Explosión de pasión por Lucía

ILIA GALÁN
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El Teatro Real representa la ópera de Donizetti en su versión más íntegra y logra un éxito rotundo gracias a su excelente calidad y a una impecable ejecución de esta tragedia romántica

De pie, el público estaba arrebatado y celebraba con fuertes aplausos el espectáculo del Teatro Real como sucediera en tiempos de Donizetti, cuando la estrenó en el mítico Teatro de San Carlos, en Nápoles, allá por 1835, llevándole a la más alta de las glorias. Lucia di Lammermoor es la ópera más celebrada de su autor y bien conocida de los amantes de este género, un puro clásico italiano, un icono e incluso un fetiche. La obra llevaría poco después a su autor a triunfar en París, dando un gran paso en la evolución del universo lírico napolitano, comenzada por Rossini y Bellini, pero para llevarla, con su temperamento volcánico, al puro drama romántico. 

La orquesta comenzaba a ser una gran formación que distaba mucho de las de Rossini, quien todavía había dirigido algunas óperas desde el clavicémbalo, dejando la herencia del estilo barroco. Irá aumentando su envergadura y permitirá forjar un fondo donde las voces pueden exhibir su virtuosismo, pero los instrumentos, sobre todo, reforzarán lo que luego dicen las voces, como una premonición de la tragedia. 

La versión llegó a Madrid en su interpretación casi íntegra y no terriblemente amputada, como ha sido triste costumbre, o transformada según el gusto de unos o de otros, según sus habilidades canoras, pues no todos dan la talla para exigencias tan altas. Incluso se utilizó la misteriosa armónica de cristal, con su singular y celestial sonoridad, inventada por Benjamin Franklin, según lo concibiera la obra del mismo Donizetti, pues suele sustituirse en esa célebre escena de la locura por una flauta.