Adolfo García Ortega publica 'Una tumba en el aire'

César Combarros (Ical)
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El escritor vallisoletano recrea "una versión verosímil" de un triple asesinato etarra sin esclarecer

Adolfo García Ortega publica ‘Una tumba en el aire’

El 24 de marzo de 1973, Humberto Fouz, Jorge García y Fernando Quiroga, tres jóvenes gallegos de 23 a 29 años que residían en Irún, cruzaron la frontera francesa para pasar el día en San Juan de Luz y ver la controvertida película de Bernardo Bertolucci ‘El último tango en París’, prohibida en España. Tras salir del cine, ya de noche, decidieron tomar algo en un local cercano, donde ocho etarras comandados por Tomás Pérez Revilla (‘Hueso’) los confundieron con policías secretas, los secuestraron y los torturaron hasta la muerte, sin que nunca más se volviera a saber de ellos.

Ese punto de partida anclado en la siniestra realidad le ha servido al escritor, traductor y articulista vallisoletano Adolfo García Ortega para dar forma a ‘Una tumba en el aire’ (Galaxia Gutenberg, 21 euros), su nuevo libro, que acaba de llegar a las librerías tras alzarse con el XII Premio Málaga de novela “porque aborda con audacia y lucidez un caso concreto y real de los inicios del terrorismo etarra, narrado con un estilo claro, diáfano y un trabajo riguroso de investigación”, según el fallo del jurado.

“Cuando supe de este crimen, lo que me conmovió fue el olvido en que habían caído aquellos tres jóvenes y el abandono en que estaban para la historia, como en un limbo moral y político. Inmediatamente quise averiguar todo lo que hubiera sobre los hechos y en mi cabeza comenzó a fraguarse una novela de personajes reales que restituyera su memoria y supusiera, aunque solo mediante la ficción, un acto de justicia”, señala el autor, que en todo momento intentó recrear “una versión verosímil y plausible” de los hechos.

Este caso real es, según explica en declaraciones a Ical el escritor, uno de los en torno a 300 casos relacionados con ETA que a día de hoy siguen sin resolver. “Lo que más me impresionó cuando conocí a las familias de aquellos tres jóvenes fue que su duelo no está cerrado. Durante más de 40 años la imagen de sus familiares sigue siendo aquella, la de aquella tarde cuando les despidieron. La desaparición de personas es uno de los mayores dramas porque generan una doble muerte: en la víctima y en la persona que está esperándolos, que no acaba de tener el cuerpo, el cadáver, el duelo ni el sosiego”, reflexiona.

En ese sentido, ‘Una tumba en el aire’ intenta ofrecer sosiego a los familiares, que ya han trasmitido a García Ortega su emoción tras leer la novela, que “les ofrece una explicación a algo que estaba sin explicación, y le da cuerpo y vida a lo que durante 45 años no han sido más que tres fotos en la prensa”. “Yo creo que la novela les brinda una sensación de restitución dentro de un orden, porque el consuelo cuando la muerte es de esa naturaleza, tan injusta y tan violenta, es difícil que exista”, explica.

Un acercamiento forense

García Ortega dedicó dos años a preparar la novela, informándose, investigando y realizando viajes por el sur de Francia, para pasar posteriormente dos años más escribiéndola. Entre las fuentes que manejó estaba el sumario que se instruyó en 1974, tras las denuncias de desaparición. “Se sabe por confidentes que la autora del crimen fue ETA, incluso algunos terroristas lo reconocieron en su tiempo hablando con otros que pensaban que eran terroristas pero eran confidentes. El sumario en realidad no arroja mucha luz, no fue una pieza fundamental de la novela. Fueron más importantes los testimonios de otras personas que nunca fueron preguntadas o que no podían hablar porque estaban dentro de la organización”, explica.

Así, el vallisoletano comenzó a tirar de un oscuro hilo y a buscar a los protagonistas. “Comprobé si Peixoto le había hablado de ello a Lobo, y poco a poco fui encontrando una red de personas, etarras y exetarras, espías franceses de la época, confidentes y víctimas, que me fueron dando informaciones más o menos coincidentes o suficientemente cercanas como para urdir una trama y unos hechos verosímiles”, señala.

Con todo ello decidió escribir la novela, que tenía que ser “desde un punto de visto objetivo”, es decir, tenía que contar los hechos sin que apareciese la investigación. El resultado es una narración muy cruda, casi forense en el sentido de que “intenta dar luz a algo totalmente oscuro”.

“La novela cuenta la historia de estos chicos, la historia de los asesinos y prácticamente el minuto a minuto de lo que pasó esa noche, para intentar destripar lo que pasó en sus mentes y en sus hechos. Inevitablemente acaba siendo una crónica notarial de un crimen que por supuesto tiene connotaciones políticas, es obvio, pero en el fondo acaba siendo una metáfora del bien contra el mal, del bien aplastado por el mal de una manera injusta”, sentencia el autor.

Sobre la situación actual tras la desaparición de la banda terrorista, Adolfo García Ortega señala que él es partidario de “pasar página”, sin que ello signifique “caer en el olvido, ser injustos o no reconocer lo que pasó”. “Pasar página significa avanzar hacia una convivencia y hacia un perdón de todos, pero la justicia no puede olvidarse. En ese sentido están surgiendo libros y relatos que cuentan la historia de ETA o de las víctimas de una u otra manera. Yo creo que es el momento de la literatura, que siempre tiene que fijar la historia desde patrones lo más morales y veraces posibles”, completa.