«Se movió el suelo. Parecía que la montaña se venía encima»

M.R.I.
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Los 19 senderistas vallisoletanos atrapados en Nepal desde el terremoto que se registró el 25 de abril ya están en Valladolid · «La gente allí se portó muy bien con nosotros», recuerdan

Una experiencia intensa, emocionante y llena de expectación. Así definen los 19 senderistas vallisoletanos los casi diez días que estuvieron atrapados en Nepal tras el terremoto que se registró el pasado 25 de abril. Este seísmo, de una magnitud de7,8 Mw, ha sido el más grave que ha sufrido este país desde el acontecido en 1934 y ha causado ya más de 7.500 muertos, entre los que se contabiliza una víctima española, además de 15.000 heridos.


El terremoto sorprendió al grupo de 19 senderistas vallisoletanos en una zona montañosa, situada a unos 200 kilómetros al oeste de Katmandú. Se trata de un lugar de habitual afluencia de montañeros y senderistas, ya que en sus proximidades se encuentran tres de los catorce ‘ochomiles’ -el Annapurna, el Dhaulagiri y el Manaslu-. «Era un valle muy angosto», como relata Juan José García, uno de los componentes de la expedición, que también comenta que el seísmo les pilló a las 12 del mediodía junto a un glaciar, a unos 4.000 metros de altura. «Se movió el suelo, pero todavía no éramos conscientes de lo que pasaba. Después hubo un momento en que parecía que la montaña se nos venía encima».


García agradecerá eternamente el comportamiento de los guías que tuvieron la serenidad de llevar al grupo a un lugar más seguro y ponerlos a salvo de las avanlanchas que se generaron por las réplicas del terremoto. Ese mismo día los senderistas consiguieron bajar al pueblo más próximo, donde se encontraron a todos los vecinos en la calle, pero «por suerte» no había muertos.


«La gente se portó muy bien con nosotros, aunque nadie nos podía ayudar a contactar con nuestras familias, ni a viajar a Katmandú porque no había medios materiales», lamenta García.


Después el grupo inició una serie de marchas diarias de 36 kilómetros que les permitió llegar a Pokhara, una ciudad donde descansaron tres días. Desde allí pudieron conectar con la embajada española y tranquilizar a sus familias, muy preocupadas por las dimensiones de la tragedia. «El grupo estuvo bien en todo momento. Había una familia que estaba muy tocada psicológicamente pero todos les apoyamos».


Precisamente «la buena experiencia humana» que se vivió en la expedición les permitió llegar a Katmandú con fuerzas para asimilar la situación que se vivía en la capital, literalmente destruida por el terremoto. «Lo que vimos allí fue terrible», relata todavía emocionado Juan José García, que también quiere dejar claro su admiración  por la «dignidad y resignación con la que están viviendo esta tragedia». Por eso hace un llamamiento en nombre de sus compañeros para incentivar la solidaridad con las víctimas de una tragedia que dejará una huella imborrable en un país tan pobre.