El riñón de Tierra de Campos

Ernesto Escapa
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Villafrades de Campos

El riñón de Tierra de Campos

Las tierras que se extienden entre Villalón y Frechilla, en tres leguas a la redonda, escribió el viajero por la comarca Jesús Torbado, son conocidas bajo el nombre de Riñón de Campos”. Ese territorio lo promedia Herrín, vecino del menguado río Sequillo, que sólo coge cuerpo con el desagüe del Canal de Campos, en Rioseco. Pero ya antes, aunque pequeño y escaso de caudal, el Sequillo no siempre ha sido pacífico. Sobre todo, en su entrada a Valladolid. Pascual Madoz recuerda cómo una de sus temibles crecidas, la de 1835, «arrebató en Herrín ganado lanar, mieses y granos limpios, aperos y otros enseres, habiéndose podido salvar muchos trabajadores por medio de las hacinas de mies, que les sirvieron de balsas». Se sucedieron las desgracias, pero tuvo que transcurrir más de un siglo para el río que carece de valle fuera encauzado entre malecones de tierra.

En Herrín de Campos, cuyo nombre evoca el manantial ferruginoso de los Arenales, la mota del castillo guarda el secreto vecinal de las bodegas. Durante siglos, perteneció al señorío de Las Huelgas de Burgos. En la plaza, junto al ayuntamiento, alza la torre del Salvador su estandarte de ladrillo y tapial, rebajado en el diecisiete. Guarda un buen surtido de retablos, entre los que destaca el mayor, de 1720, cuya labor escultórica fue tallada por el artista riosecano Tomás Sierra. A la misma época corresponden el órgano, los sitiales del coro y las yeserías barrocas. Como varios pueblos más del Sequillo, celebra sus fiestas, en este caso dedicadas a San Antonio, con danzas de paloteo.

Para no engañar a nadie, pues es lugar de paso, Herrín apellidó su calle Mayor según el rumbo: de Oriente y del Poniente. Remontando cuatro kilómetros la hendidura del Sequillo, se encuentra el caserío de Santa María de Benavides, donde hubo un poderoso convento cisterciense. Un dicho de Campos interpelaba así a los tonsurados que recorrían la comarca: Fraile o cartujo, ¿dónde resides? ¿En Matallana o en Benavides? Ahora Benavides es una granja agrícola con pocos vestigios de tan ilustre pasado. Fue uno de los primeros monasterios desamortizados, a comienzos del diecinueve, aunque después de la invasión francesa los monjes recuperan sus posesiones, que se liquidan definitivamente en 1841, por ciento treinta mil reales. Poco después, el viaje artístico de Quadrado  y Parcerisa deja constancia del abandono, así como de la desaparición de la iglesia, donde había sido enterrado en un lujoso sepulcro Rodrigo González de Girón, mayordomo de Fernando III. Su retablo mayor pasó a Guaza de Campos.

Un paseo de tres kilómetros, por el camino de Villarramiel, acerca a la fuente de los Arenales, cuya agua mineral, según Madoz, ‘por su finura y propiedades aperitivas, la usan generalmente las gentes bien acomodadas, no sólo del pueblo, sino de los limítrofes, absteniéndose de beberla por la misma razón los trabajadores’, que no necesitaban estimular el apetito. La herrumbre de su cauce benéfico bautizó al pueblo, pero no sirvió para retener la diáspora de Torreherrizo, convertido en despoblado como Peñalosa e incluso, oh paradoja, Población.

Sequillo abajo, se encuentra Villafrades de Campos, que en 1793 padeció la destrucción de setenta de sus setenta y tres casas por un desbordamiento del río. Como si todavía fueran poco este y otros castigos del tornadizo Sequillo, los escribanos de la historia siguen empeñados en infligir a este pueblo el escarmiento aplicado por el Cardenal Cisneros a Villardefrades, que lo incendió y arrasó el último domingo de mayo de 1517, en represalia por sus precoces veleidades comuneras. Las riadas han sido inclementes con Villafrades, cuya memoria tiene grabadas por su devastación cuatro en el siglo dieciocho, dos en el diecinueve y tres en el veinte: la última, la nochevieja de 1961.

A pesar del riesgo, en esta media esfera dibujada por el foso fluvial del Berruez y el Sequillo hay constancia de población vaccea, romana y visigoda. En los primeros tiempos medievales, el lugar se llamó en latín Iglesias Blancas. Su nombre actual deriva de la repoblación, mediante un priorato, por los monjes benedictinos de Sahagún. También, en la calle del Cristo se conserva un escudo perteneciente a un caballero de la Orden de Calatrava. La iglesia de San Juan Evangelista es de mediados del dieciocho, tiene un pórtico ciego y organiza sus espacios con profusión de volúmenes, que corona una modesta espadaña de ladrillo. En su interior guarda un San Antonio Abad de Alejo de Vahía y la Virgen gótica de Grijas Albas, que es la patrona y posa erguida sobre la media luna. Una de las calles del pueblo está dedicada al húsar Tiburcio, héroe de la Guerra de Independencia en Astorga, en cuya catedral descansa. También sus fiestas veraniegas de Grijasalbas, donde se ejecutan las danzas ancestrales de paloteo, acogieron algunos episodios de bodega y peña novelados por el escritor y cineasta David Trueba, que ya ha sido su pregonero. Como el resto de los hermanos, entre los que se cuenta el director de cine galardonado con un Óscar de Hollywood, pasó los veranos más largos e intensos en la casa familiar de Villafrades.

A orillas del Sequillo, se encuentra también Gatón de Campos, que promedia el camino entre Villarramiel y Cuenca. Ocupa el lugar de la mansión romana de Tela y perteneció durante siglos al monasterio de Las Huelgas de Burgos. Tres casonas blasonadas, de cuño eclesiástico, delatan cierta prosperidad dieciochesca. La iglesia de San Pedro es mudéjar, de fines del quince, pero perdió con las reformas sus mejores artesonados. En 1850 se cambió la cubierta de madera por una bóveda de cañón. La torre es de piedra y remata su cuerpo con un friso de bolas. El chapitel superior de ladrillo lo han revocado para evitar desprendimientos. En el interior, destacan un Ecce Homo de Alejo de Vahía y la imagen gótica de la Virgen de las Nieves, cuya fiesta de agosto recuerda la leyenda de una remota nevada que sofocó el incendio de la torre de la iglesia. Para mantener la llama de su memoria, la hoguera festiva quema simbólicamente una torre de madera.