Examen al planeta azul

AGENCIAS
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Científicos y políticos dan la voz de alarma sobre el cambio climático y la necesidad de abordar ya medidas urgentes por el futuro del mundo y de la especie humana

 
Las cifras que manejan los científicos y organismos internacionales sobre los efectos del cambio climático producen un escalofrío que recorre todo el cuerpo:2015 fue el año más caluroso de la Historia del hombre, los desastres naturales extremos han costado la vida a 600.000 personas y han afectado a 4.000 millones en tan solo dos décadas, desde 2011 se ha registrado un 14 por ciento más de catástrofes que en los 10 años anteriores, y más de 500 millones de niños viven en países con un alto riesgo de inundación o de sequía prolongada. Eso sin contar otras evidencias como que este año se ha registrado un nuevo récord de concentración de dióxido de carbono (400 partes por millón), que el nivel mundial del mar ha aumentado 17 centímetros en el siglo XX o que las placas de hielo de Groenlandia y la Antártida han disminuido su masa, esta última a un ritmo anual de 150 kilómetros cúbicos.
El propio Papa Francisco tomó cartas en el asunto cuando publicó el pasado 18 junio la histórica encíclica Laudato Si (Albado Sea), lo que convirtió a Bergoglio en el primer Pontífice que dedicaba un documento de este tipo a la protección medioambiental. En el texto de 191 páginas, el argentino exponía argumentos teológicos, científicos y morales para desarrollar estrategias contra el cambio climático y hacía un llamamiento al mundo para abordar medidas «urgentes e imperiosas» en favor de la casa común.
El Santo Padre describe en la encíclica que el calentamiento es real, que dicha acción es consecuencia de la mano del hombre y que los países ricos tienen una deuda con los territorios pobres, al tiempo que exige que se creen instituciones internacionales fuertes y que todos los ciudadanos se conciencien y realicen un sacrificio individual.
Pues bien, parece que ese ansiado momento de examinar al planeta y de tomar decisiones ha llegado. Mañana, 30 de noviembre y hasta el próximo 11 de diciembre, París celebrará la ansiada Cumbre del Clima, que reunirá a 195 Estados, además de la Unión Europea, para negociar el futuro del planeta. La reunión viene avalada con la participación de la mayoría de los actores mundiales, tanto políticos como económicos, así como con un compromiso previo, realizado durante los encuentros preparatorios, de intentar alcanzar un gran acuerdo que involucre a todos los Estados a medio y largo plazo.
Una de las claves del cambio climático es el aumento de la temperatura de la Tierra como consecuencia de la acción humana directa. En este sentido, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) hizo público hace tan solo unos días que la temperatura del planeta es un grado superior al período preindustrial de 1880-1899.
Esta variable de la temperatura está ocasionando en la Tierra cambios meteorológicos extremos, diferentes a los que se venían sucediendo en fuerza y frecuencia, que se traducen en constantes y continuadas inundaciones y en prolongadas sequías. De hecho, desde hace tan solo 20 años, unas 606.000 personas han muerto y 4.100 millones han resultado heridas, han dejado sus hogares o han necesitado ayuda de emergencia a causa de distintos desastres naturales, según los últimos datos ofrecidos por la Oficina de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, que añade que las perdidas por estos acontecimientos, incluyendo terremotos y tsunamis, se sitúan en torno a los 300.000 millones de dólares al año.
 
EL OBJETIVO. Las partes acuden a la cita de París con el objetivo de llegar a un acuerdo global, pero basado en medidas concretas que mantenga el calentamiento global por debajo de los 2 grados de aquí a final del siglo XXI y en marcar el principio del fin de los combustibles fósiles entre 2050 y 2100. 
La línea roja de los 2 grados es esencial para mantener el mundo y el clima en el nivel óptimo de existencia, dicen los expertos del Grupo Intergumental sobre el Cambio Climático (IPCC), institución que se creó en 1988 con la finalidad de proporcionar evaluaciones integrales del estado de los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos sobre el cambio climático, sus causas, posibles repercusiones y estrategias de respuesta.   
Llegar a un pacto para fijarse ese objetivo sería un primer paso, pero a pesar de la buena disposición, no será fácil. 
 
¿Y KIOTO? El Protocolo de Kioto fue un acuerdo vinculante para reducir las emisiones de gases con efecto invernadero que se adoptó en 1997. El fin era reducir esas transmisiones un 5 por ciento a escala global. En noviembre de 2009, 187 países se habían adherido a ese reglamento, pero EEUU, el mayor emisor, nunca llegó a ratificarlo.
Pues bien, el acuerdo que se espera que se alcance en París sustituiría al protocolo de Kioto, entraría en vigor en 2020, duraría hasta 2050, e incluiría un avance crucial respecto a su predecesor: Kioto solo incorporaba a un grupo de países industrializados que representan el 11 por ciento de las emisiones, mientras que el nuevo acuerdo recogería compromisos para todos los países y cubriría prácticamente la totalidad de las emisiones de gases con efecto invernadero.
París es, por tanto, la gran baza  para marcar un antes y un después en el futuro del planeta y de  la especie humana.