El genio de los misterios

M.C. Sánchez
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La mente maravillosa y la técnica dibujística perfecta del artista flamenco encierran aún hoy multitud de secretos por desvelar

 
 
En primer lugar, la superficie de la obra se analiza sin aparatos para, después, tomar fotos en alta resolución y ver cómo dibujaba el artista. El siguiente paso viene de la mano de las imágenes infrarrojas y la llamada reflectología, que incide en los pigmentos. El conjunto de todas las instantáneas resultantes se puede superponer para distinguir las distintas capas que componen cada lienzo.
Durante años, investigadores de todo el mundo han aplicado las más avanzadas técnicas de estudio y documentación sobre el escaso legado de uno de los mayores creadores del arte flamenco, El Bosco. Apenas 45 piezas repartidas por un total de 10 países: 20 cuadros y 25 dibujos. O por lo menos así consta en su catálogo oficial, pues la obra del artista no para de crecer, por un lado, con nuevas adjudicaciones, mientras se encoge, por otro, con desatribuciones.
Hijo y nieto de pintores, la singularidad del genio holandés reside en su predilección por los cuadros fantásticos, llenos de monstruos, demonios, ángeles y santos. Unos inquietantes elementos que ya alimentaban la imaginación de propios y extraños en su época, la Baja Edad Media y los inicios del Renacimiento, y que aún encierran multitud de enigmas. No es de extrañar, pues, que sirvieran de fuente de inspiración para otros grandes como Pieter Brueghel el Viejo, quien ejecutó varios cuadros de estilo similar. También es notorio su influjo en expresionistas como James Ensor, o surrealistas como Max Ernst y Dalí.
Y es que, las técnicas de El Bosco son notablemente diferentes a las empleadas por otros maestros flamencos. Él pintaba alla prima, es decir, con la primera pincelada sobre el lienzo y aplicando nuevas capas sobre otras todavía húmedas. Eso sí, el análisis de cada una de sus piezas demuestra que hacía un concienzudo y detallado proyecto antes de la ejecución. Además, innovó en la gama de colores, con tonalidades más contrastadas y atrevidas.
En cuanto a la figuración, El Bosco destaca por representar a los santos como sujetos comunes y vulnerables, lo que permitía empatizar mejor con ellos. Prácticamente todos sus personajes tienen algo de caricatura. Así, en sus lienzos abunda el sarcasmo, lo grotesco y una imaginería onírica. Esto se debía, en parte, a que aún se encontraba imbuido por una cosmovisión medieval del arte repleta de creencias en brujería, alquimia, magia, bestiarios, tesaurus y hagiografías. Pero tampoco hay que olvidar que, en el 1500, abundaban los rumores apocalípticos, claves para que el pintor intentara desde su obra dar un mensaje moralista. O, ¿eso es lo que quería hacer creer? 
 
LA SOMBRA DE LA HEREJÍA. La vertiente medievalista de El Bosco contrasta en sus cuadros con su visión, casi profética, de un humanismo propio de la Edad Moderna. Para muchos estudiosos del artista, esta ambivalencia se corresponde con las dos facetas de su propia existencia:su pertenencia, por un lado, a la ilustre Hermandad de Nuestra Señora (una asociación de laicos dedicados al culto de la Virgen y a obras de caridad) y su herética colaboración con los Adamitas ( secta nudista que defendía la absoluta desnudez y el rechazo del matrimonio).
Para alimentar aún más la fama del holandés que, a diferencia de otros artistas ya fue un pintor muy reconocido en vida, la situación acomodada que adquirió al casarse con la hija de un rico comerciante le facilitó el ascenso social a la alta burguesía urbana, otorgándole una mayor libertad para elegir los temas de sus obras.
De este modo, la fantasía burlesca que caracterizaba a cada uno de sus lienzos sedujo a muchos aficionados, sobre todo en España, donde fue objeto de gran aprecio. Felipe de Guevara y el padre Sigüenza escribieron los primeros comentarios críticos que se conocen sobre El Bosco, y Felipe II reunió un crecido número de obras suyas, lo que explica la relativa abundancia actual de pinturas de este maestro en el Prado.
Tanto en las pinturas de asunto religioso como en las de tema profano, el genio introdujo todo un mundo de seres presentados en actitudes expresivas. Su universo de desbocada imaginación está poblado de figuras fantásticas que parecen surgidas de una pesadilla infernal; e, incluso, los santos están deformados por un cruel frenesí. 
El Bosco era un gran observador de la realidad, amante de ridiculizar los vicios. Aunque fue, precisamente, la complejidad de los símbolos que utilizó para ello lo que dificulta la comprensión cabal de sus piezas.