Tenemos la tecnología y, en muchos casos, tenemos las aplicaciones concretas para adaptarla a nuestro día a día. Pero aún falta camino por recorrer en la configuración de las ciudades inteligentes que deberán ser las urbes del futuro. Y es necesario hacerlo porque, como revelan distintos estudios, en el año 2050 el 70% de la población mundial vivirá en ellas.

Como recuerda el director comercial global de Cellnex Telecom, Óscar Parallols, llevamos ocho años hablando de las smart cities. Tiempo en el que hemos experimentado una primera fase en la que hemos podido categorizar por departamentos los usos de la tecnología en los municipios, desde la movilidad y el transporte, hasta la gestión de los residuos urbanos con importantes avances en costes y eficiencia.

Existen aplicaciones que indican el nivel de contaminación de las grandes urbes. Las hay que informan del tráfico y de las rutas alternativas. Están las que indican el nivel de carga de los contenedores de basura para planificar las rutas de recogida de residuos. Y no olvidemos los servicios de información de incidencias, que ya empieza a ser bidireccional con herramientas con las que los ciudadanos pueden informar a su ayuntamiento de averías en calles, alumbrado o servicios de aguas. Pero sigue habiendo lagunas entre todas ellas. Desconexión entre las soluciones. Y el reto ahora está en conectarlo todo para hacer que la ciudad pueda gestionar, de verdad, toda esa información y los datos que generan los innumerables sensores de los que ya disponen los grandes centros de población.