Los frutos del bosque

Ernesto Escapa
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Pedrajas de San Esteban. - Foto: El Día

La división provincial de 1833 incorporó Pedrajas de San Esteban a Valladolid, mientras tres pueblos de la histórica Tierra de Íscar quedaban asignados a Segovia: Remondo, Fuente el Olmo y Villaverde, los dos últimos adornados con el apellido de su villa cabecera. Junto a Pedrajas, pasaron también entonces a Valladolid Megeces y Cogeces de Íscar, situados a la vera del Cega. Otras tantas aldeas de su ámbito, hasta sumar la docena, habían ido desapareciendo con el tiempo.

La riqueza de su entorno, generoso en agua, bosques y terrazgo, motivó el poblamiento de Pedrajas de San Esteban desde sus orígenes tardo romanos en el núcleo de La Dehesa. A partir de 1732, al obtener el título de villa del primer Borbón, Felipe V, Pedrajas cambió el apellido de Íscar por el de su patrón San Esteban. Rodeado de pinares y vigilado por los cotarros yeseros de la Serrana y la Envidia, Pedrajas se ha convertido en capital del piñón, sin renunciar a otras actividades económicas relacionadas con las potencialidades del entorno. El viajero ilustrado Antonio Ponz nos dejó este retrato del provecho del pinar: «Al pasar por el pueblo vimos ocupada a toda la gente en la cosecha del piñón; esto es, en la operación de machacar la cáscara con una especie de mazos de madera sobre piedras; después de mondado de la cáscara, para quitar al piñón la camisa, lo pasan por unos harneros. Los pinos ya se sabe que son albares y negrales, y sólo los primeros dan piñas, de que se sacan los piñones. Cógense hacia San Andrés, y se dejan amontonadas en campos o corrales para que se vayan abriendo, y hasta fin del verano inmediato no están en estado de hacer la expresada operación. El machacar y mondar es regularmente ejercicio de las mujeres, y con ser tan prolijo, hay de ellas que mondan tres celemines en un día: se vende cada uno a veinte y ocho o treinta cuartos, subiendo o bajando según la abundancia de la cosecha».


En el caserío de Pedrajas destacan el moderno edificio consistorial de 2008, que ocupa el solar del anterior, el blasón del Tío Bragazas, un gigante legendario en la memoria popular, y el esgrafiado de la calle Real Nueva. La iglesia de San Esteban es de principios del dieciocho, cubre su nave con bóveda de discretas yeserías y se adorna con buenos retablos barrocos. Los pueblos de Pinares se distinguen por su pericia en el lucro ecológico del medio natural. Este aprovechamiento histórico explica la pujanza de actividades económicas tradicionales, como la industria del mueble o la manufactura del piñón, que tienen sus ejemplos más dinámicos en Pedrajas e Íscar. Históricamente, el beneficio del pinar y sus productos sustentó la economía de esta tierra. Una explotación integral que incluía la monda y limpia del piñón, los haces de leña y el carbón vegetal, la carpintería y el sangrado de mieras y resinas. El nombre de algunos pueblos (Hornillos o Valdestillas, por ejemplo) recuerda aquella antigua especialización, a la vez que pone en evidencia la diversidad de provechos. Pedrajas preside «una gran llanura llena de multitud de pinos muy espesos, como las Landas de Burdeos», según el viajero francés Bertaut.

Asociados a la estampa del pinar aparecen los suelos de arena, cuyo origen responde a su transporte por los cursos de agua desde la cordillera Central y a su posterior distribución por el viento. Depositada sobre una base impermeable de arcilla, origina en algunas zonas frecuentes lavajos o lagunillas, sobre todo por aquí cerca en torno a Aguasal y Llano de Olmedo. Un contrapunto a este paisaje pinariego lo constituyen las riberas del Eresma, que es uno de los tres ríos que lo surcan. Su cauce se arropa con una nutrida y singular gama forestal, que incluye álamos, distintas variedades de sauces, olmos, alisos, chopos, salgueras o fresnos, y actúa como conductor de especies procedentes de la cordillera Central. Otro tanto puede decirse de la fauna. En el paseo por los pinares de Pedrajas es fácil contemplar el vuelo audaz de las rapaces.


A orillas del Eresma, en un paraje delicioso, se encuentra la ermita de Nuestra Señora de Sacedón, rodeada de pinos y asomada a la vegetación de ribera. Se llega hasta ella por una senda de tres kilómetros que atraviesa los pinares del concejo. Su aspecto actual es el resultado de sucesivos arreglos. Una decimonónica espadaña de ladrillo muy sencilla compite en su silueta con la chimenea de la casa del ermitaño. La Virgen es una imagen policromada gótica del quince. Su romería se celebra el lunes pascual y convoca a millares de asistentes. Allí tiene lugar la puja de las andas para meter y sacar a la imagen de la ermita. La procesión por la pradera de la fuente dura alrededor de tres horas y discurre al son de la dulzaina y el tamboril. Este enclave, situado en el Camino Real de Madrid que siguen los peregrinos a Santiago y cuyo nombre remite a las salgueras fluviales, es lanzadera de las rutas más hermosas por la ribera del Eresma.


El Eresma es un río engañoso, que nutre su caudal en los neveros serranos de Guadarrama, y después de visitar los Reales Sitios de Valsaín y de La Granja, se demora por el flanco más hermoso de Segovia para discurrir con apariencia apacible hasta que los arenales pinariegos lo encajan a profundidades inusuales en la horizontalidad de la meseta. No sin alicientes intermedios, como su enlace con el Voltoya en Coca, trazando un foso fluvial al castillo mudéjar. A Valladolid llega inmerso en un mar verde, protegido por los parasoles pinariegos que adornan las cornisas de su cauce.


Pero el Eresma no viene solo. Lo acompañan en su viaje la senda de los peregrinos a Santiago, que sigue la huella del Camino de los Gallegos, y las arenas que ondulan el modesto campo de dunas de este pinar de Pedrajas de San Esteban. En algunos tramos la profundidad de su barranco supera los cincuenta metros, mientras la falta de inclinación le obliga a rellenar pozas y bodones fluviales para seguir avanzando. Entonces no hay acomodo ni siquiera para molinos o batanes, tan frecuentes entre el puente de Vadalba y su entrega al Adaja, en Hornillos.