Tertulia, arte y zapatillas

Óscar Fraile
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Aunque su trayectoria profesional ha ido vinculada a sus estudios de Periodismo y Empresariales, actualmente el dibujo centra su actividad diaria y, gracias a la promoción a través de su perfil de Instagram (@lauraserranob), algunos de sus trabajos ya cuelgan en salones de figuras internacionales, como la ganadora del Oscar Viola Davis. Laura expone ‘Tras la mirada de Bergman’ en El Penicilino. Una muestra de diez retratos a pastel con la que ahonda en el sentimiento, «en ocasiones contenido y otras desgarrador», con el que el realizador sueco dotaba las miradas de sus personajes.

 

1. Playa de Las Moreras. ‘Aquí sí hay playa’, es una de las máximas de Laura. «De arena de la mejor calidad, importada del mismo Portillo, no de las playas cántabras, como cuenta la leyenda», dice. Para ella, el verano comienza allí. «Ya sea en marzo, abril, mayo o junio, en cuanto la temperatura supera los veinte grados y brilla el sol, me preparo un picnic y mi música favorita» para disfrutar de «un oasis de paz en el que, una vez que extiendes la toalla, desaparece de golpe todo el estrés del día a día», asegura.

2.Pérgola del Campo Grande. Esta zona de la ciudad le parece un cuadro de Renoir, por su mezcla entre antigua y moderna, que le dan un toque romántico. «Recuerdo los bailes en las tardes estivales, de niña, mientras tomaba una Fanta naranja, y ahora espero con mayor ilusión aún la llegada del verano, para disfrutar de la mejor música de autores locales, sorprendentes descubrimientos musicales, que se han convertido en grandes amigos», explica. 

3.Plaza de Las Batallas. Un lugar muy especial para la retratista. «La plaza de las Batallas es la ‘casa de mi yaya’, y donde he pasado gran parte de mi infancia, haciendo cola para tirarme al tobogán, siendo ‘catapultada’ en el balancín, jugando a pillar y haciendo amigos». También recuerda «el bocadillo de mantequilla con azúcar y chocolate rallado de la merienda».

4.Plaza de Cantarranillas. La define como «un muerto resucitado». «La destrucción progresiva de Cantarranas acabó con la caída de uno de los símbolos de Valladolid: el Testarrosa, conocido por todos como ‘El Testa’, dice. De esa época recuerda con nostalgia «el terrible calor de este pequeño local, la nube de humo y sus cachis de calimocho». Muchos años después, como si del Ave Fénix se tratase, vuelve a ser lugar de referencia y especialmente, para la artista, por uno de sus bares, El Farol, «un nuevo imprescindible donde siempre pasan cosas» y donde dice haber conocido a «gente muy interesante».

5.Pasaje de Los Alarcón. El «centro neurálgico de la fiesta en los años 2000», según ella. «Sus locales estaban abarrotados por dentro y por fuera, entre ellos, mi favorito, último de los clásicos en abandonarnos: Cachilandia», asegura. «Era el mes de agosto del año pasado, ya de madrugada, cuando escuché la voz de Gloria que me llamaba, estaban de despedida del bar, no lo quería creer, fueron mis últimos ‘machacados’, y por cada brindis, un recuerdo, una vida entera en imágenes».

6.La cruz de La Antigua.  El sitio de las quedadas por excelencia de Valladolid. «Siempre me ha encantado el lugar, tanto a mis veinte años como ahora, solo cambia la luz, porque entonces la veía entre tinieblas y cargada con la energía y la emoción que suponía el comienzo de la noche», señala. «Ahora la contemplo a la luz del sol y muy acompañada de bodas, comuniones y gente de todos los lugares que no puede evitar inmortalizarse junto a ella», añade..

7.Ermita de San Isidro. Ubicada en el páramo de San Isidro, y construida en 1692, «es la única de todas las ermitas que hubo en Valladolid que se conserva hoy en día». Además, es una ruta imprescindible para Laura. «Aunque el verano sea mi época del año favorita, la primavera y el otoño, con sus días frescos y soleados, son ideales para disfrutar de la ‘naturaleza urbana’». Sus paseos suelen comenzar en el parque de la Fuente de la Salud, con sus senderos de tierra, y culminan en la «bucólica» ermita de San Isidro. «Como un pueblo dentro de la ciudad, su estilo recuerda a las pequeñas Iglesias rurales castellanas». 

8.El túnel de Las Delicias. «Igual que en una distopía, entrar en el túnel te sumerge en una especie de mundo ‘Blade Runner’ que une dos realidades dentro de una misma ciudad y en unos segundos pasas del barrio al centro», sostiene. Además, destaca que «sus grafitis imperfectos y superpuestos le dan el toque futurista».

9.Calle Santiago. Laura la define como «un bucle eterno de paseos desde la Plaza Mayor a la plaza de Zorrilla, donde te encuentras con todo el mundo». Con una parada ineludible en la mitad, ‘Las Francesas’. Su pequeño, pero mágico, patio de Las Tabas y la Sala de Exposiciones, que agudizó su pasión por el arte. 

10.El ‘Peni’. «Como salido de la máquina del tiempo, cada vez que entro puedo verme a mí misma con cinco años, junto a mis padres y mi hermano comiendo las zapatillas, o  mejor dicho, lo blanco de las zapatillas», destaca. «El Penicilino forma parte de la historia de Valladolid, y de la mía propia, y ahora mi exposición es un poco parte de la suya... es un sueño cumplido», concluye.