Franco sigue siendo alcalde honorario de Valladolid 40 años después de su muerte

Óscar Fraile
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El Ayuntamiento le concedió esta distinción en septiembre de 1939, en su primera visita a la capital después de que acabase la guerra · El Caudillo también tiene la Medalla de Diamantes de la ciudad

Cuarenta años después de su muerte, Francisco Franco Bahamonde sigue siendo alcalde honorario de Valladolid. El Ayuntamiento le concedió esta distinción en septiembre de 1939, durante la primera visita que el Caudillo hizo a la capital después de que acabara la Guerra Civil. Se trata de un reconocimiento que ha escapado a las reivindicaciones de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). Al menos de una forma expresa, ya que sí que ha pedido en reiteradas ocasiones el cumplimiento de la Ley de la Memoria Histórica. «Tenemos conocimiento de ello, pero es cierto que siempre nos hemos centrado más en la retirada de la cruz laureada del escudo de la ciudad, y no sé por qué», asegura el presidente de la asociación en Valladolid, Julio del Olmo.


Cristina Gómez, Doctora en Historia y profesora de la Universidad Europea Miguel de Cervantes, recoge en su libro Ecos de victoria este hecho, con referencias a lo que publicó en su día El Norte de Castilla. «Franco no defraudó aludiendo al comportamiento ejemplar de Valladolid en pro de la unidad nacional y su inestimable colaboración en la victoria. A cambio, la ciudad le entregaba el título de alcalde honorario», señala en su libro, aunque la propia autora reconoce que no encontró ninguna referencia a este hecho en las actas del Ayuntamiento.


Pero la distinción fue recogida por más medios de comunicación. Por ejemplo, ABC contaba en su edición del 26 de septiembre de 1939 que el alcalde, que por entonces era Luis Funoll y Mauro, «hizo entrega al Caudillo de la medalla de alcalde honorario de la ciudad y del bastón de mando, así como de un artístico pergamino con el nombramiento acordado por la Corporación», el mismo texto que se publica en La Vanguardia.


En los últimos años muchas ciudades y pueblos han retirado esta distinción. Hace menos de un mes, Franco dejó de ser alcalde honorario de Santander, lo mismo que sucedió en Ferrol, su ciudad natal, Lugo, Salamanca y multitud de ciudades y pueblos de toda España. Y no es un debate cerrado. De hecho, el PSOE acaba de pedir su retirada en Antequera y Torrelavega.


Eso sí, en otras ciudades ha surgido el debate sobre la vigencia de esta distinción después del fallecimiento del Generalísimo. El equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Salamanca se negó a retirar este título en 2010 al considerar que no podía hacerlo a una persona fallecida. Sin embargo, el Consistorio charro lo hizo en julio de este año gracias a una moción presentada por Ciudadanos y apoyada por todos los grupos.


El cronista oficial de la ciudad, Teófanes Egido, no tiene claro este extremo y reconoce que muchas veces «estas cosas están sujetas a interpretaciones».

 

El propio alcalde de Valladolid, Óscar Puente, reconoció ayer que desconocía este dato. «Está claro que no me satisface y, de existir esta declaración, lo consideraremos y tomaremos una decisión», señaló.


No es el único reconocimiento que Valladolid hizo a Franco. En 1950, el alcalde, José González Regueral, le concedió la Medalla de Diamantes de la ciudad «como muestra de la incondicional adhesión que la laureada ciudad del alzamiento tenía hacia su persona», según se recoge en las actas municipales de la sesión extraordinaria del pleno celebrado el 27 de febrero de 1950.


Cada 20 de noviembre la figura de Francisco Franco Bahamonde ‘resucita’ para agitar los rescoldos de un debate que parece no apagarse nunca: el de las dos Españas. Hoy se cumplen 40 años del fallecimiento de un hombre que gobernó el país con mano de hierro durante cuatro décadas. Unos años en los que España era Franco, y viceversa. Quizá por ello la huella de este ferrolano nacido el 4 de diciembre de 1892 sigue muy presente para pesar de muchos y alegría de unos pocos.


Valladolid no es una excepción. El Caudillo mantuvo una estrecha relación con la ciudad del Pisuerga que se tradujo en numerosas visitas durante la Dictadura. De hecho, la provincia quedó muy pronto en manos del bando sublevado en la Guerra Civil, y eso condicionó su adhesión al Régimen. Al menos en el ámbito público. Pero hay matices.


Eso es lo que asegura el catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Valladolid (UVa), Jesús María Palomares. «Una cosa es lo que pasaba en el ámbito oficial y otra en el privado, donde no había, ni mucho menos, unanimidad respecto al respaldo a Franco», explica.


Evidentemente, unas voces se alzaban más que otras por la represión a la que eran sometidos los contrarios al alzamiento. «El núcleo socialista estaba callado porque estaba siendo represaliado por un Régimen implantado por las armas», añade. El miedo, el terrible miedo, imperaba en una población que hacía lo que fuera para tener pruebas de adhesión al Régimen. Palomares pone un ejemplo. «Un arquitecto de la Diputación entró en la cárcel Reina Sofia (hoy biblioteca) y escribió desde allí a su mujer para que informara de que era suscriptor de Diario Regional, muy próximo al alzamiento», señala.

 

La primera visita de Franco a Valladolid se produjo pocas semanas después del inicio de la guerra, el 30 de septiembre de 1936. A última hora de la tarde, ya proclamado como jefe de Gobierno, se asomó al balcón del Ayuntamiento para anunciar a una enfervorizada población que había llegado el momento «de constituir una España grande, un Estado próspero, y de dar glorioso remate a una guerra cruel». Franco pensaba que la contienda se iba a solucionar por la vía rápida.


Pero fueron tres años de derramamiento de sangre en los que Valladolid no fue una de las ciudades más afectadas por estar lejos de las zonas de conflicto con los republicanos. Eso no impide que también sufriera bombardeos, como los ocurridos el 22 de mayo de 1937 y el 25 de enero de 1938 en los que se vieron afectados la estación de tren y algunos depósitos de armas de los Nacionales.


La primera visita de Franco a Valladolid tras el fin de la guerra no fue a la capital, sino a Medina del Campo, para hacer un homenaje a la Sección Femenina de la Falange Española. Poco tiempo después, en septiembre de 1939, se produjo la primera a la capital, para inaugurar la Exposición Nacional de la Vivienda Rural. Y ahí es donde se le concedió el título de alcalde honorario.


El Ayuntamiento instó a la población a exteriorizar lo máximo posible su entusiasmo. «Desde el comienzo de la guerra, Valladolid esperaba este día con fervorosa impaciencia», relataba una crónica de El Norte de Castilla titulada ‘Valladolid se honra con la presencia del Caudillo’. Palomares recuerda que la «propaganda» de los medios de comunicación también influyó en la adhesión de Valladolid. «El periódico Libertad era del Régimen, El Regional era confesional, con todo lo que eso supone, y El Norte de Castilla era liberal, pero estaba sometido a la censura», recuerda.


Después llegaron muchas visitas más, sobre todo relacionadas con el desarrollo industrial (inauguración de Nicas y Endasa y visitas a Renault) y con la construcción de viviendas (inauguración del 4 de marzo), hasta su fallecimiento el 20 de noviembre de 1975, hace hoy 40 años.