La huella de Fray Gerundio

Ernesto Escapa
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La huella de Fray Gerundio

En el camino de Rioseco a Villafrechós, un leve rodeo nos acerca a Villaesper, para contemplar la imagen de la desolación. Villaesper es una pedanía de Villabrágima, situada en la carretera hacia Morales y Cabreros del Monte, lugares fronterizos en la divisoria medieval de Castilla y León. Por estos parajes hay otros despoblados que llevaron la desolación de Villaesper al extremo de su extinción, como Villaeulalia, Pedriquín o Zalengas. Hace medio siglo, el Catálogo Monumental de Esteban García Chico recogía imágenes de la majestuosa iglesia de Villaesper todavía en pie. Ahora es una ruina sin techo y con su torre mutilada. El nuevo templo apenas guarda una mínima parte del tesoro artístico que albergó la iglesia clasicista de la Esperanza. Bastante de lo mejor se ha malogrado de la peor manera en los últimos años. Del propio edificio quedan los restos, después de que su torre fuera volada en los sesenta, para evitar la amenaza de los derrumbes. Por entonces tuvo lugar un intento muy jaleado de trasladar sus muros a Escalante, en Cantabria, que pretendía dotar de santuario propio a la Virgen de la Cama, que ahora reposa en un convento de clarisas. Pero no puedo ser, quizá porque ya era tarde para esos viajes, que años antes emprendieron sin freno otras joyas terracampinas, desde Tamariz o Pozuelo de la Orden.

Villafrechós vivió su esplendor como señorío de los Osuna, a comienzos del dieciséis. Pero su nombre frutal evoca una primitiva fundación visigoda, dedicada a San Fructuoso. La iglesia de San Cristóbal es la única de sus seis parroquias que ha llegado hasta nosotros. Es obra mestiza y poco relevante, hecha con piedra, ladrillo y tapial entre los siglos quince y dieciséis. La cubierta de armadura aparece enyesada, mientras la torre arranca en piedra y remata con dos cuerpos de ladrillo. En la calle del Arco, una portada gótica testimonia la pujanza de Villafrechós al comienzo de la Edad Moderna. No es el único vestigio civil de aquella prosperidad, que se prolongó hasta nuestro siglo. El convento gótico de Santa Clara también corresponde a aquel momento inaugural del dieciséis. Fundado en un antiguo palacio por doña Urraca de Guzmán, conoció su esplendor bajo el patrocinio de los duques de Osuna, cuya heráldica se multiplica por sus muros. Ahora apenas conserva una mano de monjas. En las afueras, se encuentra la ermita de Nuestra Señora del Cabo. La tradición de las almendras garrapiñadas emigró con la dispersión de los Cubero a las ciudades cercanas: Rioseco y Valladolid. Habían recalado en Villafrechós a fines del diecinueve, procedentes de León, y desde su obrador terracampino cosecharon medallas internacionales y la vitola de proveedores de la Casa Real en tiempos de María Cristina.

Santa Eufemia del Arroyo se llamó de Arenales y de Campos hasta que en 1916 adoptó el apellido fluvial. Teniendo en cuenta la confusión de nombres de este cauce, mejor así, con el genérico. La cartografía le llama Navajos, por el cerro en el que brota; los indicadores de carretera, Bustillo, por ser el primer pueblo que visita; y los campesinos, Ahogaborricos, por razones cuya evidencia mejor no traducir. Santa Eufemia tuvo rollo jurisdiccional y una granja de los jesuitas de Villagarcía, a la que acudía con gusto el Padre Isla, a correr perdices y conejos con la escopeta de su cuñado Nicolás, “cuyo uso sólo está prohibido dentro de las bardas del colegio”. En estas estancias junto a los cachicanes del convento pudo pegar la hebra y refrescar giros y costumbres terracampinos, que luego nutrieron su Fray Gerundio. El personaje era de Campazas, en la solana leonesa del Cea, y cargó con el alias paramés de Zotes. El autor de la novela, el jesuita Isla, era de Valderas, aunque nació en Vidanes, en la montaña del Esla. Su geografía literaria y perdicera discurre entre los menguados cursos del Sequillo y el Cea. De Santa Eufemia a Campazas discurrió unos años la ruta veraniega de Fray Gerundio. Hasta que la detuvo el cansancio. La granja, con sus tierras y su bodega, pasó a la condesa de Cifuentes, aprovechando una de las supresiones de la orden. Ya en la posguerra, el vizconde Agustín López de Ayala erigió a las afueras el caserío de Santa Bárbara, proyectado como moderna explotación agrícola, que ahora alberga un centro de turismo rural. La iglesia es moderna, de este siglo, y está adosada a la vieja torre del dieciocho. La adobera, hasta la que se llega haciendo la ronda por el malecón del arroyo, muestra un pequeño parque de miniaturas en barro, legado de los sucesivos cursos de verano destinados a iniciar a los jóvenes en los secretos del adobe.


la cruz del muerto. De camino hacia Barcial de la Loma, un leve desvío a la derecha apunta al caserío de Zalengas, puro recinto de melancolía. A la entrada del pueblo, se ve un arco huérfano y unos muñones de tapial, que es cuanto queda de la iglesia de San Miguel, usada un tiempo como cementerio. La iglesia de San Pelayo eleva majestuosa su torre de seis cuerpos sobre la grada de una escalinata. El templo es mudéjar, de comienzos del dieciséis, pero la torre tiene cubierta de sillería una de sus cuatro caras, en la que se abre la portada. El remate octogonal es de ladrillo. En su interior, bien surtido de retablos e imaginería de mérito, muestra un artesonado de par y nudillo, que es policromado en una de las capillas de la epístola. Enfrente se encuentra la capilla de un arcipreste que fue comisario del Santo Oficio y párroco de esta iglesia. Postrada en un arcolosio se ve su imagen orante, hecha de madera. También guarda la parroquia una espina de la corona de Cristo, cuya fiesta se celebra el 5 de mayo. Un cubo con las melladuras del tiempo es cuanto resta de su fortaleza, que padeció las consecuencias de su desdicha en el conflicto de las Comunidades.


En el camino hacia Castroverde concluyó sus días don Suero de Quiñones, el gallo del Paso Honroso, sobre el Órbigo. Sucedió el 11 de julio de 1458, en una acometida de Gutierre de Quijada, quien guardó un cuarto de siglo el rencor de su derrota en aquel torneo caballeresco ponderado por Cervantes. Durante tiempo perpetuó el hecho una cruz suntuosa, que los vecinos conocieron como la Cruz del Muerto. Una treintena de palomares, la mayoría ya en vilo, salpica el entorno de Barcial. Los hay circulares y cuadrados, con sus tejadillos escalonados.

DATOS PRÁCTICOS

Llegar. Villafrechós se encuentra en la carretera de Medina de Rioseco a Villalpando.


Comer. En Villafrechós, El Baluarte (983 716 102). En Palazuelo de Vedija, Dulcinea (983 700 743). En Bolaños, La Huerta Mantilla (983 757 302). En Castroverde, el Mesón el Labrador (980 664 653). En Valdunquillo, el Mesón Pikú (983 754 141).


Turismo rural. En Palazuelo de Vedija, Fuerte de San Mauricio (618 497 632) y La Huerta (983 303 301). En Santa Eufemia, Antigua Casa del Sindicato (983 716 107). En Bolaños, La Huerta Mantilla (983 757 302). En Morales de Campos, la Casa de las Bolas (983 722 097). En Becilla de Valderaduey, El Cantón (983 746 145). En Roales, Las Mieses (980 665 004).