Nuevo cambio de rumbo

M.R.Y. (SPC)
-

Las legislativas del próximo 6 de noviembre auguran una victoria de los demócratas y una importante caída de unos republicanos que podrían perder el control del Congreso

El 8 de noviembre de 2016, Estados Unidos protagonizaba un giro político en las presidenciales que auparon al republicano Donald Trump al poder, después de dos legislaturas demócratas con Barack Obama al frente del Gobierno. Para muchos, la sorpresa fue mayúscula, ya que no se esperaba que un populista como Trump pudiera hacerse con el control de la primera potencia del mundo. Sin embargo, con los conservadores teniendo mayorías absolutas en el Senado y la Cámara de Representantes, y con el fin de la era Obama, no era descabellado que cualquier candidato de la derecha acabase imponiéndose en las urnas, aunque fuese el controvertido empresario neoyorquino.

Dos años después, llegan las legislativas, más conocidas como las elecciones de mitad de mandato, que se suelen tomar como una reválida para el inquilino de la Casa Blanca antes de encarar el tramo final de su cuatrienio. Suele ocurrir que la formación en el Gobierno pierda confianza, pero en esta ocasión se estima que la debacle republicana pueda alcanzar cotas considerablemente altas.

La posibilidad de que los demócratas recuperen las mayorías en el Congreso estadounidense crece según se acerca la cita, el próximo 6 de noviembre, no tanto por los méritos de los liberales, sino por los deméritos de los conservadores y, principalmente, por la caída de la popularidad de Trump, que ha alcanzado más de un 60 por ciento de desaprobación.

La preocupación aumenta en la bancada de la derecha, hasta el punto de que el líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnel, comparó los esfuerzos de su partido para mantener su posición con «una pelea a navajazos».

No es para menos. Los últimos sondeos apuntan a una ventaja de hasta 14 puntos para los opositores, con un 52 por ciento para los demócratas frente a un 48 por ciento para los ahora todopoderosos republicanos.

Y es que ese dominio acabaría, si se cumplen las previsiones. En la Cámara de Representantes se renovarán los 435 escaños que la componen y a los liberales les basta con arrebatar 23 asientos a sus rivales para hacerse con la mayoría, algo que se estima que ocurrirá. Más aún teniendo en cuenta la tendencia alcista que están registrando. Hace apenas un mes, las encuestas les daban una ligera superioridad de cuatro puntos que ahora se ha triplicado.

En el Senado, la batalla se augura más competitiva, aunque los demócratas también cuentan con opciones reales de robar el poder a sus oponentes. Allí hay un tercio de los 100 puestos en juego -los mandatos duran seis años, de modo que en cada elección se elige a 33-, y el Partido Republicano controla la Cámara Alta por una exigua diferencia: tiene 51 bancas. Sin embargo, no será fácil para los liberales hacerse con una mayoría, ya que de los escaños en juego, 26 están en su poder. Solo lo conseguirían en el caso de arrebatar dos a sus adversarios. Una posibilidad que, aunque remota, no se descarta.

Si los conservadores perdieran el mando en el Capitolio, sería un auténtico varapalo de cara a los dos años que le quedan por delante a Trump, que viviría bajo la amenaza constante de un impeachment -un juicio político en el Congreso-.