El jardín del abuelo

A.G.M.
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El presidente del Colegio de Psicólogos, Jaime Gutiérrez, nos cuenta sus diez lugares favoritos de Valladolid, entre ellos el paseo central del Campo Grande

El jardín del abuelo - Foto: Jonatan Tajes

Calle Casasola. El paseo sentimental por el Valladolid de Jaime Gutiérrez se inicia en Casasola, en su tierna infancia : «Es la calle que me vio nacer», confiesa. «Todavía conservo la cama en donde nací y creo que es un homenaje a la mujer que me dio la vida. Hoy está horadada por debajo de la vía que divide la ciudad, pero en mi recuerdo permanece transitable y por ella circula la moto de mi hermano que, cuando yo era niño, tanto miedo y admiración me transmitía», detalla el presidente del Colegio de Psicólogos.

Plaza de San Juan. Gutiérrez sigue el paseo por su infancia, visitando la plaza a la que iba «de la mano» con su abuelo Francisco: «Recuerdo el frescor de las sombras de sus árboles centenarios y el tacto de la arena en la que jugábamos los más pequeños al lado de la fuente», confiesa.

Calle Divina Pastora. «Hoy es la calle donde se sitúa la sede del Colegio Oficial de Psicólogos de Castilla y León (COPCYL), pero en su momento era la calle en donde me llevaron mis padres a cursar los estudios de Infantil», repasa Jaime Gutiérrez. «Entrábamos por un portal que comunica esta calle con la iglesia de la Paz, que es uno de esos monumentos que posee una complejidad arquitectónica que considero no es del todo valorada en esta ciudad», tal como lamenta este psicólogo vallisoletano de 48 años.

Campo Grande. El paseo de Gutiérrez llega el parque de los parques de la ciudad. También con su abuelo Francisco. «Pasados los años, el Campo Grande era el jardín al que llevaba yo a mi abuelo del brazo, quizás en un ejercicio de intercambio de funciones... Pasábamos por el quiosco en el que se vendían las chufas a granel y buscábamos un banco a la sombra en donde poder respirar aire puro dentro de la ciudad».

Pasaje Gutiérrez. «Nada que ver la historia del Pasaje con mi apellido, más allá de ser una mera coincidencia. Pero es que en aquel centro comercial modernista, que sin duda es una de las joyas de nuestra ciudad, era donde acudía con mi mejor amigo a jugar a la ‘máquina de marcianitos’ en el salón de billar que allí existía», rememora Jaime Gutiérrez, quien confiesa que los recuerdos de su adolescencia «están ligados a las mesas de terciopelo verde, a ese chasquido de las bolas irrompibles y a los tacos de marquetería».

Arco de Ladrillo.  Dice que es el puente que más veces ha cruzado, parte de su día a día y un monumento que le atrae de una forma especial: «Me impresionan las fotos del antiguo Valladolid en las que aparece el Arco de Ladrillo sin el puente enfermo de aluminosis que lo acompaña desde hace décadas, quizás por ser la ruta que, sin duda, más veces he realizado en mi vida y el puente que más veces he cruzado».

Estación del Campo Grande. Muy cerca de ese puente sobre el Arco de Ladrillo, la estación de tren de Valladolid: «No es que sea la más original del mundo, pero sí era mi estación, la que me vio marchar a Salamanca tantas veces para ir a realizar mis estudios y por supuesto la que me veía regresar casi todos los fines de semana. Allí cogíamos el que se conocía como el ‘tren de los portugueses’ que hacía la línea París-Lisboa; era uno de esos trenes de compartimentos imposibles de olvidar».

Biblioteca Reina Sofía. «Los fines de semana que volvía de Salamanca había que aprovecharlos para estudiar y, entonces, la ‘nueva’ biblioteca Reina Sofía nos ofrecía comodidad y luz natural, algo que siempre he valorado y agradecido de ese edificio cargado de historia, y de historias». Horas de estudio que iban precedidas, según recuerda el presidente del Colegio Oficial de Psicólogos de Castilla y León, de la «una cola interminable hasta que abría» para poder coger sitio.

Academia de Caballería. «¿Quién no tiene una fotografía frente al edificio que alberga hoy la Academia de Caballería?», se pregunta Gutiérrez, quien sitúa este enclave entre sus Diez Lugares de Valladolid, un viaje que, en este caso, linda con lo onírico: «En mis sueños este majestuoso edificio se convierte en el Parador de Valladolid, que sirve de puerta de entrada al Palacio de Congresos de la ciudad... pero eso, claro, es solo en mis sueños y en el de algunos vecinos más».

Casa de Cervantes. Este paseo sentimental tiene su última parada no muy lejos de la Academia de Caballería, en la Casa de Cervantes: «Me imagino a Don Miguel de Cervantes paseando por calles desaparecidas de Valladolid, cruzando el río femenino, la Esgueva, que corría al pie de la casa en la que residió, y me admiro de que se haya podido conservar ese rincón de la historia que nos hace sentir muy orgullosos a los que somos de Valladolid».