Valladolid registra cuatro denuncias cada día sobre violencia de género

Óscar Fraile
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Los juzgados tramitaron 805 en el primer semestre, un 17,7% menos que en 2014 · Policía y Guardia Civil mantienen la protección a 78 mujeres ante el riesgo de que sean atacadas

Puede que apoyarse en las cifras para hablar de violencia de género pueda resultar algo frío si se tienen en cuenta los miles de dramas que esconden detrás. Pero es cierto que también sirven para revelar el calado de un drama que ningún Gobierno parece atajar en España. Basta con señalar que la media de denuncias presentadas en Valladolid por este tema supera las cuatro diarias. Durante el primer semestre fueron 805, frente a las 979 del mismo periodo del año pasado. ¿Significa esto que la violencia de género está remitiendo? Radicalmente, no. Las denuncias solo son la punta del iceberg de un problema que muchas mujeres y todo su entorno sufre en silencio. El miedo y el silencio a veces se imponen hasta sepultar en vida a las víctimas.


Prueba de que la violencia no remite es que las llamadas al teléfono gratuito de ayuda 016 se han disparado este año en Valladolid. Hasta octubre han sido 944, superando ya el récord de 863 que se registró en 2010. Este teléfono, que no deja rastro en la factura, ofrece asistencia por parte de profesionales a las víctimas como un primer paso para salir de su situación.


Porque la ayuda es fundamental. Y eso también lo reflejan las cifras. Según los datos del Consejo General del Poder Judicial, las víctimas solo presentan la denuncia por voluntad propia en uno de cada diez casos (de los 805 de Valladolid, en 79). Es cierto que en otros 520 también presentaron la denuncia ellas, pero después de que la Policía les instase a hacerlo tras realizar los atestados por una agresión. En otros 180 casos fue la propia Policía la que lo hizo, en 21 la familia y en cinco hubo denuncia como consecuencia de un parte de lesiones. En lo que va de año 48 mujeres han sido asesinadas en España por violencia de género (aunque las ONG manejan cifras más elevadas), ninguna de ellas en Valladolid. Pero la provincia sí que ha registrado diez víctimas desde 2010, la última de ellas en diciembre de 2014 en La Rondilla.


Otro de los datos que demuestra el peligro de bajar la guardia es que Policía y Guardia Civil mantienen un seguimiento integral a 505 casos de violencia de género en Valladolid, de los que 78 precisan protección de los agentes. En función del nivel de riesgo, que puede ser bajo, medio, alto o extremo, se toman unas medidas u otras que van desde visitas ocasionales al domicilio de la víctima hasta el control permanente de la mujer, su agresor e incluso los hijos de ambos a la entrada y salida del colegio. En la actualidad hay dos maltratadores a los que se les ha instalado un dispositivo de seguimiento por el riesgo que suponen.


Precisamente hoy se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y el Ayuntamiento ha organizado una serie de actos para animar a los vallisoletanos a expresar su rechazo a esta lacra. La presidenta de la Agrupación de Mujeres Abogadas, Rosa Gil, leerá un manifiesto a las 12.00 horas y en la Casa Consistorial se colocará un gran lazo.

El maltrato que no se percibe

El concepto de violencia de género es mucho más amplio de lo que mucha gente, incluso las víctimas, piensa. Va más allá del puñetazo, del tirón de pelo y del insulto. Así lo explica Patricia Velasco, trabajadora social de la Asociación de Asistencia a Víctimas de Agresiones Sexuales y Malos Tratos de Valladolid. «Muchas nos dicen que no ha sido un puñetazo, solo un empujón», explica. Ese ‘solo’ revela una minimización de un problema que deja de ser visto como violencia de género.


Muchas jóvenes tampoco son conscientes de ser una víctima cuando su pareja controla su teléfono y sus redes sociales, o cuando quiere saber en todo momento dónde está. «Hemos llegado a tener un caso en el que el novio obligaba a la madre de la chica a ponerse al teléfono para cerciorarse de que estaba en casa», dice.


La agresión también se traduce en el desprecio al entorno de la víctima, hasta el punto de que ella misma llega a rechazar a sus familiares y amigos para crear una relación de dependencia con su agresor. Una dependencia que también suele estar muy vinculada al ámbito económico y que limita las posibilidades de la víctima de romper con todo. «Hay parejas en las que él controla todo el dinero y da pequeñas asignaciones a su mujer para compras que incluso tiene que justificar con facturas», agrega la representante de esta asociación vallisoletana.

«Es difícil e implica esfuerzo, pero de esta situación se sale»

No existe un perfil de mujer maltratada, pero casi todas tienen en común el miedo, el sentimiento de culpa y una visión pesimista sobre el futuro. Por eso es importante dejar claro que muchísimas víctimas consiguen superar esta situación y ser felices después de rehacer su vida. Lo dice la propioa Velasco: «Muchas mujeres salen adelante, aunque sea difícil hacerlo porque lleva su tiempo y supone un esfuerzo». Eso sí, también reconoce que hay otras que asumen una relación de maltrato.


Esta asociación atiende una media de 250 consultas al año, ya sean de las propias víctimas o de sus familiares. La mayoría de las mujeres que llaman a sus puertas arrastran varios años de relación de maltrato, aunque cada vez son más las jóvenes que se animan a dar este paso. «En ocasiones son los familiares de las adolescentes los que se dan cuenta de que algo no va bien porque el novio ejerce mucho control sobre la víctima.


Velasco cree que la aprobación de la Ley contra la Violencia de Género de 2004 fue «positiva», pero advierte de que hay mucho que hacer todavía. Principalmente, porque las leyes no consiguen mucho si no hay una dotación presupuestaria detrás para aplicarlas. «Hay que dar apoyo laboral, económico y de vivienda a las víctimas y ayudar a las asociaciones que trabajan con ellas», añade. Para Velasco, el concepto de violencia de género debería ser más amplio y hablarse de violencia hacia las mujeres. «Las campañas animan a denunciar, pero después hay que respaldar a las que lo hacen y no dejarlas solas», concluye.