Estambul, capital de sultanes

RODRIGO GÜEMES (SPC)
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La belleza y las tradiciones de esta antigua urbe europea trasladan al turista a los mágicos escenarios imaginados en 'Las mil y una noches'

Un escenario de ensueño, de película... el relatado en Las mil y una noches. Así se presenta Estambul, una ciudad de admirable belleza, de ricas tradiciones, donde la historia, la cultura y el arte rivalizan por su supremacía.

Inicio mi recorrido por uno de los platos fuertes, la llamada plaza de las mezquitas. A un lado, contemplo la belleza insólita de la Mezquita del Sultán Ahmed. Su exterior me impresiona, se muestra robusta, enorme. El interior me deja sin palabras. El azul domina el ambiente y me eleva al cielo por un instante. El silencio del templo se hace eterno. Justo enfrente, otra joya de la antigüedad, Santa Sofía, donde visualizo, a través de sus muros, el reflejo de sus etapas pasadas. De ahí que, aunque sea una iglesia, mantenga cuatro minaretes y su aspecto me recuerde más a la mezquita que llegó a ser y no tanto a la basílica que fue en sus orígenes. Pasado, presente y futuro se dan la mano en este templo (entrada ocho euros).

Por la tarde me adentro en la Cisterna Basílica, uno de los muchos depósitos de agua que poseía en sus entrañas la ciudad de Constantinopla. La oscuridad se apodera del momento, pero una oscuridad llena de sensaciones (cuatro euros).

La mezquita de Suleymaniye, la más grande de la ciudad y diseñada por el más famoso arquitecto otomano, Mimar Sinan, es mi siguiente parada. Junto a ésta, el Templo de Fatih brilla con una luz especial gracias a sus ventanales que hacen del edificio un auténtico colador.

El Palacio de Topkapi, centro administrativo del Imperio Otomano, es la primera joya que descubro durante la segunda jornada. Sus muros y estancias me narran tiempos ancestrales de Turquía. Un viaje al pasado que se antoja espectacular y donde los príncipes legendarios son los protagonistas (ocho euros).

Seguidamente, me adentro en el Gran Bazar. Una auténtica explosión de colores y olores se apoderan de mi. Una experiencia única que hace perderme durante horas por estas sorprendentes y laberínticas callejuelas llenas de comercios.

La aventura de la última jornada comienza en el Puente Gálata. Allí paseo junto a decenas de pescadores y observo a mis espaldas la silueta cortante de la vieja Estambul. En frente y en lo alto la famosa Torre Gálata del siglo XIV me espera (entrada cuatro euros). Desde su cima las vistas son únicas.

Continuo este recorrido por la ciudad de Las mil y una noches a orillas del Bósforo en el Palacio de Dolmabahçe, uno de los espacio más bellos de la ciudad que me trasladan al tiempo de los sultanes (entrada cinco euros). En la Mezquita de Ortaköy terminó mi aventura. Pequeña, como corresponde a su estilo barroco, y el entorno donde se encuentra, en medio del río, hacen que sea un lugar mágico.