El Nureyev de Las Delicias

M.R.I
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El vallisoletano Rubén Cítores se integra en la joven compañía del Ballet de San Francisco, uno de los más prestigiosos del mundo en danza clásica. Debutará en diciembre en una representación del Cascanueces y aspira a actuar en el Calderón

Cuando Rubén Cítores tenía poco más de tres años y se pasaba el día viendo vídeos musicales y bailando las coreografías no podía imaginarse que con tan solo 19 formaría parte de la compañía joven del Ballet de San Francisco. Un logro al alcance de muy pocos y que le ha supuesto transitar por una senda de trabajo y esfuerzo que solo se supera gracias a la pasión que siente por la danza. El joven de Las Delicias, que ha vuelto a su ciudad natal para pasar unos días con su familia y descansar dentro de lo que le permite su estricto programa de entrenamientos físicos, confiesa  que hubo un tiempo donde las exigencias de la danza profesional y las trabas sociales con las que se encontró casi le hacen renunciar al sueño que ahora vive.

Rubén explica que en su infancia no era fácil explicar a sus amigos que no le gusta el fútbol ni los dibujos animados y que prefería bailar. Eso sí, matiza que su historia no es como la de la película Billy Elliot porque no se refleja todo el esfuerzo que hay detrás de una trayectoria como la suya. Además, él tuvo el apoyo de su madre, que le apuntó a Música y movimiento en la escuela de baile El Saloncito con tan solo cinco años. Después, ya con ocho pasó al ballet clásico en el Estudio de Danza Cartagena y de allí dio el paso a la Escuela Profesional de Danza de Castilla y León, donde al año pasado terminó los seis años en Danza Clásica. 

Ese fue otro momento vital en la vida del bailarín porque sin un horizonte muy claro se planteó dejar el baile y matricularse en la Universidad para centrarse en otra de sus pasiones: las matemática. Y cosas del destino, un profesor le sugirió que enviase un vídeo a la San Francisco Ballet School, algo que hizo sin muchas esperanzas. Le llamaron primero para una prueba de un mes y después le dijeron que le becaban para todo el curso. «Lo primero que hice nada más enterarme de que me admitían y me becaban fue salir de las clases fue llamar a mis padres, aunque en España eran las tres de la madrugada. No podían estar más felices, tanto que esa noche ya no durmieron más. Estar en la escuela de una de las mejores compañías del mundo es algo que no se puede describir con palabras».

Desde entonces su progresión en una de las escuelas más respetadas a nivel mundial ha sido exponencial y este curso, en poco más de dos semanas, comenzará a trabajar con la compañía joven del Ballet de San Francisco. Un reto que no le asusta aunque sabe que las jornadas que tiene por delante serán de unas diez horas de lunes a domingo. «Y cuando hay actuaciones estás allí todo el día, pero es algo que no me importa porque es mi pasión. Lo he elegido yo», explica. Además, su objetivo es llegar a ser primer bailarín de la compañía y poder coreografiar. Algo que ya ha conseguido  la viguesa Dores André , que en 2015 nombrada primera bailarina del Ballet de San Francisco, compañía en la que entró en el año 2004. 

cascanueces. Este ballet fue la primera compañía profesional que hubo en Estados Unidos. Se fundó en 1933 y hoy es una de las primeras formaciones de danza del mundo, que además posee una escuela propia en la que forma a su cantera de alumnos. Tiene más de 70 bailarines en plantilla, lo que además le convierte en uno de los más grandes del mundo. Y aquí espera estar muchos años Rubén, que en diciembre participará en la puesta en escena del Cascanueces. Además, en la programación de este año también se representará El Quijote y la Bella Durmiente.

El vallisoletano, que ha sido recibido por el alcalde de la capital esta semana, sueña con actuar en el Teatro Calderón. «He estado comentando con el alcalde la posibilidad de montar una coreografía con unos compañeros para poder estrenarla en Valladolid», apunta. Un trabajo que deberá compaginar con su trabajo en el ballet y sus estudios de matemáticas en la UNED. «Siempre llevo un libro en la bolsa y cuando tengo un rato libre me pongo a estudiar».

Rubén Ctores está llamado a ser un digno sucesor de Juan Carlos Santamaría, primero bailarín y luego coreógrafo, que una referencia para la Danza, hasta el punto de que su trabajo fue reconocido en el año 2008 con el Premio Nacional de Danza y que falleció en Cabezón en junio del año pasado. También dirigió la Escuela Profesión de Danza de Castilla y León, donde ha estudiado la joven promesa.