Algo más que una chilena

M.B
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Goyo Fonseca llegó al Real Valladolid en 1982, un año más tarde que Eusebio. Al igual que el hoy técnico del Girona lo hizo desde La Seca: «Noté pronto la diferencia de jugar al fútbol a darme cuenta que era ya un trabajo». Ahora vive en Málaga

Corría el 19 de enero de 1992. El Real Valladolid recibía al Athletic. Era la jornada 18 de aquella temporada en Primera División. Y un chico de La Seca, por entonces ya curtido en el primer equipo pucelano, logró el gol soñado por todo delantero, de chilena y por toda la escuadra. Pero Gregorio Fonseca Recio, más conocido como Goyo Fonseca, es algo más que ese gol. 

Porque este atacante vallisoletano, que pasó por el Real Valladolid, el Málaga, el Espanyol y el Albacete, antes de regresar a casa, fue internacional absoluto en cuatro ocasiones -«estaba para ir al Mundial de Estados Unidos, pero una lesión me lo impidió», señala-. Debutó en Primera con 18 años y unos pocos meses. Y lo hizo como un auténtico ‘killer’, marcando ante el Zaragoza. Esa temporada hizo gol en su primer partido con los Juveniles, en el primero con el equipo de Tercera, en ese debut y en su estreno con la camiseta de la selección sub 21. 

Nacido en La Seca, donde jugó hasta irse al Pucela de la mano de Damián Recio, hoy recuerda aquella primera temporada con humor: «Noté la diferencia de divertirme jugando al fútbol a ver que era un trabajo. En el primer entrenamiento recibí dos golpes, uno de Richard y otro de Sánchez Valles. Espabilé bien espabilado».

Aunque se fue cedido al Málaga -en una operación en la que llegó Manolo Hierro- tras superar una lesión grave de rodilla; sus mejores años llegaron luego con Maturana en el banquillo en las campañas 90-91 y 91-92. De ahí al Espanyol, a pesar de tener llamadas de Madrid y Barcelona. Y con su llegada a la Ciudad Condal llegaron las lesiones: «Igual que tiras para arriba, lo haces para abajo y se me complicó una operación en la rodilla».

Se fue al Albacete seis meses con Benito Floro, el año que el Salamanca le arrebató el ascenso al Queso Manchego con un 0-5 en el Belmonte: «El final fue desastroso». Y en 1995 decidió volver a Valladolid: «Me ofrecieron dos años, pero les dije que solo quería uno. Al acabar la temporada decidí dejarlo». El traumatólogo Juan José Noriega le descubrió dos fracturas en la columna: «Debían llevar conmigo 15 años». Y colgó las botas.

Se trasladó a Málaga, de donde era su mujer. Allí vive actualmente y allí hizo los dos primeros niveles del curso de entrenadores y comenzó a enseñar lo que el fútbol le había dado al resto. Primero con los infantiles del Málaga y luego como asesor de futbolistas: «No me gusta hablar de representante». Recio (Leganés), Juanmi (Real Sociedad), Brahim (Manchester City)... pasaron por sus manos.

En 2014 recibió la llamada de un compañero con el que había hecho el curso de entrenadores, Serafín Gil, y con él dirigió al Lucena en Segunda B y la campaña pasada a El Palo en Tercera hasta la 11ª jornada. En junio acabó el nivel 3 y ahora se ha dado un tiempo «para poner todo en orden».

Es y se siente vallisoletano (de La Seca) y del Real Valladolid. Y no lo oculta nunca. Y es mucho más que una chilena. 

Cruyff le quiso para el Barça

Fichó en 1992 por el Espanyol aunque muchos rumores le habían situado en el Barça o el Real Madrid. La realidad es que en 1991 le llamó Johan Cruyff para su Barcelona. No terminó de hacerse porque ‘alguien’ pidió 300 millones al Barça. El verano del 92, a punto de firmar por el Espanyol, recibió una llamada para esperar al Real Madrid (que tenía ya a Butragueño y Hugo Sánchez). Prefirió irse a los periquitos.