Reconquistar la Moncloa

JAVIER D. BAZAGA (SPC)
-

Pablo Casado deberá guiar al partido hacia el poder, pero para ello tendrá antes que coser las heridas internas, tras un proceso de primarias en el que la división ha hecho tambalear los cimientos de la formación conservadora

«Hacer un PP fuerte y unido». Esta corta frase será la clave de la etapa que ahora comienza, una vez que se ha hecho con las riendas de la formación Pablo Casado. Quizá por eso sea una sentencia que han pronunciado todos los candidatos que se presentaron a las primarias casi de manera premonitoria, conscientes quizás de los principales problemas a los que iba a tener que hacer frente el nuevo presidente tras la catarsis que ha supuesto la marcha de Mariano Rajoy y el proceso para elegir a su sucesor.

Un partido «fuerte» por la debilidad e inestabilidad que le han proferido todos y cada uno de los casos de corrupción que le han ido estallando en sus filas en los últimos años. Y es que, por mucho que se empeñaran en vestirlo de «normalidad democrática», el exdirigente gallego fue el primer presidente del país que ha tenido que  declarar en la Audiencia Nacional debido a la supuesta financiación ilegal de una formación política. Ni siquiera Felipe González, pese al escándalo de Filesa, tuvo que sentarse en el banquillo.

Por eso, uno de los principales retos a los que deberá hacer frente el partido después de la proclamación del nuevo líder será el de deshacerse del estigma de la corrupción, y distanciarse de los que exdirigentes populares que aún están por juzgar. Logrado este objetivo será mucho más sencillo alcanzar  la fortaleza que tuvo en los años de Gobierno de José María Aznar y de Mariano Rajoy. Épocas en las que el grupo de Génova enlazaba mayorías absolutas, tanto en elecciones generales como en autonómicas y locales, mientras el principal partido de la oposición, el PSOE, vivía procesos traumáticos de renovación interna. Una situación que ahora le ha tocado vivir a la formación conservadora.