Hasta siempre director

I.A.
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El mundo del ciclismo llora la muerte del vallisoletano Moncho Moliner, maestro de ciclistas, que dirigió a más de 200 corredores en cerca de 25 años como director deportivo

«El que tenía ganas de ser ciclista disfrutaba a su lado». Esta frase la pronunció Javier Mínguez, actual seleccionador nacional de ciclismo, excorredor y director, entre otros, del Zor, Vitalicio Seguros o Banesto. Lo decía de su maestro, Ramón Chamorro Moliner ‘Moncho’, que falleció el pasado lunes a los 79 años (el 17 de abril hubiera cumplido 80), y lo hacía durante una cena, allá por el 2000, organizada por los que fueron sus corredores durante su época como director para darle las gracias por todo lo que hizo por ellos. 
 
Moncho Moliner era todo pasión. Llegó a este mundo de rebote, por un amigo, Manolo Jiménez, presidente del Club Ciclista Valladolid. El veneno le entró después de ver a Javier Mínguez ganar una carrera en Las Delicias, en plena Semana Santa, hace ya 55 años. Fue la primera de muchas, porque a raíz de aquella prueba, Moliner se encargó de tener siempre a los mejores. No le importaba coger un avión para ir a ver a un corredor de cualquier edad, ni hacerse kilómetros y kilómetros de coche para firmar a una nueva perla. Su palabra convencía. Reflejaba ilusión, pasión por un proyecto y respeto y amor por un deporte. Fue el mejor de la primera promoción del curso de Directores Deportivos de Ciclismo.
 
Con el título en la mano comenzaron sus proyectos deportivos. Formó el equipo Sava, un conjunto ‘mítico’ en la historia del ciclismo español. Disfrutó con escuadras en todas las categorías, cadetes, juveniles, amateur y asaltó el campo profesional con el Moliner-Verecco o Zor-Verecco. Se retiró en 1994, año en el que estuvo respaldado por un esponsor burgalés, el Grúas Bellver.
 
Por sus manos pasaron más de 200 corredores. Pedro Delgado, Lale Cubino, Alberto Fernández, López Cerrón, Álvaro Pino, Ángel Arroyo, Santi Blanco, Rupérez, Nistal, López Carril, Javier Mínguez o Manolo Sainz, aprendieron de él.
 
Todos ellos han llorado su muerte y se acercaron al tanatorio para darle el último adiós. Por allí también pasó Julio Jiménez y periodistas y amigos como José Miguel Ortega. Todos ellos coincidían en lo mismo. «Se nos ha ido un padre». El legado de Moncho Moliner se podría contar por victorias, sien embargo sus discípulos lo hacen por cariño. En esa carrera, no tuvo rival.