocolo base que pueda servir a los colegios que no tengan. Según explican desde la asociación «el almuerzo de los niños en el colegio es el momento más delicados en esta tarea de prevención» y, por ello, su propuesta distingue entre niños de Infantil, etapa en la que se almuerza en clase «y puede estar relativamente controlado» y los seis cursos de Educación Primaria, ya cuando los niños sacan la comida al patio y lo toman sin control, «con productos que pueden dar alergia incluso por contacto, ya que son muchos los que reaccionan por simple contacto y producirse una reacción alérgica grave».

En el caso de Educación Infantil, la propuesta de protocolo de Ablaa recoge que «el niño almuerce con alumnos que no lleven nada que contenga sus alérgenos y que, al terminar, se limpien las superficies en las que haya habido comida y se recoja todo, y que todos, niños y el propio profesor, se laven las manos y los labios, porque hay muchas reacciones por contacto», detallan. «Todo depende de la reacción que sufre cada niño. Si solo le sale una roncha o unos granitos no es tanto problema como si sufre un shock anafiláctico; con la anafilaxia hay niños que se mueren», remarcan.

Respecto a Primaria, la idea que han diseñado desde Ablaa pasa por determinar la gravedad de cada uno de los casos y, si es necesario, «acudir directamente a la figura del ‘alimento prohibido’, como se hace ya en el CEIP Nuestra Señora del Villar, en Laguna de Duero». «Hay otro colegio de Laguna de Duero (CEIP La Laguna) en el que se ha decidido poner para todos los de Infantil el mismo almuerzo, ya que tienen un niño que reacciona por contacto. Han tardado un poco en ajustar, en ver lo que le gusta a cada uno, pero ya están en ello», apostilla la presidenta de Ablaa, Ana Isabel Rodríguez. «En Madrid hay un colegio en el que el almuerzo se lleva a cabo en clase, también en Primaria, con el objetivo de evitar que se den casos de contaminación por accidente», añaden. 

MÁS QUE PREVENCIÓN. «Está bien que haya protocolo de actuación en caso de reacción alérgica, pero, en esto, lo más importante es la prevención, que es lo que no hay y lo que se pide a la Junta», explican. «En una reunión que tuvimos hace meses sí nos llegaron a reconocer en privado que ellos creen que es una situación que hay que afrontar, igual que se hizo en su día con las separaciones, que daban problemas a la hora de la recogida de los niños en función de las custodias».

Desde esta asociación también se recuerda que existe «material escolar de riesgo, porque esconde tanto frutos secos como la proteína de la leche, que suelen estar en las tizas del 90% de los colegios y, claro, hay muchos niños que reaccionan por inhalación». «En ese protocolo que le pedimos a la Junta, también habría que concretar qué material es el que se puede usar», concluyen.