El Real Valladolid solo conoce el empate cuando juega fuera de casa. Ha disputado tres encuentros y en los tres ha sumado un punto. Los mismos que tiene en la clasificación. El último, en Balaídos ante el Celta, supuso un ejercicio de entereza y madurez, ya que llegó en el tiempo añadido, tras un encuentro en el que los locales se habían colocado con 2-0 y luego con 3-1, pero en el que los blanquivioleta nunca bajaron los brazos. Ni se enredaron en protestas al colegiado, que las hubo.

Prieto Iglesias no vio un claro penalti sobre Kiko Olivas y 'perdonó' la expulsión al local Juncá. Tampoco le ayudó el VAR, que entendió que en el segundo tanto gallego no había mano de Maxi Gómez. "La verdad es que no entiendo por qué no se revisaron esas jugadas. El penalti a Kiko es clarísimo y se puede comprobar con las imágenes", señalaba ayer Míchel Herrero. El caso es que, a pesar de esos errores, el Real Valladolid no se hundió, desde la posesión dominó a todo un Celta, que no ha perdido en su feudo en 2018, encerró a su rival, se topó con el palo y el larguero, tuvo un mano a mano de Cop y logró ese merecido punto tras un gol de Leo Suárez casi en el minuto 94. 

Pero el 3-3 ya está olvidado porque el jueves llega el Levante.